Guanajuato

Por Isabel Ortega |
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  Iwerrgsabel Ortega Ruiz 

 Estudió derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, Máster en Mediación y Resolución de conflictos en la Universidad de Barcelona, profesional del sector asegurador por 2 años, especializada en propiedad industrial, área donde ha trabajado por 4 años.


Tras la intensidad del 1 y 2 de octubre, volví a Guadalajara por una noche, y de ahí me despediría de mi amiga tras diez días maravillosos en los que nos regalamos tiempo y volvimos a compartir cafés, paseos, charlas y abrazos. Le dije adiós con el corazón en un puño. No sabíamos cuándo nos veríamos de nuevo, y la vida es tramposa, sin darte cuenta te atrapa en su rueda, que no deja de girar, y el tiempo se te esfuma.  Aun así, nos prometimos vernos de nuevo antes de que acabara mi viaje y volviera a España. . Con este pacto en mente me subí al autobús rumbo a Guanajuato.

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Tras haber tenido la oportunidad de visitar numerosas ciudades mexicanas, creo que me quedo con Guanajuato. Fue una sorpresa inesperada, su ambiente festivo, la música, los colores, sus edificios coloniales, sus plazuelas, unos mercados llenos de vida, y una ciudad subterránea escondida. Guanajuato es así, un laberinto de oportunidades construido a golpe de martillo y cincel por el pueblo minero que lo levantó.

Y es que la mina de Valenciana, descubierta en las colinas de Guanajuato fue una de las mayores productoras de plata del mundo, e hizo florecer la ciudad.         

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Estuve menos días de los que me hubiera gustado, así que te tendré que volver, pero como es una ciudad que se asienta sobre diferentes lomas, el centro está muy condensado y la mayoría de sus atractivos turísticos por ende también, por lo que pude visitarlos a pie sin ningún problema.  

Me alojé en un pequeño hostal en el centro, en una habitación de cuatro personas. Era la primera vez que compartía habitación yo sola, y no mentiré, estaba nerviosa. Aunque lo estuve por poco rato pues al llegar me dijeron que era la única persona en esa habitación. Pasé dos noches a mis anchas.  Por un lado, bien, por la libertad que eso me dio, pero por otro lado me sentí desamparada y entonces los miedos afloraron; y si había tomado una mala decisión dejando mi trabajo, y si no era capaz de conocer gente o hacer amigos, y si el viaje resultaba ser un fracaso. Nada más lejos de la realidad. Ahí comprendí la importancia de buscar alojamiento afín a mis necesidades, y como yo lo que quería era conocer a gente tenía que buscar la próxima vez un alojamiento con espacios comunes agradables que permitieran y fomentaran la interacción entre los huéspedes.,

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El hecho de viajar sola te permite aprovechar más el tiempo, así que de buena mañana me puse a andar, me perdí por las calles adoquinadas del centro, saludé a don quijote y a su creador, cervantes, a Jorge Negrete y a muchos otros personajes emblemáticos tallados en bronce que se sitúan por toda la ciudad.

Me puse a prueba subiendo al mirador del Pípila, héroe local que formó parte del ejército de Miguel Hidalgo y logró la primera victoria del movimiento independentista. Este lugar me ofreció sin lugar a duda la mejor panorámica de la ciudad de Guanajuato. Aunque disfrutar de esta vista no es gratis, tienes que subir previamente cientos de escaleras y enfrentarte a un entramado de más de 3.000 callejones.  Y no solo por arriba, pues la ciudad cuenta también con una red de calles subterráneas que se extiende por más de siete kilómetros. Son túneles que surgieron con la idea de proteger a los habitantes de las inundaciones que solían ocurrir en la ciudad. Actualmente se utilizan para descongestionar el tráfico. En los días que yo estuve en estás calles subterráneas estaban realizando el 4to festival del día de los muertos y podías encontrar puestos de artesanías, conciertos, exposiciones etc. IMPACTANTE.

Pero a pesar de esta particularidad, para mí los protagonistas indiscutibles de Guanajuato fueron las plazuelas y los jardines. Tomarme un café en el jardín reforma fue una delicia, así como cenar en la Plazuela de San Fernando. También fui a comprar al mercado principal, el Mercado Hidalgo, que estaba repleto de gente. Se trata de una inmensa estructura de metal que se proyectó al principio como estación de ferrocarril y acabo siendo un mercado. Los mercados en México forman parte del día a día de la gente, siendo estupendas opciones para comprar y comer bueno, bonito y barato. En cambio, en España, los mercados de barrio han sido sustituidos por los grandes supermercados y se han tenido que reinventar como espacios gastronómicos de especialidad para no caer en el olvido.  

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Tras andar y comer, cayó la noche y cuando eso pasó se encendió la música en Guanajuato, y es que no hay nada más tradicional que una callejoneada.  Son como las tunas en España, pero con más gracia, al menos las que yo escuché. Son grupos de estudiantes que van cantando por la ciudad mientras te cuentan sus leyendas. Juglares modernos.

No puedo olvidar unas frases que entonaron de su oriundo Jorge Negrete, y que lo hizo eterno, “México lindo y querido si muero lejos de ti, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí, que digan que estoy dormido y que me traigan aquí, México lindo y querido si muero lejos de ti…

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