Ética y legalidad

Por Nicolas Ramos Gómez |
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Nicolás Ramos G

Ingeniero Civil , ex gerente de Emcali y ex Presidente de la SMP


A raíz de algunas actuaciones, no muy claras, de algunos funcionarios públicos, es importante comentar y debatir sobre la delicada línea entre la ley y la ética en actuaciones públicas y privadas.

Siempre se ha dicho: "feliz el que consulta oráculos más altos que las leyes” o sea que la conducta en una sociedad o nación no es solamente el acatamiento a las leyes, es también la observación de otros principios que regulan, sin estar escritos, la conducta de las gentes para la marcha armónica de una sociedad. Algunos estudiosos lo definen así: La diferencia entre ética y moral es que la moral se refiere al conjunto de normas y principios que se basan en la cultura y las costumbres de determinado grupo social.

Por otro lado, la ética es el estudio y reflexión sobre la moral, lo que permite que un individuo pueda discernir entre lo que está bien y lo que está mal y se puede considerar como un 'modo de ser'.

Muchas veces lo no ético no es ilegal, pero por ello no deja de tener validez e imprime un sello de coherencia y confianza en quienes la practican. Lastimosamente la ética es cada vez más escasa y toca buscarla con la lámpara de Diógenes, especialmente en los funcionarios públicos. Esta es la crisis de confianza que vivimos en estos momentos en Cali, Colombia y el mundo.

Nadie le prohíbe a Putin que detenga la exportación de granos al mundo. ¿Pero será ético arriesgar el suministro de alimentos a quienes tanto lo necesitan?

¿Será ético que los miembros del gabinete del presidente Petro les consigan contratos a sus familiares más cercanos?

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¿Será ético que familiares de primero y segundo grado de consanguinidad co-administren las ciudades?

“El bien común está por encima del bien particular” es una frase que cada vez está más lejos de ser practicada y la dignidad y el poder caminar con la frente en alto es algo que ha dejado de importar. Cuando se pierde la dignidad, no se tiene nada más que perder y de allí el descaro con que se llevan a cabo los actos de corrupción.

A veces la falta de ética se puede confundir con la incultura que cada día impera en nuestras ciudades en donde se considera que se pueden violar las normas que regulan la vida en una ciudad y en el tránsito vehicular y se ofende a quienes cumplen las normas. En otras palabras, día a día avanzamos más al reinado de la incultura y la intolerancia y la falta de algo que era elemental: la urbanidad o buenas maneras. Eso que enseñaban desde la casa y la escuela. En otras palabras, cada día somos más incultos o mejor más ordinarios como decían los abuelos.

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