Preservar el empleo

Por Luz Betty Jime… |
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Luz Betty Jiménez De Borrero / Pablo A. Borrero V.


 

En un país capitalista como Colombia, la preservación del empleo estable y duradero resulta cada vez más difícil de mantener, particularmente en las circunstancias que atraviesa el país en medio de una crisis que se ha generalizado a nivel del territorio nacional, derivada de diversos factores de carácter económico, político, social, financiero, ambiental. Según algunos datos estadísticos, en Colombia existe una tasa de desempleo equivalente al 13.2%, en tanto que la informalidad es del 58%. Bajo esta perspectiva está claro que los problemas relacionados con dichos fenómenos sociales no solo demandan de la implementación de nuevas políticas en materia laboral y social, sino de la puesta en marcha de todo un proceso de construcción de un nuevo modelo económico y político que facilite la creación de nuevas empresas encargadas de la producción, distribución, intercambio y consumo de toda clase de productos, bienes y servicios que requiere la comunidad y con lo cual se daría un nuevo impulso al crecimiento y desarrollo de la economía y del empleo, pudiéndose de esta manera reducir el desempleo que se convirtió en un azote para el conjunto de las personas que viven en lo fundamental de su trabajo (hombres, mujeres, jóvenes, mayores adultos, etc.), que hoy hacen parte del ejército de desocupados en el país.

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Este hecho determinante implica además un cambio en la forma y manejo de las relaciones laborales entre empleadores y empleados, el cual no puede limitarse simplemente a recoger algunas de las reivindicaciones que en el pasado le fueron arrebatadas a los trabajadores asalariados, en tanto se incrementan los costos de la contratación laboral, particularmente para los pequeños y medianos empresarios, que por lo demás constituyen un alto porcentaje dentro de la economía del país.

Por otra parte, muchas de las personas que aún conservan sus empleos, temen que en algún momento puedan perderlos, especialmente respecto de aquellos trabajadores que no son calificados e incluso de muchos profesionales y técnicos que hoy en día deben laborar en medio de una sociedad más compleja con ocasión de los cambios que se producen en las relaciones laborales y el acceso a las nuevas tecnologías y plataformas en poder de las grandes empresas y monopolios tecnológicos, que dominan varios sectores de la economía y explotan económicamente el trabajo de cientos de trabajadores. Así las cosas y no obstante que el propósito del gobierno actual es el de mejorar las condiciones económicas y sociales de los trabajadores que laboran en las ciudades y en los campos en el sector formal de la economía, no por ello con la reforma laboral que se tramita en el congreso de la república, se podrán superar los índices de desempleo y de informalidad que padece la sociedad colombiana.

La experiencia práctica e histórica demuestra que algunas reformas solo buscan amortiguar las contradicciones sociales heredadas del pasado, sin erradicar las verdaderas causas que se generan en este caso a través de los fenómenos del desempleo y de la informalidad, que en fin de cuentas terminan favoreciendo a los grandes empresarios y monopolios capitalistas.

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En esta oportunidad de lo que se trata es de asumir un gran reto de grandes proporciones con el cual está comprometido el presente y futuro de varias generaciones de trabajadores, a quienes no solo se les vulneran todos los días sus derechos laborales y libertades sindicales, sino que se hacen más pobres y miserables pues carecen de lo más mínimo y vital para su existencia, sin trabajo ni ingresos para atender sus necesidades y las de sus familias.

Y de ahí la necesidad de que se abra un gran debate nacional sobre este tema del empleo, el cual no se puede agotar con los discursos en el congreso ni en los conciliábulos del gobierno con los grandes empresarios, académicos y sindicatos, mientras el grueso de los trabajadores no se empoderen de su papel de creadores de la riqueza social y de la necesidad de participar en la lucha social no solo por un incremento del salario y de sus reivindicaciones económicas sino por un cambio político que conjuntamente con las fuerzas progresistas y democráticas del país puedan realizar las transformaciones que requiere la sociedad, desligadas de las simples formalidades legales, del oportunismo y reformismo de un sector social y sindical, como de la demagogia y el populismo de algunos dirigentes que buscan afanosamente los votos de los electores que se comportan como masa disponible para mantener las formas y métodos de la política y de los gobiernos que han entrado en un proceso de  declive y descomposición ajenos al progreso y al bienestar general de los trabajadores y de los ciudadanos que claman por un cambio que los libere de la explotación económica del trabajo y de la dependencia del gran capital financiero nacional e internacional.


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