Mayorías

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


Esta cualidad de mayor, o la mayor parte de un numero o de una serie de cosas que se expresa (DLE) lleva a tener que precisar qué es lo que se expresa; por ejemplo, es muy distinto llegar a la mayoría de edad a los 18, al cumplir un año más, a esa mayoría de ciudadanos que elige un presidente, ya que hay una gran diferencia si esta fue pequeña o grande. Y lo mismo si dicha mayoría es de jóvenes, adultos o adultos mayores, y por supuesto estas categorías a su vez son discutibles, y suelen variar si conforman mayorías o minorías del total de la población, y también según el tema en consideración: asunto o materia de la que se trata en cada caso (DLE).

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Es entender lo que significa la mayoría simple en una votación cuando los que votan a favor son más que los que votan en contra, pero es muy distinto cuando son tres de cuatro que cuando son seis de diez, y ni se diga cuando son 51 de 100. De ahí la pertinencia de la mayoría cualificada, por ejemplo de dos terceras partes, como lo son seis de nueve u ocho de doce, los que sólo ganan cuando duplican a los otros. Y esto es oportuno cuando se trata de las ciudades respecto a cambios en el uso del suelo o de ocupación del espacio, principalmente las
alturas permitidas, en los que estos caos son impuestos por sus oficinas de planeación sin considerar a sus habitantes.

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Y en las elecciones, entender que el que uno de los candidatos gane por una pequeña diferencia no es tan democrático; lo sería si se tuviera que votar por la mitad de los candidatos en orden de preferencia, ganando el que sume mas votos, por lo que representaría a más votantes y se evitarían las polarizaciones: la nefasta tendencia a adoptar ideas extremas en las que la mitad, la tercera parte y la novena, no permiten generar partes equivalentes. Estas elecciones por orden de preferencia serían más acertadas, practicas y económicas que las segundas vueltas, y no permitirían “elegir” por mayoría futuros dictadores (ver: B B-C: Elegir la democracia, El País, 23/06/2021).

Algo similar sucede con el uso de las estadísticas, principiando porque en algunos casos es mejor hablar de mitades, o terceras, cuartas o quintas partes, y en otros es mejor a recurrir a los porcentajes, y nunca mezclarlos como pasa tanto, revolver el “no sabe” con el “no responde” es todo un equivoco ya que son respuestas muy distintas. El caso es que este estudio de los datos cuantitativos de la población, de los recursos naturales e industriales, del tráfico o de cualquier otra manifestación de las sociedades humanas (DLE) se suele utilizar mal o es mal intencionado, para que sea entendido de cierta manera respondiendo a fines ideológicos, políticos o comerciales.

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Y aproximar, o sea obtener un resultado tan cercano a lo exacto como sea necesario para un propósito determinado (DLE) lleva a la necesidad de determinar en cada caso en qué consiste lo “exacto”, o sea lo que es igual o que se asemeja en un grado muy alto a algo que es tomado como modelo (DLE) y este a un arquetipo de referencia para imitarlo o reproducirlo: al inicio de una tradición (DLE) es decir costumbres conservadas por transmisión de padres a hijos (DLE) y que representan a una mayoría, o como lo es la tradición urbano arquitectónica de las ciudades, a las que hay que agregar nuevas ideas, y no eliminar las existentes pretendiendo crear una nueva tradición.

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