Control ( Cali )

Por Benjamin Barne… |
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Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle y especializaciones en la San Buenaventura. Ha sido docente en los Andes y en su Taller Internacional de Cartagena; en Cali en Univalle, la San Buenaventura y la Javeriana, en Armenia en La Gran Colombia, en el ISAD en Chihuahua, y continua siéndolo en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en El País desde 1998, y en Caliescribe.com desde 2011


Sin mayor duda el principal problema que afronta Cali, y lo es desde hace no pocas décadas debido a la magnitud y rapidez de su crecimiento durante el siglo XX, es la falta de control de la ciudad y sus habitantes por parte de las autoridades elegidas democráticamente precisamente con ese propósito, como lo es en una sociedad democrática. Se trata entonces de la poca comprobación, inspección, fiscalización e intervención de lo que sucede en la ciudad a diario en sus diferentes sectores, como define el DLE tal palabra, pero en mayor o menor grado por lo que es un error generalizar, lo que generalmente es lo que hace dificultando aún más un control eficiente.

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Comenzando por el insuficiente control de la delincuencia en sus distintas formas; el vandalismo, las basuras, desperdicios y pintadas; el tránsito de vehículos y peatones; la invasión de los espacios urbanos públicos, el mal comportamiento de la gente en ellos, y los ruidos molestos. Y por otro lado, la casi total falta de control sobre lo que se demuele, como sobre lo que se construye, incluyendo las eternas obras públicas, en tanto los usos del suelo como al cumplimiento de las normas pertinentes en cada caso, y los horarios de trabajo; y después el control sobre lo que se reforma o cambia permanentemente y como cada quien quiera sin importar los vecinos.
Falta de control debido a la ausencia de un verdadero interés político de muchos Concejales y Alcaldes sobre el mismo; la confusión de muchas leyes y normas actuales que facilita su evasión; la carencia de medios adecuados y suficientes para llevarlo a cabo; la lentitud de la Justicia si es que llega; y la corrupción de arriba a abajo en todos los casos y a todos los niveles. Corrupción que ha alterado a la ciudad física toda: su urbanismo, paisajismo, arquitectura, diseño y construcción, como también la vida en ella en tanto sus usos, recorridos y disfrute; pero afortunadamente cada vez más personas son conscientes de lo que  ha implicado la corrupción en este país.
La solución sería  una Policía Municipal encargada del control del tránsito de vehículos y peatones, que no permita botar basuras y hacer pintadas en cualquier parte; y del cumplimiento en las nuevas construcciones y las reformas a las ya existente, de normas y usos del suelo; y que complemente a la seguridad privada en impedir los robos a los domicilios, y colabore con la Policía Nacional en el control de la delincuencia. Pero simultáneamente sería indispensable una reforma a fondo de la educación, y retomar la educación cívica que aquí ya dio resultados hace años, inculcando el respeto debido a los otros y la colaboración de todos al control no corrupto de la ciudad.

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Por lo tanto es crucial que los ciudadanos de Cali no se abstengan de votar para elegir el próximo Alcalde y Concejales, y el Gobernador y Diputados, y lo hagan por candidatos no populistas, ni polarizados, ni corruptos; y si no los encuentran entre los muchos oportunistas que hay, que voten en blanco para que los que salgan elegidos sepan que lo fueron por una minoría. En otras palabras, los ciudadanos tienen que controlar las elecciones de los funcionarios públicos, para que una vez que aquellos políticos sean elegidos, entonces sí se ocupen de controlar a los habitantes de la ciudad; sería una verdadera democracia que impida que esta ciudad siga tan descontrolada.

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