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Indudablemente hay un antes y un después en el orden internacional, luego de la invasión de Rusia a territorio ucraniano hace ya un mes. Sin embargo, los efectos colaterales hasta ahora empiezan a vislumbrarse, siendo el inicio de una catarsis que tendrá grandes repercusiones globales, principalmente en la economía internacional.
El punto de inflexión se da en este caso específico porque históricamente las polìticas públicas que buscan castigar económicamente a un actor del sistema -formuladas por occidente- han sido históricamente insuficientes, principalmente por tres factores: falta de voluntad política para su aplicación, acuerdos diplomáticos insuficientes o lagunas conceptuales que en la práctica hacen a las sanciones, inocuas.
Pero en el caso ruso, en menos de tres semanas Estados Unidos y sus aliados han logrado golpear drásticamente su economía (y por ende la internacional). Tal y como lo resume Nicholas Mulder, Profesor de historia de la Universidad Cornell: “ han logrado aislar a los principales bancos rusos del sistema financiero mundial; se bloqueó la exportación de componentes de alta tecnología al unísono con los aliados asiáticos; occidente se apoderó de los activos en el extranjero de cientos de oligarcas ricos; revocaron los tratados comerciales con Moscú; líneas aéreas rusas prohibidas del espacio aéreo del Atlántico Norte: ventas de petróleo rusas restringidas a los Estados Unidos y el Reino Unido; bloqueó toda inversión extranjera en la economía rusa desde su jurisdicción; y se congeló $ 403 mil millones de los $ 630 mil millones en activos extranjeros del Banco Central de Rusia”.
El efecto inmediato, es lógicamente el desplome de la economía rusa. La devaluación del rublo (un tercio más barato que en enero) ha devastado el sistema financiero de ese país, haciendo que el mercado rápidamente busque respaldo en el oro, por lo que muchas personas están adquiriendo el metal, lo que ha hecho que las autoridades fijen límites para que el propio país conserve reservas. Con la caída del rublo y el desplome de los mercados viene la contracción del PIB, que se estima entre un 9% y un 15% este año, lo que a su vez impide el desarrollo de los mercados locales y regionales, haciendo que el desarrollo del sistema ruso y su impacto en la economía internacional en los últimos 30 años, se pierda completamente.
Sin embargo, los efectos colaterales en la economía internacional se pueden identificar mediante las variaciones en los mercados adyacentes de los países vecinos, los efectos de la contracción de la inversión en el sector privado, los estragos en la economía mundial y por supuesto, las respuestas rusas a estas sanciones.
Solo en tres semanas, los precios del petróleo, el gas, materiales minerales como el níquel y el aluminio se han disparado dramáticamente. El cierre de mercados ucranianos y rusos ha hecho que los inversores no comercien en la región, lo que está ocasionando una escasez de materia prima como como metales en general, y cereales.
Por otro lado, el cierre del comercio ruso está logrando una importante contracción del sector privado en la región, pues la salida de importantes industrias del país no solo afecta el desarrollo del libre comercio internacional (a pesar de que estas salidas no responden a sanciones propiamente, sino más bien a una condena global generalizada) por lo que Rusia ya tiene previsiones de capitalizar y administrar aquellas industrias privadas que entren en liquidación.
Lo cierto es que a medida que las sanciones sean más intensas, la economía mundial sufrirá más daños, por lo que el sistema internacional ya debe estar pensando en las políticas de estabilización globales que vayan más allá de la reapertura política con viejos socios, como es el caso de EEUU con Venezuela e Irán. Los esfuerzos deben estar encaminados a reforzar los diálogos en las vías diplomáticas para poner fin inmediato al conflicto en Ucrania para no desestabilizar aún más el sistema económico mundial.
