Las mascotas que no son de carne y hues

Por Redaccion |
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La mayoría de personas que tienen una mascota argumentan que son la mejor compañía, que les han cambiado sus vidas y que son el ejemplo perfecto de amor incondicional y entrega. Pero resulta que, hoy en día, ya hay mascotas artificiales capaces de crear conexiones emocionales con los humanos. La más reciente es un perro llamado Aibo, que fue presentado por Sony en la feria de tecnología e innovación CES, en Las Vegas (Estados Unidos).

Este perro (que se vende a 1.750 dólares la unidad), además de dar afecto a sus dueños, es capaz de aprender nuevas palabras, gestos y órdenes, algo que –dice la empresa– le permitirá desarrollar una personalidad única. Es decir: cada perro robot será tan único como su dueño.

Y aquí comienza el debate, pues estos animales artificiales parecen proveer los mismos beneficios que los de carne y hueso, y requieren de menos atenciones y gastos.

Para la psicóloga María Elena López, los robots son creaciones que representan un avance sofisticado y sorprendente. Pero, al mismo tiempo, tenerlos puede evidenciar que las necesidades psicológicas más profundas de las personas, que aún siguen vigentes en este siglo –como ser querido, tener a quien cuidar, alguien por quien luchar; es decir, tener conexiones emocionales significativas–, están sin cubrir.

“Yo no recomendaría a los padres dar a sus hijos una mascota robot frente a la posibilidad de tener una de carne y hueso, que no se le acabe la pila y toque recargarla”, explica López. Para ella, esto avalaría un enfoque facilista e individualista que, por un lado, exime al dueño de responsabilidades y de compromisos afectivos y materiales que son demandantes y exigen que las personas den, cedan, trancen, se esfuercen. Y, por otro, también sería renunciar a la posibilidad de relacionarse en esa dimensión humana que es el amor.

Aibo no es la primera mascota de este tipo. Es una actualización del pionero perro robot que Sony lanzó al mercado en 1999; solo que este es más ‘animal’ y menos robot, según sus fabricantes. Desde entonces, la industria de mascotas robóticas ha sido un éxito. En 2006 llegó Genibo, un perro que podía seguir órdenes. Hoy, en el mercado, también se puede encontrar a Zoomer Kitty, un gato robot capaz de actuar como un gato real: sigue a su amo, sus ojos cambian de color para expresar su estado de ánimo, abraza, salta y ronronea.

Zoomer es un perro cachorro dálmata interactivo diseñado para niños. Wow Wee Perro Robot Chip, además, puede ser controlado desde el teléfono celular.

El año pasado salió el robot foca Nuka, ideal para adultos mayores. Daba tantos resultados positivos en personas con depresión o demencia que en algunos casos ayudó a sustituir los medicamentos. Para la veterinaria etóloga Carolina Alaguna, estos robots son ideales para personas que no pueden hacerse cargo de un animal real.

Entre las causas frecuentes de abandono animal, en especial por estas fechas, están los perros y gatos que fueron adquiridos en Navidad como regalo –generalmente por capricho de los niños– sin reflexión y conciencia de lo que acarrea tener a cargo un animal de compañía, le dijo Alaguna a EL TIEMPO.

“También me parece buena opción para enseñar a los niños pequeños a interactuar y a respetar a los animales sin poner en riesgo ninguna de las partes”, sigue Alaguna, convencida de que para las personas que reconocen la diferencia entre un juguete y un ser vivo, nunca será igual tener como compañía a un perro o gato robot a uno real.

“Solo las personas que entienden la importancia de ese respeto interespecie y son capaces de responder por el bienestar físico, mental y natural de los animales de compañía serán capaces de reconocer las bondades de compartir su vida con un ser que siente y tiene un ciclo de vida”, añade la experta.

Por su parte, las empresas que crean mascotas artificiales dicen que serán cada vez más de compañía para los humanos y anticipan que ellas –capaces de interactuar con las personas, entenderlas y jugar con ellas– estarán cada vez más en los hogares.
Total, la única necesidad será conectarlos a la corriente. Y la gran pregunta vuelve a surgir: ¿una mascota robot o una de carne y hueso?

Recurso médico

La residencia Palace Gardens, en la ciudad de Homestead (sur de Florida, EE. UU.), decidió hace un año adoptar como terapia para residentes con enfermedades como el alzhéimer un gato y un perro robóticos con apariencia real.

Esta medida ha resultado beneficiosa para los más de 90 residentes de este centro, algunos de los cuales ya cuentan hoy con sus propios animales artificiales, comprados por sus familiares.

“Mi madre tiene demencia, y es difícil para ella articular lo que quiere decir. Se siente nerviosa y frustrada. Cuando le dimos uno de estos animales se calmó inmediatamente”, asegura Bárbara Brunet, hija de una de las residentes.

Al ver la magnífica reacción de su madre, Bárbara decidió comprar un gato y un perro robóticos. Los habitantes de la residencia se sientan alrededor de mesas donde, entre objetos sensoriales y rompecabezas, reinan ahora perros, gatos y muñecas.

“Cada vez que los ven se sorprenden. Les aportan ese sentimiento de sorpresa”, afirma Jennifer Almodóvar, terapeuta y directora de las actividades de tratamiento de la memoria del centro.

Los perros, que tienen la apariencia de golden retrievers, también responden al sonido y al tacto, y al acariciarlos se dan la vuelta y ladran, además de tener un latido simulado.

“Muchos de los residentes tuvieron hijos en su vida. Cuando ven a los muñecos, inmediatamente tienen ese instinto maternal y paternal de cuidarlos y solo quieren agarrarlos”, asegura Almodóvar.

Sin necesidad de limpiarlos y llevarlos a pasear, cosa que no podrían hacer, estos animales robóticos, así como los muñecos, hacen más placenteras las horas de este grupo de abuelos del sur de Florida.

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