España y Alemania, repartieron puntos en el grupo E

Por Redaccion |
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Había promesa de partidazo, de choque de potencias, de duelo de candidatos, de una confrontación de máxima tensión, de no respiro, de no descuido, de fuerza y calidad, de honor y fútbol, y nadie defraudó. España y Alemania jugaron una pequeña final del mundo en el grupo E del Mundial de Qatar y empataron 1-1 en un partido para subir el nivel y la temperatura del torneo. 

España y Alemania se miran con respeto, se desafían con audacia, se cuidan el uno del otro porque el uno y el otro saben que en frente habrá resistencia, peligro, ambición. 

España llegó al juego con inspiración a tope, luego de golear a Costa Rica 7-0. Alemania, por el contrario, llegaba dolida, herida en su orgullo alemán por perder contra japón. Pero eso era antes de los himnos, porque la pelota rodó y ya era otra historia, un enfrentamiento parejo, entre dos equipos que no necesitan mirar los antecedentes recientes, solo miran al frente, a ver cómo es que van a hacer daño. 

Y España, la elegante España de Luis Enrique, puso la música inicial, el toque veloz, los desplazamientos de defensa a ataque con prontitud de huracán. España toca y lastima. Profundiza y golpea. Acelera y destroza. Y lo hace con elegancia, orquesta vestida de rojo, Pedri al comando, Gabi a su lado,  Busquets al respaldo. Laterales al ataque, orden desde atrás. Una maquinita.   

Así arrancó, y Alemania como que dio un paso atrás, como que sintió la marea roja muy encima, sobre todo cuando a los 7 minutos Olmos probó su puntería y los buenos reflejos de Neuer. Y Alemania tardó un poco en levantar la cara y gritar, 'somos Alemania'. Y respondieron. 

Allá fue Gnabry para recoger un balón mal entregado por Unai Simon y sacar un primer disparo, un anuncio, una advertencia, y la pelota cerquita. Fue la mejor respuesta alemana. 

Pero España dominaba, sus predios y los ajenos. Construía con paciencia, se acercaba, tejía su gol como le gusta: elaborado.

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Y sin embargo, fue Alemania el que gritó gol, un grito en falso. Al minuto 39, tiro libre, bombazo al área, Rudiger fue al encuentro, y de cabeza anotó, pero el tanto fue anulado por uno de esos milimétricos fuera de juego. El propio Rudiger quedó ardido, sangre en el ojo, y luego sacó un remate como si fuera el más virtuoso atacante, y atajó el portero. 

Y mientras tanto, España dominaba, tocaba, elaboraba. Paciencia. 

En la segunda parte al fin la construcción tuvo premio. España lanzó uno de sus ataques feroces, con Jordi Alba tirado al frente, su centro perfecto y rastrero, y fue Morata el que se adelantó a su marcador, estiró la pierna cuan larga era, punteó con el revés de su guayo y engañó a Neuer, golazo, 1-0, 61 minutos. 

España aumentó su confianza, su posesión, circulaba la pelota, agredía, Alba tirando centros, Gabi en la búsqueda, Pedri inventando, pero como el de en frente era ese temible rival que cuando se despierta se despierta, nada estaba escrito. 

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El portero Simon tuvo trabajo, como un remate que le evitó a Muslala, que picó al vacío y se encontró solo de frente al portero, y no pudo. 
 
Al minuto 82 los alemanes atacaron con todos sus tanques. Robaron la pelota, porque España toca bonito pero si la pierda queda expuesto, y lo alemanes fueron en manada, Mussiala se acomodaba para rematar pero de atrás venía con más fuerza y velocidad y visual, Füllkrug que sacó su remate lleno de dinamita, un estallido en el área, si el portero Simon metía las manos, corría el riesgo de perderlas, y adentro, 1-1.  

El resto del partido, lo poco que quedaba, fue de tensión, de pelear, de jugar, de chocar, de empujar, de ir y volver, con dos equipos hechos para atacar, hechos para destruir. El choque de dos bombas detonó en empate. 
 

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