Triste mirada del migrante

Por Guillermo E. U… |
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Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


A finales del siglo diecinueve y principios del veinte, Estados Unidos fue el más grande receptor de hordas de migrantes europeos provenientes de Italia, Irlanda y Alemania. La hambruna, condiciones infrahumanas, persecución política y falta de oportunidades motivaban abandonar sus países de origen. Las dos guerras mundiales alimentaron aún mas el deseo de salir. La mayoría huían, con apenas la ropa puesta, dejando familia, costumbres, apacible entorno y creencias religiosas. 

El “holocausto” judío, el más grande genocidio cometido contra la población judía alemana, orquestado por Heinrich Himmler, siguiendo la visión de una raza superior de Hitler, fue un capítulo sin antecedentes. Como animales los prisioneros eran llevados a campos de concentración y asesinados en cámaras de gas.

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Grandes producciones cinematográficas han captado vívidamente esos momentos. El Padrino, bajo la dirección de Francis Ford Coppola y La Lista de Schindler de Steven Spielberg, ambos directores hijos de migrantes han recreado la angustia y desasosiego del rostro humano.

Expresiones de desesperanza, temor, pánico, zozobra e incredulidad nos hastían. Son recordatorio permanente de historia universal de malvad. Escenas dantescas, que jamás serán olvidadas, siguen siendo recreadas por quienes, hacienda ostentación de poder, obnubilados en fantasmagóricas personalidades siguen destruyendo vidas.

Durante los últimos sesenta años, América Latina, sufre fenómenos similares. Fidel Castro, y su sequito de seguidores, convirtieron a Cuba en la más grande prisión. En la bella isla no se conoce la libertad. La expresión espontanea de la personalidad es perseguida. Sin juicio, ni imploración de derechos humanos, el castigo severo es la muerte por fusilamiento, amparada cínicamente por la Constitución.

El mas reciente episodio lo hemos atestiguado excepcionalmente con el éxodo de venezolanos. De los más de siete millones de desplazados, por lo menos la tercera parte han encontrado refugio en nuestra nación. Al igual que en los anales de la historia, el enceguecido régimen destruyó, en ilusiones de falsa ideología, la bienaventuranza, bienestar y desarrollo, del país más próspero de América Latina.

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Es momento crucial para fortalecer nuestra firme convicción democrática de libertad. Es nuestra responsabilidad acompañar la ejemplar institucionalidad que como nación hemos forjado. No podemos dejar al libre arbitrio los cantos de sirena que equivocada y diariamente escuchamos.

La desolada y penetrante mirada del migrante desplazado, sin ocultar su tribulación, es reflejo palpable del espejo que como colombianos empezamos a fraguar y sentir.

El despertar colombiano apenas comienza. No podemos ser inferiores a nuestro legado. Unidos jamás seremos vencidos. 

Inconsolable sería deambular por el mundo con la triste mirada de migrante de pueblo desplazado que ha perdido su hogar, su patria y su estima.

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