Reforma Agraria o Seguridad Alimentaria

Por Guillermo E. U… |
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Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


Cecilia López Montaño, designada por el presidente Petro ministra de agricultura, ha manifestado en entrevista al diario El Tiempo, que “va a emprender una reforma agraria sin timidez”. Nuevamente se pone de presente la diferencia ideológica entre tenencia, territorialidad y productividad.

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En su planteamiento, extraño en una persona de experiencia, jamás menciona estrategias dinamizadoras del sector productivo agropecuario, cercano al 8% del PIB

El planteamiento de una redistribución de tierra improductiva, tildando la ganadería como tal, no deja de ser un sofismo de distracción sobre la verdadera vocación agropecuaria de tierras. No todas las tierras dedicadas a la ganadería tienen disposición de generar una agricultura eficiente.

En su planteamiento, extraño en una persona de experiencia, jamás menciona estrategias dinamizadoras del sector productivo agropecuario, cercano al 8% del PIB. Incorporación de distritos de riego, infraestructura de vías principales, secundarias y terciarias, incentivos fiscales e identificación de condiciones ideales de producir determinado tipo de cultivo por zonas, factores conducentes hacia el eficiente autoabastecimiento alimentario.

Distorsiona su idea con la simpleza de sustituir la importación de maíz como factor fundamental de abaratar el costo de alimentos proteínicos. Se olvida que Estados Unidos, China y Brasil, productores del 70% del maíz mundial, generan altos rendimientos, por razones de eficiente uso de la tecnología, mejores prácticas agronómicas, luminosidad, sistemas de riego y probadas variedades hibridas, resultante de décadas de investigación y desarrollo. La producción norteamericana supera las 10 toneladas por hectárea mientras Colombia se sitúa en 5,5 tons/ha. El otro factor del precio final es el alto subsidio concedido por el gobierno norteamericano.

Para poner en practica la insensata propuesta, primero debe incentivar la producción compensando la diferencia entre la mayor productividad norteamericana, el subsidio y el valor de mercado del alimento básico (commodity). A renglón seguido su propuesta debe ser acompañada en determinar dónde encontrar las mejores condiciones agrícolas de suelos, fertilidad, infraestructura de riego, vial y la micro adecuación de las parcelas individuales. La agricultura se escribe con “A” de agua, dicen los avezados campesinos. Como irrigar cultivos y como evacuarla en épocas de lluvias o crecientes ribereñas.

Después debe incentivar, mediante beneficios fiscales, la importación de maquinaria agrícola, cosechadoras y construcción de bodegas de almacenamiento. Por último, y para garantizar que el producto final tenga precios competitivos para productores de alimentos proteínicos, debe introducir el modelo de comercialización, que hace décadas tuvo el IDEMA, (Instituto de Mercadeo Agropecuario), creado en 1944, y liquidado, por razones de ineficiencia, corrupción y apertura económica en 1997.

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Por último, y para garantizar que el producto final tenga precios competitivos para productores de alimentos proteínicos, debe introducir el modelo de comercialización, que hace décadas tuvo el IDEMA

Tampoco manifiesta en que forma va a regular la ineficiente e inexistente producción agropecuaria de la tercera parte del territorio nacional entregada a las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes, resultante de la disputa ideológica, cumplida con creces de la “deuda histórica”, bandera ideológica de paros y manifestaciones de territorialidad y no de productividad.

Por último, es incongruente el planteamiento de utilizar el catastro multipropósito como herramienta democratizante en búsqueda de convertir al estado en receptor de tierras para distribuir entre campesinos.

Volvemos al ejemplo de la tercera parte del territorio nacional entregado a las organizaciones campesinas, indígenas y afrodescendientes. No solamente son improductivas, sino que no pagan impuestos prediales, ni de renta, ni de patrimonio, empobreciendo las arcas del erario.

En consecuencia, el estado deja de percibir ingresos y la riqueza agropecuaria de nuestros microclimas, infinidad de pisos térmicos y abundante recurso hídrico, termina en insulsas disputas de tenencia, territorialidad y derechos ancestrales, en vez de contribuir en la importancia de solución a la verdadera problemática global de seguridad alimentaria, para sostener la creciente población cercana a 10 billones de personas.

Incentivemos la producción agropecuaria apoyándonos con el clamor, conocimiento y experiencia gremial, antes de enfrascarnos en soluciones e ideologías bizantinas, irracionales y pueriles.

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