Los cerros tutelares en llamas

Por Guillermo E. U… |
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Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


En los últimos dos meses ardieron los cerros de la ciudad. En esta ocasión manos criminales fueron las causantes. Después de las quemas se empezaron a ver orquestadas y organizadas invasiones de los mismos. Fue quizás, en esta ocasión, la más devastadora destrucción que la ciudad haya presenciado. Desde Altos de Menga al norte hasta el Cerro de la Bandera y el corregimiento de La Buitrera en el sur, en cuestión de pocas semanas, lo que era una incipiente forestación se convirtió en desolación.

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El Cuerpo de Bomberos, comunidad y autoridades fueron avasallados por la furia de las llamas, frustradamente incapaces de controlar la planeada catástrofe. No es la primera, ni tampoco será la última vez, que esto ocurra. Fue demostrada la falta de control y miopía de la Dirección de Planeación Municipal, DAGMA, EMCALI, CVC y Parques Nacionales. 

Desde el siglo pasado, las mencionadas instituciones, establecieron la inexplicable cota máxima de urbanismo a 1,250 mts.  Quizás la mas aterrizada razón consistió en la imposibilidad de bombeo de agua por encima de la cota mencionada, lo cual implicaba cuantiosa inversión en sistemas de bombeo e igualmente la dificultad de construir sistemas de alcantarillado y pluviales, por las pronunciadas pendientes. Inconvenientes que son por la ingeniería aplicada.

Lamentable, que en los Planes de Ordenamiento Territorial, tanto el primero del año 2000 y el segundo en el 2014, no se hubiera modificado la cota, exigiendo establecer mecanismos que permitieran aminorar el eventual riesgo de invasiones. 

El caso puntual del barrio Terrón Colorado, lo barrios vecinos que se extienden sobre la carretera al mar, hasta el reten forestal del kilometro 8, no solo sobrepasan la aludida cota, sino que hoy cuentan con servicios públicos que a exorbitantes costos de inversión, precisamente por falta de planeación, tuvieron que ejecutarse. 

Lo mismo se replica en las invasiones, posteriormente convertidas en asentamientos subnormales y finalmente incorporadas como vivienda en las comunas 18, 20 y los corregimientos de Golondrinas, Montebello y La Buitrera, entre otros.

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No podemos quedarnos en lamentaciones de los hechos ocurridos. La ciudadanía debe exigir a las oficinas de Planeación de todas las instituciones involucradas, no basar sus criterios planificadores en anteriores normas. Contrariamente deben estudiar juiciosa, integral y coordinadamente, soluciones que impidan devastadores incendios que son la antesala de invasiones y asentamientos subnormales. Con ello se evita el exorbitante costo de incorporación a redes de infraestructura, transporte y servicios públicos que eso implica, infinitamente superiores, por falta de adecuada y previsible planeación.

¿Por qué no pensar en convertir los cerros en planificados y vigilados espacios recreativos, deportivos, de relajación, con infinidad de ciclorrutas, senderos peatonales y polideportivos como política fundamental medio ambiental de una ciudad que demanda parques?

El gran parque Fénix”, que al igual que el ave mitológica, se regenera de las cenizas de su predecesor.

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