La caída del sistema internacional de occidente

Por Jean Nicolás Mejía H |
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El sistema internacional contemporáneo es el resultado de diversos procesos en los que destacan actores como los estados – países

Jean Nicolás Mejía H

El sistema internacional occidental está condenado, y podría ser una de las mayores crisis del siglo XXI. Y como si no terminara de sonar pretenciosa la anterior afirmación, ese proceso pudiera poner en jaque al sistema político de Naciones Unidas, que ha construido el sistema democrático y la relativa estabilidad política internacional mediante el mantenimiento de paz, en virtud de su carta y esencia, en los últimos 75 años.

El sistema internacional contemporáneo es el resultado de diversos procesos en los que destacan actores como los estados – países-, la economía y los organismos internacionales, entre otros. Durante el siglo XX procesos como las guerras mundiales, crisis económicas y revoluciones sociales y políticas, ayudaron a configurar el sistema internacional como lo conocemos.

La crisis del 29, la crisis del petróleo de 1973, la apertura de mercados neoliberales e intercambios comerciales a gran escala, las crisis derivadas de la devaluación de monedas frente otras en los 90 – problema que persiste hasta hoy- y las burbujas inmobiliarias y de las hipotecas en los 2000, configuran el delicado sistema que rige la economía y el comercio internacional. Un sistema mal llamado - en su sentido más ortodoxo- “capitalista”, que depende del sistema político internacional en una relación de mutua dependencia. El siglo XX fue entonces el escenario de la configuración y organización territorial del mundo que conocemos hoy: Europa, Asia, África.  Sistemas sociales convulsionados en el continente americano. Capitalismo, comunismo y globalización. Guerras entre estados y al interior de ellos, pero también acuerdos y tratados, reglas de juego.

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El “eurocentrismo” estableció un modelo político internacional. Dan cuenta de lo anterior los procesos anteriormente mencionados

El “eurocentrismo” estableció un modelo político internacional. Dan cuenta de lo anterior los procesos anteriormente mencionados. El hito más grande de este modelo - cooperativo y colectivo- fue la integración entre países a diferente nivel. Tal vez el romanticismo de la cooperación política nació de la Unión Europea: de no solo integrarse económicamente, sino políticamente también. A dar concesiones en la toma de decisiones a nivel regional. A partir de esto la globalización fomentó la integración de países y estos empezaron a compartir recursos, conocimientos y cooperación en muchos niveles. Acuerdos económicos, sociales y políticos en todo el mundo aparecieron y florecieron.

La Unión Europea se constituyó como un modelo a seguir mundialmente, por su nivel de integración. Pero el sistema internacional, impredecible en esencia como las ciencias sociales mismas, da muestras de que el cooperativismo político no es tal, y que los foros políticos son buenos espacios de reflexión, pero que en la práctica prima el interés particular. Los primeros esbozos del desintegro de una Unión Europea – hoy - profundamente dividida social, económica  y políticamente desigual y convulsionada; el Brexit con  la salida del Reino Unido de la UE, y con él, el desintegro de los ideales de cohesión política, al menos a nivel regional.

Lo que significa para el mundo de occidente el proceso del Brexit va mucho más allá del descubrimiento de una nueva Europa, desconocida por primera vez desde el fin de la segunda guerra mundial: muestra un mundo mediado por los intereses estatales, “individuales”, bajo las lógicas de la economía internacional.

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Y mientras que EE. UU le declara la guerra comercial a China a partir de un discurso político radical

 La necesidad de sobrevivir en un sistema que económicamente ha obligado a los países a competir entre ellos los ha vuelto más pragmáticos, en particular a las economías asiáticas. Los espacios de integración en donde prima la cooperación económica y no se debaten espacios de concertación política parecen ser mucho más estables y eficientes. Como afirmaba Adam Smith en su propuesta de la Teoría Tradicional, el Bienestar y la política comercial: “el intercambio internacional contribuye al bienestar mundial, pues a largo plazo maximiza el bienestar social sin intervención estatal”.

Prueba de todo lo anterior, es la fortaleza de comunidades económicas como ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), el surgimiento de los Tigres Asiáticos (Malasia, Indonesia, Tailandia y Filipinas), el interés creciente geopolítico del índico, principalmente por sus rutas comerciales. Japón, la tercera economía mundial, acumula un porcentaje de tratados bilaterales y TLC alrededor del mundo, con  altísima en contraste con las demás potencias económicas globales.

Y mientras que EE. UU le declara la guerra comercial a China a partir de un discurso político radical, esta pone su atención en la inversión de infraestructura en África, y pacta acuerdos económicos en Latinoamérica. ¿Qué tienen en común los acuerdos económicos promovidos por las potencias asiáticas en todo el mundo, y los espacios de integración económica asiáticos? Pues que buscan en esencia eso: el cooperativismo económico, no la concesión de la toma de decisiones política, como en su momento promovió la Unión Europea.

Ahora el creciente poder económico asiático toca las puertas del sistema comercial occidental: Japón ha firmado un gran acuerdo comercial con Reino Unido (su primer gran acuerdo pos-Brexit), con unas características extraordinarias: el tratado permite que el 99% de las exportaciones británicas hacia el país nipón, estén libres de aranceles.

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El proceso del Brexit no solo es el fin de la comunidad europea como se conoce, sino que representa también el inicio de la transformación del sistema internacional

Lo anterior representa un antes y un después en la configuración del sistema internacional, pues no es necesario el nivel de integración política que tiene la Unión Europea para alcanzar acuerdos aduaneros que eximan casi en su totalidad, los aranceles comerciales. Ahora Reino Unido juega como un actor internacional independiente, mucho más fuerte y con capacidad de negociación sólida. Un acuerdo de esa magnitud entre ambos países no hubiese sido posible algunos años atrás, pues el interés de Reino Unido estaba volcado hacia la comunidad europea, y el mercado asiático no era tan fuerte.

El proceso del Brexit no solo es el fin de la comunidad europea como se conoce, sino que representa también el inicio de la transformación del sistema internacional: por un lado, la apertura a nuevos métodos y formas de comercio internacional nunca antes vistas, - oriente/ occidente - y por otro lado, muestra la realidad de la dificultad en la búsqueda de concesiones y acuerdos políticos supra-nacionales, pues al final el interés nacional parece ser sacar ventaja del sistema.

La transición hacia un sistema internacional en donde los intereses económicos configuran las relaciones entre los actores, en donde la integración política parece ser cada vez más difícil – los discursos cada vez son más polarizados y esconden intereses particulares -, es una realidad.  En un mundo convulsionado por la crisis de la pandemia, de protestas sociales alrededor del mundo, de crisis económicas locales y regionales, tal vez lo prudente sería volver a lo básico: tratar de conciliar políticamente, de crear espacios de concesión multilateral y de recuperar los ideales políticos del multilateralismo: la verdadera cooperación internacional.

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