Los costosos errores de la Junta del Cali

Por Redaccion Cali… |

Análisis deportivo

Sñrs. de la junta, no vendan al Deporcali!

En el primer partido de la tricolor en el Mundial Sub20, Colombia venció 4-1 a su similar de Francia. Ese día las figuras fueron dos jóvenes conocidos de la afición caleña: Michael Ortega y Luis Fernando Muriel, una sociedad que nació y creció en las inferiores del deportivo Cali, y que ahora hace trizas las zagas en el mundial Sub 20.

Según estadísticas de la FIFA, Ortega es quien más asistencias (pase-gol) ha realizado en lo que va corrido del torneo, un verdadero diamante que ya se perfila como una de las figuras del Mundial, léase bien UN MUNDIAL de futbol de la categoría.

Por eso, con una mezcla de alegría y amargura, la hinchada caleña recibían las imágenes de buen futbol y los goles de sus ex juveniles; aunque emocionaba ver triunfando a estos ‘muchachitos’ que crecieron en Pance, era triste recordar lo poco que duraron vistiendo la verdiblanca.

Con las pésimas administraciones de Rodrigo Otoya y Celín Navas, el cuadro azucarero se volvió una equipo ‘chico’, en el peor de los sentidos. Se dedicó a vivir de sus ahorros y sus glorias pasadas, a endeudarse a costo de malos negocios, ‘paquetes’ extranjeros y ‘cometas’ foráneas, que le quitaron espacio a los juveniles, mientras se engordaba el déficit de funcionamiento.

Tantas cuentas en rojo que el año anterior tocaron los $10 mil millones sólo podían ser saneadas vía venta temprana y mal habida de su bien más preciado: sus jugadores de cantera.

Michael Ortega, volante creativo de la provincia de Palmar de Varela, Atlántico, descubierto por Agustín Garizábalo, desde chico se mostró como un jugador alegre y especial de buen trato con el balón, calidoso y obstinado en la cancha; sus coterráneos le llamaban ‘maradonita’ y cuentan que a los nueve ya pintaba para muchos que lo conocieron. Tuvo un paso exitoso y fugaz por onceno caleño antes de ser vendido en Julio de 2010 al Atlas mexicano.

Muriel, la prematura venta del baluarte juvenil

A su lado brilló con luz propia su compañero de infancia, Luis Fernando Muriel, (Santo Tomás, Atlántico) miembro de esa estirpe tan rara en el futbol, el goleador nato; ambos emigraron del Cali de 19 años, ambos promesas que se estaban consolidando en el equipo pero que no alcanzaron a aportar su cuota títulos, sólo su cuota de dinero: Udinese de Italia pagó US$1,9 millones por el 70% del pase de Muriel, la cifra de Ortega es penosamente menor.

Algunos todavía recuerdan los primeros partidos de este mulato flacucho y correlón que saltó a la cancha a principios de 2010. En marzo, cuando el Cali necesitó refuerzos arriba, echó mano de sus promesas y ya de titular descolló marcándole una tripleta al encopetado Once Caldas en la profesional; después, anotaría un tanto de oro al América que significó el empate contra el archirrival rival de patio.

Deportivo Cali Cantera Deporcali

Al completar tan sólo cuatro partidos, el joven Muriel había llegado a la increíble cifra de 6 goles, un guarismo que inmediato giró todas las miradas hacía el deportivo Cali.

Ahora, tan sólo un año después, ambos hicieron magia contra Francia, Ortega metió un pase gol de taquito, floritura propia de un Crack para definición implacable vía enganche de Muriel. Jugadores como estos no crecen en los árboles, su aparición es más bien una singularidad del destino que no se repite muy a menudo y debe aprovecharse con beneficio de escases.

Si bien Cali es famoso por la calidad de su cantera, por sus constantes formaciones con bajísimos promedios de edad, haber feriado estos jugadores sin duda le traerá muchos dolores de cabeza a futuro. Tal como salió de Montero, como salió de

Rodallega en su momento, para después, tener que traer delanteros que aguaron la fiesta. Porque conseguir, y sobre todo consolidar un delantero es fruto de una inversión copiosa y procesos que duran varios años. Se requiere una constante y coherente política de canteras, con veedores que fatiguen las esquinas de la geografía, lugares donde a veces, surgen los diamantes, recorrer pueblos apartados y canchas polvorientas en busca de esa extraña perla, apoyándose muchas veces en la suerte.

Como esa pepita de oro que los mineros artesanales buscan por años en su platón, los equipos “chicos”, que no pueden darse el lujo de compras astronómicas, están a la espera de su nueva estrella, ese jovencito tipo Messi o Neymar que los saque, como si de un sueño se tratara, del sótano de la tabla.

Tras una política institucional que sirva de ecosistema para el descubrimiento y traslado de estos jóvenes, el equipo debe pagarles la estadía en la ciudad, el estudio, sueldos dignos que alcancen para sus gastos, el traslado a sus lugares de origen para ver la familia, tratamientos médicos y a veces físicos, alimentación, y todo esto durante largos años para llegar a cincelar al menos un crack.

Refuerzos del Deportivo Cali

lastimosamente este proceso lo echan al traste oscuros directivos sin visión de futuro, desconociendo la historia y el proceso, quienes llegan a matar la gallina de los huevos de oro al vender estos ‘delfines’ al mejor postor.

Casos como estos entristecen a la afición, algunos les alcanza para imaginar a su equipo con una formación de ensueño de figuras ‘feriadas’ los últimos años. Muriel y Ortega, son apenas la cabeza de iceberg de una larga lista de jugadores subastados a la carrera, ‘madurados viches’, y que en muchos casos, se echaron a perder.

De hecho, recientemente sonó en la prensa deportiva el caso del propio Muriel, quien enviado a préstamo al Granada de España, y en un ambiente algo hostil, protagonizó un escándalo con un lujoso vehículo que afortunadamente no pasó a mayores.

Otros con menos suerte, como el caso de Castillo, deben recalar en equipos americanos o europeos de segunda división, o incluso en equipos grandes, pero que, haciendo un negocio de oportunidad, los compran y los mandan a jugar a equipos de otras ligas, a ver si revientan, a ver si maduran, o si por el contrario, su carrera se va irremediablemente al limbo; casos hay muchos.

Caso contrario y paradigmático es el de Neymar en el Santos de Brasil; el gallardo Luis Álvaro Ribeiro, presidente del Santos de Brasil, a pesar de ofertas meteóricas u hostiles de equipos como el Real Madrid, ofreciéndose a pagar hasta los 45 millones de Euros de la cláusula del talentoso jugado, decidió irse en contravía del dios dinero y poner la dignidad y el equipo por delante: “«Nos ofrecieron dos hipótesis, llevarse al jugador ahora o más adelante... pero no queremos venderlo; Santos no es cualquier club sino que va a disputar el Mundial».

Así piensa un club grande, a sabiendas que a futuro esto puede significar réditos mucho más jugosos. Retener a la súper estrella juvenil en su equipo implica la posibilidad de conseguir más títulos, como el mundial de clubes de Japón en diciembre, como la liga local y otras suramericanas, ingresos por taquilla, publicidad, camisetas, pero sobretodo, dándole valor agregado a su público y su hinchada.

Pero así no piensan los directivos caleños, con políticas inmediatistas y cortoplacistas, cuando alguno se destaca buscan los empresarios con la excusa de “que hay que dejar que el muchacho triunfe”.

Ahora, cuando juegan en la vitrina del mundial y sus carreras se abren al mundo, los hinchas se lamentan de la mala dirigencia del club que prefirió venderlos tempranamente, para superar afujías económicas, para hacer pagos transitorios, cubrir malos negocios del pasado, en vez de no dejar que estos futbolistas se consolidaran aquí, en su casa, y de paso, pagar con un poco de gloria y títulos al equipo que los ayudó a triunfar.


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