¡Que nadie se acueste con hambre en Cali!

Por Maurice Armita… |

Por Maurice Armitage Cadavid

Visité recientemente la Fundación Arquidiocesana Banco de Alimentos y salí con sentimientos encontrados. De una parte, me invadió la angustia alimentada por la necesidad inaplazable de hacer algo ya por las más de 120 mil personas que en Cali solo cuentan -y cuando les va bien-, con una ración de alimento al día. De otro lado, la confrontación interna sobre nuestra indiferencia generalizada para llegar al punto de permitirlo, sin hacer nada contundente para que no ocurra. 

Que en nuestra ciudad mueran niños de desnutrición y existan tantas personas acostándose con hambre, es una enfermedad social que no solo debe atribuirse a razones de Estado.  La solidaridad empresarial y cívica en todos los niveles, es la única medicina con la que puede combatirse frontalmente y con acción inmediata esta problemática, que además adolece de mayor compromiso y sensibilidad gubernamental e institucional en todas las esferas.

Escuchar al Padre Oscar de la Vega me sacudió, sé que quienes me leen hubiesen sentido lo mismo en mi lugar.  Darme cuenta de que a pesar de que vivimos en la ciudad “dulce” del País, capital del departamento proveedor de azúcar al mejor nivel y cuna de ingenios cañeros; no existe en el Banco de Alimentos, el azúcar necesario para enriquecer la dieta alimentaria de tantas personas en estado de desnutrición, agudizó mi reflexión. Pero nada ganamos con flagelarnos, señalar o buscar las causas de este drama sin actuar.

Es claro que tengo una postura sobre lo que se puede hacer desde lo público para transformar con soluciones de fondo esta realidad, a través de programas asistenciales de Bienestar social que con un seguimiento riguroso sobre su cobertura, garanticen cada día menos habitantes de nuestra ciudad, amenazados por el peor de los ardores estomacales, interpretado como gastritis en los consultorios de quienes desconocen las consecuencias fatales en el organismo de una nevera vacía.  Y exagero, porque muchos de esos 120 mil caleños no tienen nevera.  En una ciudad de cerca de 3 millones de habitantes, donde muchos contamos con el privilegio de tener incluso, más de tres raciones al día, no nos es dable lamentarnos, decir “qué pesar”, o “dónde están los llamados a actuar” porque los llamados a HACER, para que esto no pase, somos todos!

He dicho que una de las razones por las que me propuse ser Alcalde de Cali, es mi necesidad humana de saber que lo hice todo, para que nadie en esta ciudad se acueste con hambre.  Mientras eso ocurre, tenemos siete meses para trabajar por apoyar obras como la del Banco de Alimentos e iniciativas como las que lideran el Padre José González con los Samaritanos de la Calle en los barrios Sucre y el Calvario, donde se calma el hambre de cerca de 5000 ciudadanos, en su mayoría en estado de indigencia.  La Hermana Alba Stella Barreto hace lo propio con la Fundación Paz y Bien, ayudando a los más débiles en el Distrito de Agua Blanca y la religiosa Marleny de Jesús, con sus dos comedores comunitarios en esa esquina del Oriente llamada Potrero Grande, atiende el hambre de las cerca de 30 mil personas que se asentaron en este rincón caleño.

Estamos llamados a movilizarnos! Y SÍ, este es un tema que demanda una solución integral, acompañada de generación de ingresos y oportunidades para los más necesitados, pero mientras eso ocurre, es, más allá de un deber humano, nuestra obligación moral, calmar el hambre de los más débiles.

Saquemos a flote nuestra solidaridad y mostremos de qué estamos hechos.  Podemos crear condiciones diferentes… Crear, creer  y actuar, por el bien de nuestra ciudad, para que nadie se acueste con hambre en Cali.

Búsqueda personalizada

Caliescribe edición especial