Educación urbana

Por Benjamin Barne… |

Por  Benjamín Barney Caldas

Especial para Caliescribe.com

Para tener una mejor calidad de vida en una ciudad no basta con la usual educación convencional escolarizada, técnica y profesional de los jóvenes.

Debe haber también, buena educación humanística para los ciudadanos, integral, permanente, sobre la geografía y la historia de la ciudad, y mucha educación en urbanismo, arquitectura y “urbanidad” para su adecuado uso.

Que sus ciudadanos aprendan a respetar las normas elementales de comportamiento en sus calles, plazas y parques. Pero también las reglas de buen uso de los espacios públicos de los edificios, como lo son sus circulaciones y demás recintos compartidos con otros dentro de ellos. Y por supuesto las que regulan las actividades individuales, familiares o sociales para que no invadan el espacio público física, acústica, olfativa o visualmente.

Plaza Mayor MadridCuando alguien va a otra ciudad en países con una mayor tradición urbana, rápidamente aprende de los otros cómo comportarse adecuadamente en el espacio público, y que debe respetar a los otros para que estos hagan lo propio con él.

Son comportamientos propios de las ciudades que se desarrollaron a lo largo de siglos, pero que en las nuestras, tan recientes y tan de rápido crecimiento, es preciso enseñarlas deliberadamente pues no hay tiempo de que se aprendan espontáneamente.

Por ejemplo, en las ciudades actuales compartimos las calles con carros, bicicletas, motos, varios tipos de buses y camiones, que se supone son los que deben usar las calzadas, mientras los peatones transitan por los andenes. Debemos poder caminar o circular por las calles sin interrumpir el paso o la circulación de los otros.

Pero además, en una buena ciudad existe una pronta y eficiente policía municipal a la cual acudir cuando sea necesario, pero no solo para garantizar la seguridad de los ciudadanos en ella, sino también para resolver los pequeños problemas cotidianos de convivencia, principalmente los que tienen que ver con la tranquilidad de los espacios urbanos públicos y las viviendas a lo largo del día y sobre todo de la noche.

Y que igualmente vigile el correcto uso de los edificios y que en los nuevos se cumplan las normas con las que fueron aprobados y las restricciones existentes durante la obra para que perturben mínimamente las calles y los vecinos. Lo mismo tribunales de arbitramiento que resuelven pronto las quejas de los ciudadanos al respecto y que vigilen que se cumplan sus sentencias.

Y por supuesto hay que considerar los diferentes modos de vida que tienen los habitantes de cualquier ciudad, para lo que es imprescindible que su oficina de planeación, que la planifica y diseña buscando hacerla más funcional, confortable y segura, y más bella, parta simultáneamente de la educación de sus habitantes en lo urbano y arquitectónico que los une; en el respeto al patrimonio y la sana valoración de las diferencias. Se trata, pues, de un educación urbana para todos, de la misma manera y por las mismas razones que actualmente hay un educación en el tema de la salud. Pero para que sean normas conocidas y respetadas por todos, tienen que ser pocas y contundentes, que se las divulgue y que se exija su cumplimiento enseñando a los ciudadanos la necesidad de respetar el derecho de los otros para que respeten el de ellos.

Búsqueda personalizada

Caliescribe edición especial