El peatón, entre la imprudencia y el caos

Por Andrés Belalcázar |

Los espacios de nuestra sociedad se hacen cada día más complejos. Con el aumento del número de carros y motos, la sociedad colombiana, cuyas ciudades habían crecido de manera descuidada y sin planeación, se vieron frente a un problema que no sabían manejar.

El tránsito es un problema de estructura, de seguridad, de educación y de salud. Las cifras de víctimas de accidentes nos ocupan a diario, los problemas de movilidad se volvieron el relleno preferido de los noticieros y los escándalos de corrupción alrededor de la construcción y el mantenimiento de las vías nos revientan la paciencia hace años.

El control del tráfico en este caso es el gran dolor de cabeza en un país donde unos y otros, peatones y conductores actúan descuidada o irresponsablemente.

La rabia que producen los accidentes que ocurren a diario es más fuerte cuando pensamos que muchos se podrían evitar, si los caleños tomaran las medidas preventivas adecuadas, o si las personas involucradas simplemente hubieran actuado de acuerdo a la ley.

La responsabilidad social que tenemos para con nosotros mismos y nuestros conciudadanos en la seguridad vial, parece extinta. Esto deja ver una gran mancha en nuestros valores culturales. Por qué esta ciudad rumbera, llena de vivos y tacaños, que pierden la vida por en accidentes pendejos, parece no querer cambiar. Parece sentirsé a gusto con el caos y la muerte, con conductores que actuan como criminales en persecución y peatones que parecen ciegos y sordos en las calles. Será cómo dicen cuestión de inteligencia vial... o será que los caleños han perdido completamente el respeto y la fe en la legalidad. El comportamiento que observamos bien puede deberse a esto, la sensación de que actuar respetando las reglas no da frutos. En cambio, bien que se la pasan los infractores. En un país plagado por corrupción esta es una actitud sino coherente, al menos redundante. Aquí donde pedirle a alguien que respete un PARE puede costarte un tiro en la cabeza.

Lejos la Cali cívica, lejos el "triunfo ejemplar" pero pasajero, de Mockus en la capital, hoy en día el panorama de la educación en civismo de nuestros ciudadanos, conductores y peatones, es más que sombrío.

Toca recalcar que es la intervención desde la prevención lo fundamental, y ésta se puede realizar a partir de la promoción de la Educación Vial desde los primeros años de vida con nociones básicas en relación a “SER PEATONES” y “SER CONDUCTORES”. Por qué los grandecitos parece que ya están bastante echados a perder y no aprenden. Entonces ese paraíso cívico se posterga y se sueña para nuestras juventudes reguetoneras. 

Lo cierto es que la mayoría de los países desarrollados han comprobado la importancia de la participación de los padres en los programas educativos que incluyen el tema, logrando muchas veces un cambio de actitud en los conductores más jóvenes que se vuelven más prudentes a la hora de manejar.

Pero de nada sirven estos grandes esfuerzos por que en realidad nuestros niños aprenden del ejemplo o son sencillas presas de la mala infraestructura. No hace falta sino ver como en el sistema de buses organizado del MIO la gente ha empezado a hacer cola, mientras en los demás buses reina el caos y las paradas peligrosas para abordar o bajar del bus.

¡Es difícil encontrar a un peatón que dé ejemplo a los demás!.

El peatón inconsciente es un candidato a invalidez permanente. Es una realidad que parece no estar en la cabeza de nadie hoy en Cali. ¿Es que ya nadie recuerda las estrellas negras? Esa efectiva campaña que nos dejaba fríos a todos en cada esquina. Creo que lamentablemente el miedo y la vigilancia son los únicos lenguajes que entienden nuestros ciudadanos. Habría que retomar estas campañas y no sólo seguir con la cara bonachona de Pirri, aprovechar que la mueca es bastante persuasiva.

Finalmente hay que decirlo, educar al peatón, es obligación de la administración; pero hacer que el conductor respete al peatón también es su labor, y tanto en una como en otra siempre nos ha quedado a deber.

 

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