Los jóvenes vulnerables ante la violencia

Por Juanita Cataño |

Cali, la ciudad que muchos conocen como la ‘sucursal del cielo’ es actualmente una ciudad insegura, no solo por los 419 muertos registrados en los primeros 3 meses por encima de ciudades como Bogotá que es mayor en extensión y población si no porque sus gobernantes no lo aceptan.

El alcalde de Cali en el informe de sus 100 días alardeó de una reducción del 13% en homicidios respecto al anterior año  – así es ¿y? – tenemos más de 100 homicidios mensuales, el Gobierno Municipal no lo quiere aceptar. Se dedico gran parte de su foro a hacer una crítica velada a los periodistas, a quienes tildó de no saber de lo que hablaban al comparar a Cali con otras ciudades en cuestión de homicidios.

Según Guerrero Cali tiene un método de medición amargo porque cuentan todo, lo que no sabe el alcalde es que no es el único, en Bogotá, Medellín y Barranquilla también lo hacen, de hecho Cali puede ser comparada con cualquier ciudad del mundo, pues para esta medición hay variables estándares que todas las ciudades deben hacer.

No podemos permitir que nuestros gobernantes sigan ocultándonos la verdad sobre la realidad, ellos solos tampoco pueden hacerlo todo, deben contar con la ayuda de la comunidad y para tal deben sincerarse.

Las comparaciones son odiosas pero cuando se hacen, se plantea una crítica constructiva y una solución no tienen por qué ser  recibidas con negativas ni rechazos.

De hecho la población más afectada tanto en víctimas como en victimarios son los jóvenes, están expuestos a la necesidad de cabecillas que se aprovechan de la frágil estructural judicial del país para menores de edad y los ‘educan’ para ser criminales asesinos.

De unos años para acá se viene presentando una actitud temerosa por parte de los adultos mayores hacia los jóvenes, incluso los profesores se han quejado de que en muchos casos prefieren abstenerse de regañar a sus alumnos ya que en varias instituciones se han presentado casos de amenazas a docentes que han llevado hasta el retiro de algunos.

Uno le pregunta a los ‘abuelitos’ y dicen que mejor ni le hablan porque  contestan mal o mínimo tienen un arma, prefieren no meterse con ellos, se quejan del irrespeto y el maltrato que tienen que soportar a diario incluso desde su familias donde en muchos casos son tratados como estorbos.

‘‘Mija uno a los muchachos ya no los puede ni aconsejar, mi nieto que tiene 16 años me abre los ojos, entra y sale de la casa cuando le da la gana y no le puedo ni preguntar, usted viera lo que me contestó cuándo le pregunte que porqué se había perforado la oreja, termino diciéndome que cuanto me faltaba para que no le siguiera ‘jodiendo’ la vida’’, – ¿y la casa de quién es? –  ‘‘mía, la mama de él, mi hija se vino para acá cuando el marido la dejo, ella se la pasa trabajando todo el día porque el señor se perdió’’

Este es uno de los miles de casos donde las madres cabeza de hogar salen todo el día a trabajar y dejan a sus hijos grandes o pequeños al cuidado de sus abuelos, a quienes muchos de las nuevas generaciones no respetan, creando así un abismo entre la sabiduría que dan los años.

El desperdicio y mal uso del tiempo libre hace que estos jóvenes por el afán de ‘tenerlo todo’ caigan en la famosa cultura traqueta de Cali donde reinan las drogas, los crímenes y las malas costumbres que atraen las olas de violencia que azotan la ciudad en las zonas mas vulnerables.

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