Bogotá, feliz hoyo negro nacional

Por Redaccion. |

¿Qué pasa en la ciudad que está concentrando la mayor parte del crecimiento económico nacional?

La economía de la capital de la república ha pasado de ser una jalonadora del progreso colectivo a una aduana donde se filtran los recursos provenientes de las regiones, para ser redistribuidos, no según sus necesidades e importancia económica, sino según el número y el peso de sus representantes en las cámaras y el gobierno nacional.


Por Alex Sterling

Enviado especial

Departamentos como el Valle del Cauca, el más afectado en la repartición del presupuesto para el año 2013, vieron castigadas sus malas prácticas sociales, políticas y económicas con un descenso de categoría. Mientras que el departamento de Cundinamarca recibe 560.000 pesos de presupuesto por habitante, al Valle le tocan 372.000. Departamentos con altos índices de crecimiento y una poderosa industria como Antioquia, que aporta billones al presupuesto nacional, también reciben una cantidad escandalosamente menor, en comparación con Bogotá y el departamento que lo contiene.

Por mera matemática, si el 52 % del presupuesto nacional se va financiando el funcionamiento del aparato público, y gran parte de éste tiene su sede en Bogotá, una tajada desmesurada se quedará en ese lugar. Dicho de otra forma, el sistema mismo favorece la economía de la capital, ya que emplea a un número proporcionalmente superior respecto a otras regiones de servidores públicos, con sus sueldos, pasivos pensionales y demás implicaciones parafiscales.

El producto es una cultura tributaria solapadamente centralista, que confiere un derecho supremo en la distribución de los recursos nacionales, encaminados a fortalecer una ciudad que tiene todas las intenciones de una metrópoli, no sólo como merecimiento de su buen comportamiento en algunos sectores económicos y políticos, sino tal vez en detrimento de ciudades y regiones secundarias.

El sindicato antioqueño se pronunció hace pocos meses. La reacción esperada de un gremio regional que había sido abiertamente favorecido en los mandatos sucesivos de su coterráneo, Álvaro Uribe Vélez, y que que ahora se siente abandonado a su suerte, al tiempo que el gobierno vuelve a ser capitalino, una generalización que incluye al presidente mismo. Hay un malestar manifiesto en las regiones, eso está claro. El desequilibrio se venía presentando desde administraciones pasadas, la Cámara de Comercio de Cali realizó un estudio que dice que entre 2002 y 2008, el Valle del Cauca aportó a la nación 39.5 billones de pesos para sólo recibir 8.5 millones.

Siendo una realidad patente que pone en aprietos las arcas de los departamentos mal representados en el gobierno central, surge una duda: ¿Cuál es la cotidianidad de ese crecimiento económico inequitativo, respecto a las regiones, de la capital del país? Una discreta observación de los sectores que componen su economía revela lo que pasa en la capital de la república, en el día a día:

Centimetro a centimetro se recorre un zona urbana densamente poblada, la carrera 7ma. Eje de la cultura bogotana, empieza a espabilar respecto a sus responsabilidades con la modernidad. El incremento de las construcciones horizontales, dado el elevado precio del metro cuadrado de la tierra, termina en una tendencia a levantar torres por encima de los 10 pisos. 

El cupo habitacional de los sectores comerciales de la carrera 7ma se ha duplicado en los últimos 6 años. Construir apartamentos con áreas reducidas, para familias que ya no son tan grandes o para profesionales solteros, ha ayudado aumentar la densidad de habitantes. Hay, además, una fuerte demanda habitacional, una que hace que alguien pueda caminar varias cuadras en Chapinero, sin encontrar casi ningún aviso de “se arrienda” en una zona altamente apetecida. La razón, los índices de ocupación de la vivienda están por la nubes, lo mismo que los precios. Uno de los principales promotores de esta sobrepoblación del sector es la alta tasa de migrantes internos, que prefieren ubicarse en la zona, en tanto ésta concentra gran parte de las empresas que requieren mano de obra altamente calificada.

La misma historia no se puede contar en el centro. Hay planes concretos por parte de la administración de Gustavo Petro para redensificar el sector. Unos que incluyen medidas tan drásticas como la expropiación, una maniobra que suele tener un alto costo político. 

Debido a una cultura que ha venido perfilando un ciudadano que no quiere gastar dos horas de su vida moviéndose a 10 KH por una autopista, los profesionales y trabajadores en general ven con buenos ojos todo este auge de la construcción, uno que se fija como meta aglomerar a la mayor cantidad posible de trabajadores cerca de las zonas comercialmente en expansión.

Siguiendo por la carrera 7ma, después de la calle 100, el pavimento revienta un nuevo escenario de construcciones masivas. En este caso uno que involucra a los estratos 5 y 6. El 17 % de las construcciones de vivienda vigentes. El espacio entre las columnas es prolongado, se contruyen unidades residenciales con zonas de recreo y cancha de tenis. La microeconomía también permite apreciar el brillo quejumbroso del mayoreo suntuoso: las tiendas de barrio son reemplazadas por rapitiendas y autoservicios. Hay un alto incremento en el mercado de los artículos de lujo, reflejado en el sector automotriz, de esparcimiento y tecnológico. Por la calles del norte hay extensas pasarelas que ofrecen ropa importada y nacional con precios que pueden acercarse al salario mínimo. Los autos deportivos de gama alta ya no son inusuales y se los puede ver en los semáforos.

En conclusión, hay un auge de la clase media, media-alta, y alta, por encima de los estratos que los anteceden, a los cuales les ha caído muy poca luz de la generada por esta edad de oro. En Chía y La Calera más del 52 % de las unidades tienen precios por encima de los 261 millones de pesos. Cifras prohibitivas para los grandes porcentajes humanos, y extrañas para municipios colindantes, lejos de la urbe. En general, estos municipios, agregados a la metrópoli se han convertido en el dormitorio y zona de recreo de los estratos altos, concentrando el mayor precio por metro cuadrado de la historia.

El boom de la construcción y los servicios inmobiliarios representó en este periodo representó el 16.5 % de la actividad comercial total, ocupando el segundo renglón sólo por detrás del mayoreo, que es sociedades poco tecnificadas como la nuestra, suele aferrarse al primer puesto. El que la actividad inmobiliaria haya desplazado a la industria manofacturera del segundo lugar da muestras de una economía que ha colocado el acelerador en lo humano, lo financiero y lo turístico.

A primera vista queda claro que Bogotá no es un balneario y que, si bien en sus alrededores se encuentran tranquilos páramos para la relajación, no es una ciudad que se visite generalmente en un plan absolutamente lúdico. Así, se encuentran dos estereotipos del extranjero en la capital: El mochilero que busca conocer otra cultura y que suele utilizar la capital de la república como punto de partida para un recorrido que lo llevará por carretera por el resto del continente. La capacidad de gasto de este turista no representa un movimiento importante en el sector hotelero de alto vuelo, ya que puede ser o no alguien con una capacidad adquisitiva importante, pero que, más allá de eso, viene en un plan que tiende a considerarse aventura y supervivencia. Sus recorridos suelen ser en transporte urbano y a pie y, por demás, sus consumos gastronómicos no sobrepasan la mesa local. El sector de la economía que se beneficia de estos visitantes es el informal, incluyendo hostales no registrados, visitantes que se hospedan bajo la figura del Couchsurfing, o ventas callejeras de comida. Estos datos no se registran en los índices de crecimiento turístico, por estar por fuera de su área de control.

En el otro extremo está el tipo de turista que el mismo gobierno distrital se ha encargado de entender y promover: El hombre de negocios que se acerca con intenciones de invertir, capacitarse o establecer relaciones de culturales entre naciones. A este respecto, la gran industria hotelera nacional, a través de conglomerados enormes como Aviatur, cuyas directivas tienen alta influencia en el gobierno central, ha visto crecer los índices de ocupación de formas babilónicas.

En total, los turistas extranjeros que llegaron a Bogotá gastaron 1.1 billones de dólares en el 2011. A junio de este año la cifra ya supera los 1,3 billones, lo que hace pensar que de mantenerse esta tendencia se podría estar más que duplicando las utilidades netas del sector turístico. Un crecimiento que es entendible dada la imagen transformada que ha ofrecido el país a través de su política exterior, sus artistas y deportistas y todo elemento de su cultura y su economía que empezó a reemplazar paulatinamente el estereotipo de sociedad violenta y atrasada.

La participación del sector en el mercado bajó del 9,2 a l 7,2 por ciento, de lo que se debe deducir que si bien el sector turismo incrementó su capital e infraestructura, hubo otros sectores de la economía que tuvieron un desempeño aún mejor, aunque son dependientes del primero. Dada la naturaleza inversionista del visitante extranjero, no es de extrañar que se haya remodelado el aparato hotelero, el aeropuerto y la oferta turística en general, en un movimiento pensado para hacer de estas estadías en Bogotá atractivas para los exigentes estándares del comercio internacional.

A la fecha los productores masivos de tecnología tienen todos una oficina en el edificio de la bolsa de valores de Bogotá. Tal es el caso del monstruo chino de la industria de equipos para comunicaciones Huawei, que siguiendo la tendencia de conquistar el mercado latinoamericano hizo presencia en nuestro país. Muchas de estas empresas han empezado cotizar en nuestro mercado de acciones, particularmente bajo la sombra de la bolsa de bogotá, que concentra el mercado accionario de los grandes conglomerados financieros del país. La banca siempre ha tomado por sede natural a Bogotá, como un efecto colateral del mayor crecimiento económico de la ciudad. 

El yuppie trabajador del sistema financiero, su modo de vida, incluso su particular manera de vestir, ya es parte de una tribu urbana. Se les ve por la zona de la carrera 7ma con 70, donde se concentra todo el aparato financiero, apropiados de las calles. La intermediación financiera, sin embargo ocupa solo 3.58 de participación total, y su función más que la de aportar grandes capitales, es la de controlar su flujo, caso contrario a algunas economías que fijan como motor de desarrollo dicho sector.

Los asuntos de infraestructura vial y movilidad son una papa caliente. Los últimos escándalos políticos de la capital, por lo menos los más mediáticos, han tenido como protagonista a los contratistas viales. La red vial no está preparada para todo este crecimiento y es posible que lo desacelere. La situación es particularmente alarmante en horas pico y en las zonas comerciales. No solo el sector turístico se puede ver afectado por este atraso, sino la economía en general, dados los altos costos de desplazamiento, el valor de la hora de trabajo y el precio antinatural de los hidrocarburos.

El sistema unificado de transporte, Trasmilenio, se combina aún con el servicio regular. Los buses y busetas ocupan carriles enteros en algunas zonas donde el sistema masivo no llega y no está afinado con una industria que necesita mover a sus peones rápido y sin sobrecostos.

Camino al aeropuerto la autopista El Dorado muestra otra cara. Muchos de sus tramos parecen recién estrenados. Hay un ambiente de progreso en el área, se ven bodegas bajo la protección de grandes marcas. Las casas desaparecen a la margen derecha y reaparecen ya muy cerca del terminal aéreo, justo tras la pista, no es un polo de desarrollo habitacional, y el crecimiento de este sector en la zona es mínimo. Todo el trayecto de la avenida El Dorado está siendo cubierto por empresas exportadoras y grandes industrias manofactureras, que han incrementado su participación inmobiliaria en el área. La ampliación del aeropuerto “El Dorado”, que busca a ajustarlo a estándares internacionales, ha animado esta zona franca, una espontánea, diferente a la que ya existía en la 116. Las Pymes y otras formas de producción a menor escala prosperan por el simple hecho de que se han inyectado grandes cantidades de efectivo en las calles, resultado de una mayor preparación de la mano de obra, lo que eleva los salarios y la capacidad adquisitiva de grandes masas.

Este buen clima inversionista no ha sido replicado en el resto de la economía nacional. No sólo hay un marcado desvío de recursos de otras regiones en la actualidad, sino que se planea Bogotá respecto a esto desde el mismo gobierno central. El hecho de que la ampliación drástica del aeropuerto bogotano no haya sido paralela a la mejora de otras terminales aéreas del país coloca en franca desventaja a la regiones. Los terminales de Cali, Barranquilla, Cartagena y Medellín, no se están preparando para los tratados de libre comercio de la misma forma.

Dado el tamaño de su músculo industrial el distrito capital espera ganar más de 313.000 millones de pesos por concepto de industria y comercio. El estado de su pico tributario supera por bastante los del resto del país e incluso muchas de las regalías por explotación de los recursos naturales terminan filtrándose en grandes proyectos urbanos capitalinos.

En el sector de las tecnologías no hay tantos motivos para sonreír. Si bien Unilago es el mayor centro de compra al por menor de tecnología en el país, este centro comercial de High Tech se especializa en el renglón de la importación y distribución de partes para ensamblar computadores, llegando a cifras millonarias, no pasa lo mismo con la producción de dichas tecnologías. Curiosamente este sector no cuenta con una participación importante en este esplendor. Las TICS, una idea promovida con gran expectativa por el gobierno Santos han logrado fomentar semillas empresariales que esperan dar sus resultados. Las iniciativas en este campo en Bogotá han sido inclusive inferiores a las de ciudades como Cali, la cual vio nacer a Parquesoft, como el primer parque industrial dedicado exclusivamente al apartado de las tecnologías, principalmente la del software. Precisamente la historia de una de las empresas nacidas de este emprendimiento, Inmersion Games, es clave para el entendimiento del furor empresarial de la capital. La empresa, nacida en Cali, debió mudarse a la capital ante la falta de talento humano para desarrollar los jugosos contratos que acaba de firmar con grandes empresas de software multinacionales por varios millones de dólares, los cuales terminaron dinamizando la economía bogotana.

Esta migración empresarial, que tiene casi siempre como destino a la capital, es uno de los factores más afecta a la distribución regional de la riqueza. Las industrias culturales son particularmente sensibles a este efecto. En medio del auge cinematográfico reinante, la capital recibe varias productoras que tuvieron sus orígenes en la regiones. Así mismo pasa con otros artistas, esta tendencia es histórica y sucede en casi todos los países,y profesionales calificados, que salen de sus regiones en busca de un sueño individual de éxito y dejando un vacío gigante en el sector productivo de sus lugares de origen.

No hay muchas esperanzas para las ciudades secundarias si este fenómeno se sigue presentando. Tal vez no sea que la gente se va porque no hay futuro en sus regiones, tal vez sea que no hay futuro porque los que fueron capacitados para construirlo se van. Bogotá se está quedando con gran parte del talento humano del país, y seguramente éste es el mayor de los problemas para las regiones. Los capitales y las buenas rachas económicas son fluctuantes, pero formar un profesional decente toma 5 años o más. A este ritmo, Colombia podría terminar por poner todos sus huevos en la misma canasta, concentrando su crecimiento humano y económico en una sola ciudad. Algo que sólo puede terminar en resentimiento, inequidad y hasta movimientos separatistas.

Búsqueda personalizada

Caliescribe edición especial