El ocaso de una estrella; la ILV

Por Guillermo E. U… |


Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


La Industria de Licores del Valle atraviesa la peor crisis en su historia. Los cambios estructurales en los hábitos de consumo de rones y aguardientes no fueron tenidos en cuenta por sus recientes administraciones. Dieron la espalda a la realidad y se dedicaron a debilitarla con decisiones erróneas que la llevaron a su postración y falta de competitividad.

Cuando se tomo la decisión de integrar las plantas, trasladando oficinas administrativas y planta de envasado a su actual ubicación gozaba de una excelente estructura financiera, permitiendo realizar la inversión con recursos propios. Su aguardiente era preferencia del consumidor vallecaucano. Siendo el ron el de mayor crecimiento en el mercado se tomo la decisión de utilizar el derecho constitucional del monopolio cerrando las fronteras a otros departamentos productores que dominaban el mercado local. El distribuidor, con el fin de no afectar las rentas departamentales, se comprometió a cancelar el valor históricamente recaudado por ese concepto y por primera vez en su historia el ron producido en la ILV superaba el millón de unidades de ventas semestral. La construcción de la planta integrada, con su destilería en pleno funcionamiento y modernización de su línea de producción, era modelo de eficiencia productiva. Era la empresa de licores más moderna en el contexto nacional. Los excedentes de su capacidad productiva eran empleados en maquilar licores para otros departamentos aprovechando economías de escala y materia prima, melaza de la riqueza agroindustrial azucarera del departamento. Para seguridad de trabajadores activos y jubilados se había constituido un fondo de pasivo pensional por valor de $25 mil millones.

Las equivocadas decisiones en la administración de Angelino Garzón comenzaron a desmejorar la empresa. Nuevamente se abrieron las fronteras, dejando un enorme inventario de materia prima y producto terminado en menoscabo del capital de trabajo. Se le concedió al distribuidor una disminución en el volumen de ventas, se le incrementó su margen operacional y concedieron plazos adicionales en el pago de sus obligaciones. Desafortunadamente estas prerrogativas no fueron aprovechadas y ante el incumplimiento de las nuevas metas fijadas se dio cancelación unilateral al contrato de distribución.  La empresa, sin distribuidor, se hizo cargo de las ventas directamente. La operación terminó siendo un fracaso empresarial. Se perdió participación en el mercado y se embolataron más de $7 mil millones en cartera mal concedida. Como puntillazo final la administración Garzón tomo la decisión de cerrar la operación de la destilería en menoscabo de su contribución a la operación fabril e ingresos operacionales y procedió a la indemnización del personal cesante con exorbitantes pagos por este concepto.

El consecuente deterioro del flujo de caja y perdidas operacionales no permitieron la cancelación oportuna de las rentas, la cual tuvo que saldar entregando en dación en pago el inmueble de la Carrera Primera en Cali, y canceló la operación fiduciaria depositaria del pasivo pensional, incorporando estos recursos a la empresa con el fin de evitar su liquidación forzosa por perdidas operacionales producto de una pésima y deficiente operación.

La administración Abadía impulso nuevamente la distribución única a través de un tercero. La falta de una convocatoria abierta permitió que se le concediera la operación comercial a un consorcio sin experiencia en el sector de licores. La desesperación de la administración propició el desgreño que posteriormente los entes de control investigaron con las sanciones correspondientes, determinando dar por terminado el contrato de distribución. La coyuntura fue aprovechada por los demás actores del sector de licores, vinos y cervezas para incrementar su participación regional. En la breve administración de Useche se contrataron estudios, publicidad y asesorías inocuas por más de $25 mil millones.

El último año ha continuado por el mismo camino. Se abrió una convocatoria para la distribución única, concedida a una empresa foránea y desconocida, sin experiencia en ventas del nivel de los volúmenes esperados. La disminución en ventas en un 58%, comparado al año inmediato anterior, es alarmante. Son inexistentes políticas agresivas e innovadoras de mercadeo, promoción y ventas. El fin de la empresa estatal se avecina a pasos agigantados. La solución es su  venta, sea a otra licorera nacional o a las multinacionales que dominan el mercado de licores globalmente.

La gota de alcohol distintiva del logo se transforma en lagrima de dolor, rabia y tristeza por los abusos cometidos.

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