Descubriendo la pólvora

Por Benjamin Barne… |

Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.


Cuenta Ana María Álvarez (Medellín y su foro, Torre de Babel, Bogotá 30/05/ 2014) que los muchos asistentes al reciente WUF7 en Medellín se pudieron enterar de que no es lo mismo Melbourne que Boston ni Jartum que Mumbai; es decir, que muchos le dieron carácter de hallazgo a asuntos muy conocidos: descubrieron la pólvora, pues. Por ejemplo:

Que Medellín es una ciudad fea, como se los dijo el arquitecto de Luxemburgo León Krier, quien además les preguntó si esa modernidad es el paraíso. Mas la verdad es que no es tan fea como Cali, que hace medio siglo fue la “sucursal del cielo” sin ser bella si no apenas bonita pues su entorno natural era esplendoroso (montes, montañas, ríos y valle) pero la codicia, que aquí es ciega, logró taparlo.

Que las ciudades de los países en desarrollo están cometiendo los mismos errores de las ciudades consolidadas del mundo occidental, y que los modos de aplicar sus soluciones no son replicables, y sólo es posible dilucidar maneras de hacer, como les dijo el danés Jan Gehl. Mas el problema es que tampoco están logrando los mismos aciertos; un Metro por el Corredor Férreo en Cali, por ejemplo.

Que las ciudades diseñadas para el carro están fracasando porque no se ajustan a la realidad: si se crean más vías, el tráfico aumenta, como lo dijo Brent Toderian, de Canadá, insistiendo en el cambio de paradigma. Mas eso ya lo dijo hace años Jane Jacobs (Muerte y vida de las grandes ciudades, 1961) y lo importante ahora es saber porqué fue que no pasó nada o, mejor, porque no seguimos los buenos ejemplos que desde luego hay.

Que por qué caminar si se puede coger el carro y por qué vivir en un apartamento pequeño si se puede tener una casa grande, repitiendo lo que muchos piensan. Mas por lo visto pocos conocen el articulo de André Gorz (La ideología social del automóvil, 1973) y su respuesta al respecto: se trata de prestigio social en el caso de los carros; pero también de calidad de vida, en el de la vivienda, sobre todo aquí donde no hay casi ciudad.

Que, como lo dijo un alcalde africano, su ciudad no necesita más carriles para bicicletas o un aumento significativo en los espacios públicos; lo que necesita son los medios para llevar agua potable a sus ciudadanos. Mas el agua aquí aun abunda y el problema es evitar su desperdicio para garantizar su suministro en unos años, mientras que las bicicletas son escasas y los buenos andenes igual.

Que es claro que falta mucho para que en Colombia haya ciudadanos educados, capaces de discutir y ser conscientes de que su ciudad también es su responsabilidad. Verdad de a puño, sin duda. Y en ese sentido Ana María Álvarez acierta en reconocer que los antioqueños han entendido que el cambio es un problema de todos y trabajan por convertir a Medellín en el mejor vividero de Colombia.

En lo que se equivoca es en eso de estar mas del lado de “La arquitectura de la felicidad” (como tituló Alain de Botton su libro de 2006) que de “El urbanismo ecológico” pues sin este no son viables las ciudades; ni en consecuencia volver a tener la felicidad de una buena arquitectura en ellas. Por eso lo que nos debe ocupar es como lograr que sean sostenibles y contextuales. Mas esta “pólvora” esta mojada y no prende; se necesita educación ciudadana y esta requiere tiempo para pasar a ser parte de la cultura.

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