Vivienda en alquiler

Por Benjamin Barne… |

Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle, y Profesor Titular (Jubilado) de la misma. Docente en la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, el Taller Internacional de Cartagena y la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá, e Isthmus Norte, en Chihuahua. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona.


¿Puede el mercado de alquiler constituirse en un elemento clave de la política de vivienda? pregunta Cynthia Goytia (profesora de economía urbana aplicada y Directora de la Maestría de Economía Urbana de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires)  en su comentario sobre el libro de los especialistas del Banco Interamericano de Desarrollo, Andrés G. Blanco B. y Andrés F. Muñoz: “Se busca vivienda en alquiler: Opciones de política en América Latina y el Caribe “, 2014.

Para la profesora Goytia “el mercado de alquiler es significativo en la región de América Latina y el Caribe: uno de cada cinco hogares alquila su vivienda actualmente, no obstante el sesgo de las políticas públicas hacia la adquisición de vivienda en propiedad. La oferta de vivienda en alquiler presenta mejores condiciones en materia de infraestructura y materiales de construcción que la vivienda en propiedad informal, y condiciones similares a las de la vivienda formal incluso para los quintiles de ingreso más bajo.”

Además la vivienda en alquiler permite que corresponda a la capacidad de pago de sus usuarios, a sus eventuales nuevos sitios de trabajo, y a la conformación variable de las familias. Y por lo mismo las que hace el Estado deben contar con el equipamiento urbano mínimo que precisan: parque, escuela, canchas deportivas, mercado, comercios varios, estación de policía, todo a una distancia caminable en no mas de media hora. Es decir, un barrio

La vivienda propia es un lujo de ricos (tener casa no es riqueza pero no tenerla es mucha pobreza, se decía en el Valle) y el cambuche también propio es la única alternativa de los mas pobres cuando no existen alquileres subsidiados por el Estado. Antagonismo propio de una sociedad de clases, exacerbado por su zonificación según sus diferentes estratos socioeconómicos, convirtiendo las ciudades en sumas (¿restas?) de guetos que no cuentan con uno o varios, si es del caso, centros urbanos comunes en donde puedan encontrarse los ciudadanos que lo son todos.

Por eso en Colombia se necesita un Ministerio de la ciudad y no apenas de la vivienda, y que esta sea alquilada y no “gratis” como insiste el actual gobierno con visibles fines demagógicos y el propósito oculto de “crear” pequeños propietarios. Y por lo mismo ciudades como Cali necesitan una Secretaría de Planeación que diseñe la ciudad a partir de sus circunstancias geográficas e históricas, para lograr un verdadero Plan de Ordenamiento Territorial a largo plazo que no ceda ante los intereses privados de los propietarios del suelo y los constructores de vivienda y obras públicas, y que se base en una idea culta de ciudad.

Hay que insistir que surgen por el comercio, la industria, la guerra, la religión y el tráfico de conocimientos (Pirenne, 1939) concentrando el poder de una sociedad, siendo escenario y símbolo de su cultura y, con la lengua, la mayor creación humana (Mumford, 1938). Un arte colectivo (Schneider, 1960) y específico, con teoría y práctica propias (Rykwert, 1963; Sitte, 1889; Moholy–Nagy, 1968), que satisface las necesidades de los ciudadanos pero su finalidad es que vivan bien (Aristóteles, s. IV a.C.) aislando un espacio en la naturaleza convirtiéndolo en un lugar construido (La Blache, 1922) para hacerlo civilizadamente (Ortega y Gasset, 1930). Nada menos.

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