Alcaldes: Destrucción, venganza, imaginación

Por Gustavo Álvare… |

El Jodario

Por Gustavo Alvarez Gardeazabal

Entre los alcaldes de Colombia hay de todo. Algunos repiten sus errores y provocan los derrumbes que los embadurnan, otros son incapaces de entender el orden establecido y unos muy pocos se ponen las pilas y dan en el clavo de lo que la ciudadanía necesita.

El alcalde de Cali, Rodrigo Guerrero, volvió a nombrar secretario de Tránsito al turco Hadad y él, con su espíritu hitleriano, lo primero que hizo fue decretar pico y placa 14 horas al día para todos los carros que vayan a la capital del Valle y tengan placa de otras ciudades.

Torpeza absoluta. El Valle es la capital de una región y esa prohibición machaca su influencia, su vigor y la generosidad que ha caracterizado a la ciudad con sus visitantes.

El alcalde de Ríonegro (Antioquia), Hernán Ospina, en uso de sus facultades legales de su miope visión y de un espíritu que tiene de todo menos de antioqueño, le prohibió al gobernador del departamento que grabara su programa institucional por Teleantioquia en la plaza principal de Ríonegro.

En cambio, el alcalde Ritter de Palmira, buscando la movilidad mayúscula en una ciudad que llegó a ser en la década del 50 la que más bicicletas tenía en Colombia, ha marcado 50 kilómetros de ciclorruta que sus guardas hacen respetar y que ha vuelto a poner en circulación 80 mil bicicletas que no se usaban.

El poder parroquial se puede usar para dañar toda una economía como Guerrero, para vengarse politiqueramente cual enano como lo hace Ospina o para mirar el futuro con esperanza, como lo hace Ritter en Palmira.

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