La Matraca

Por Benjamin Barne… |

Por Benjamín Barney Caldas 

Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.


En una esquina del Parque del Barrio Obrero, presidido este por un busto de Eloy Alfaro, donado por Ecuador, se encuentra La matraca, ese tradicional bar en el que muchos hombres y mujeres mayores y unos pocos jóvenes son felices desde temprano en la tarde bailando bien. Parejas que lo han hecho desde hace décadas o que el baile allí los unió. Bailan  desde las cuatro desde el viernes al domingo tangos, milongas, valses, pasillos, bambucos, boleros, pasodobles y ritmos afrocubanos por supuesto. Son caleños que viven aquí o que vienen para las fiestas de fin de año de varias partes del mundo.

José Eloy Alfaro Delgado (Montecristi, 1842 - 1912 Quito) fue Presidente  del Ecuador en dos ocasiones (1897 a 1901 y 1906 a 1911), General de División del Ejército y líder de la revolución liberal ecuatoriana (1895 - 1924). Fue desterrado a Panamá durante el gobierno interino de Carlos Freile Zaldumbide y cuando volvió al país en 1912, el General Leónidas Plaza lo encarceló y al poco tiempo fue objeto de un linchamiento popular y su cuerpo incinerado. Pocos en el Barrio Obrero y en Cali conocerán mejor su historia pero muchos si recordaran su busto en medio del amplio parque y habrán leído la placa del monumento.

Es esta suma de tradiciones y monumentos lo que constituye la imagen colectiva de los barrios de las ciudades y de estas mismas, y por lo tanto la identidad de los ciudadanos con ellas, lo que es clave para su convivencia. Tradiciones como los bares La matraca,  Habana, Los Titos, y La Barra del barrio Obrero, o viejos bailaderos como Micki Mouse, Séptimo Cielo y Costeñita. O el nombre mismo: en Asunción, Paraguay, hay un Barrio Obrero, igual se llama una localidad del municipio de Polanco, al norte de la comunidad autónoma de Cantabria, España, y  un “sub-barrio” de Santurce, San Juan, Puerto Rico, y el Barrio Reina Victoria de Huelva, España, es conocido como Barrio Obrero, y en Venezuela está el Barrio Obrero Cabimas, de Cabimas, en Zulia, y hay otro en San Cristóbal.

El Barrio Obrero de Cali fue fundado en 1919, poco después de creado el Departamento de Cali, en 1908, junto con los de Buga y Cartago, tres de los 26 que eran parte de las reformas administrativas del presidente Rafael Reyes, pero sólo perduraron hasta 1910, cuando fueron incluidos en el nuevo Departamento del Valle del Cauca, con Cali como capital. Que bueno que ahora, un siglo después, este se dividiera en dos: el del Pacifico, y el de la comarca del valle del río Cauca, juntando precisamente los de Cali, Buga y Cartago, y sumándoles Santander de Quilichao y La Virginia. Sería bailar bien y se podría celebrar con matracas girando por las calles y bandas de música y no de guerra.

 

Las divisiones político admirativas son un asunto en primer lugar de geografía e historia, que conforman culturas y economías que precisan de la política, mas aquí los politiqueros impiden su necesaria actualización como sucede con el área Metropolitana de Cali. Y ellos ni los dirigentes de la ciudad tampoco entienden lo de la memoria colectiva, no saben porque Alfaro está ahí ni lo que representa, y si van a La matraca es a curiosear no a bailar bien; y no irían  a las cinco en punto de la tarde, que es cuando allá llega el grueso de la gente, pues están haciendo presencia en la plaza de toros pues tampoco son aficionados de verdad. Olvidan que en una sociedad de clases su cultura es la suma de la de sus diferentes estratos y de lo culto y lo popular.

 

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