Los viñadores homicidas

Por Héctor de los Ríos |

 

Por Héctor De los Ríos L.

El Evangelio de este domingo nos trae otra parábola de una viña (San Mateo 21, 33-43)

La parábola tiene como punto central el rechazo de Jesús por parte de Israel y la necesidad de que los discípulos de Jesús sean responsables con sus frutos.

Al final de la parábola se anuncia la paradoja pascual: el hijo rechazado se convierte en la piedra angular de una edificación. Esta construcción es imagen de la comunión que se construye en el Cristo Pascual, piedra viva de la cual nos aferramos.

La “parábola” en realidad es una “alegoría” en la cual cada elemento tiene un correspondiente en la realidad:

En primer lugar se observan los cuidados que el propietario le prodiga a su viña: la deja completa y hermosa. Luego la arrienda y se ausenta.

Viene luego una serie de tres envíos por parte del propietario para recibir los frutos que le corresponden. Se va notando una progresión tanto en número Llega así el momento trágico del asesinato del hijo. Los labradores reflexionan: “Vamos, matémosle y quedémonos con su herencia”.

Hasta aquí la parábola está releyendo la historia de la muerte de Jesús. Dios, el propietario, envía a siervos que, como Juan Bautista, no son oídos. Cuando el propietario manda a su propio hijo el trato al principio es similar, incluso peor.  Los labradores representan a aquellos que no tienen interés en entregar sus frutos de conversión y prefieren quitar de en medio, de manera definitiva, la voz perturbadora que pide responsabilidad.  Estas son las actitudes que terminan llevando a Jesús hasta la muerte.

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