Nuestras luchas y nuestra victoria!

Por Héctor de los Ríos |

Vida nueva

Por Héctor De los Ríos L.

Evangelio: San Mateo 4,1-11

A partir de este domingo entramos en el itinerario dominical de la Cuaresma, el cual, en este año, está pensado como un camino de renovación bautismal. Nuestro recorrido de 40 días nos llevará hasta la Pascua del Señor, en la cual, apoyados en la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado diremos junto con la comunidad: “no” a Satanás y “sí” a Dios.

El primer domingo de Cuaresma es conocido como “de las Tentaciones”. Nos encontramos con un rostro de Jesús poco habitual, pero de todas maneras, verdadero. Jesús acaba de ser bautizado en el Jordán, donde –contemplando el cielo abierto- ha escuchado la voz del Padre: “Este es mi Hijo amado, en quien me complazco”.

Después esta declaración de amor del Padre por Él, Jesús es conducido por el Espíritu Santo al desierto donde le responderá con una triple declaración de fidelidad.

Jesús sabe bien que el desierto, en la Biblia, es el lugar de la soledad, del hambre, donde hay una sensación de pérdida, en contraposición con aquel mundo maravilloso que Dios quería como un jardín, como un lugar de encuentro y de diálogo con el hombre. Y Jesús es el jardín del Padre, la humanidad nueva para un mundo renovado, y desea realizarlo a través de los 40 días de desierto invitándonos a cada uno de nosotros a seguirlo.

Precisamente porque está al comienzo de la misión y porque está estrechamente conectado con el bautismo, el relato de las tentaciones de Jesús se nos presenta como un “programa”. Para nosotros también es la propuesta de un programa, simple y extraordinario al mismo tiempo, de vida espiritual y comunitaria y, sin duda, de compromiso pastoral. Lo realizaremos en lo profundo de nuestros corazones y junto con nuestras comunidades cristianas.

El texto nos presenta a Jesús en el desierto dando una prueba inequívoca de que quiere vivir en coherencia, con todo su ser, su ser “Hijo Amado, predilecto del Padre”. Él quiere vivir con su obediencia libre y amorosa –la que es propia de un Hijo- la voluntad de Dios realizando su misión según el camino fijado por el Padre.

En las tres tentaciones, Satanás trata de inducir a Jesús para vivir según una lógica de vida distinta y no la del Padre. Le propone ser un Mesías que se somete a las expectativas que provienen de los intereses y de los impulsos humanos. Le propone ser un Mesías que resuelve el grave problema del hambre, que sorprenda a las multitudes con ilusionismos mágicos, que realice su obra a partir de la acumulación de poder y de bienes.

Jesús responderá con prontitud y con firmeza que Él, como Hijo, obedece al Padre para realizar el plan de salvación que pasa por el sufrimiento y el vaciamiento de sí mismo hasta la muerte. La roca que mantiene a Jesús inconmovible en esta lucha es la Palabra de Dios, a la cual Jesús se va remitiendo una y otra vez hasta que logra la victoria: “Apártate, Satanás”.

Las tentaciones de Jesús nos implican profundamente porque también las nuestras, las que emergen cada día en nuestra vida de bautizados, esfuerzo por ser fieles al seguimiento, en la ruta del proyecto del Padre.

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