Domingo 5º de Pascua

Por Héctor de los Ríos |

Por Héctor De los Ríos L.

Vida Nueva

Permanecer en Cristo para dar fruto

Hechos 9, 26-31: «Saulo les contó cómo había visto al Señor en el camino»

Salmo 22(21): «El Señor es mi alabanza en la gran asamblea»

1Juan 3,18-24 «No amemos de palabra ni de boca, sino con obras y según la verdad»

San Juan 15,1-8: «Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador»

La comunidad de Jerusalén mira con recelo al nuevo converso Pablo. Este presenta sus credenciales como auténtico discípulo. Los cristianos se van identificando frente al judaísmo.

La conversión de Pablo es el hecho más trascendental de la Iglesia naciente: El «Resucitado» se aparece al más encarnizado perseguidor de la Iglesia; y no sólo lo convierte, sino que le transforma en el más valiente testigo de la Resurrección, en el predicador más esforzado que jamás ha tenido la Iglesia, el que encabezará sus cartas: «Pablo, siervo de Jesús, llamado al apostolado, escogido para predicar el Evangelio» (Rom 1,1).

En el breve pasaje de su 1a. Carta, San Juan parafrasea su tema: son equivalentes: «Amar» y «Andar en verdad» y Cumplir la voluntad de Dios. En Juan la moral nace de la teología y de ella se nutre: y abarca al hombre todo en sus zonas: intelectiva, afectiva y operativa. El amor debe ser auténtico. Lo es el de obra y en verdad. No lo es el de sólo palabra o lengua. Si tenemos esta caridad auténtica somos del bando de la verdad, con derecho a gozar de los frutos de la verdadera caridad, que son: paz interior (v 19).

El símbolo de la vid es muy usado en d en el Antiguo Testamento. Jesús vuelve a usarlo, ya que encierra una idea muy querida por Él: la vida que se comunica. En esta imagen de la Vid queda muy acentuado el sentido eclesial y comunitario: «La Vid verdadera es Cristo, que comunica la savia y fecundidad a los sarmientos; es decir, a nosotros, que estamos vinculados a Él por medio de la Iglesia y nada sin El podemos» (L.G. 6). Por tanto, la Vid de Dios, la Vid verdadera es única: La forma Cristo y nosotros, Cepa y sarmientos. Es decir, sólo somos Vid  de Dios si vivimos en Cristo. Vivimos en Cristo si vivimos en la Iglesia, que es la presencia de Cristo ausente. El sarmiento desgajado de la Vid (de Cristo o de su Iglesia) queda sin savia: se seca, es echado al fuego. La unión vital a la Vid se realiza mediante la fe (vy 1. 2).

Los frutos de esta unión vital a la Vid son: pureza de vida (v 3) y segura eficacia de la oración (v 7), progreso en la santidad personal y en la santidad comunitaria (v 8). Una vez más notemos como en el estilo de San Juan: «Permanecer en Cristo» (4), «En su Palabra» (7), «En su amor» (9), «En sus mandamientos» (10), son una misma cosa. Todo, pues, vida, gracia, caridad, vigor, fecundidad, gozo, santidad, está condicionado a la unión a Cristo.

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. ¿Reconocemos que, en algunos casos, necesitamos «ser podados» por Dios?

2. ¿Cómo expreso en mi vida que permanezco en Cristo y Él en mí?

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