Testigos para evangelizar

Por Héctor de los Ríos |

Por P. Héctor De los Ríos L.

Vida Nueva

Domingo décimoquinto del tiempo ordinario

Amós. 7, 12-15:«Ve y profetiza a mi pueblo de Israel»

Salmo. 85(84): «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos»

Efesio. 1,3-14: «Dios nos eligió en la persona de Cristo»

San Marcos 6,7-13: «Llamó Jesús s los Doce y los fue enviando de dos en dos»

Reunirse a celebrar la Eucaristía supone haber aceptado nuestra condición de testigos de Cristo. También en la Eucaristía queremos ser testigos de la fe y la salvación de Cristo.

Pero hemos de comenzar por reconocer que nuestras vidas y las de toda la comunidad cristiana hacen difícil -cuando no la ocultan- nuestra condición de testigos de Cristo.

Amós, profeta, es testigo de la Palabra de Dios. Testigo del juicio que Dios hace contra su Pueblo y contra el Rey. Amós lo anuncia a su pueblo y al rey. Israel será llevado al destierro y Jeroboam -el rey- morirá a espada. Esto es consecuencia del pecado y de las infidelidades a la Alianza por parte de Israel y del rey.

Amós es un testigo del juicio de Yahvé. Ha sido «Dios» quien con una fuerza irresistible, le ha arrancado de su «profesión» con la que se ganaba el pan. Ahora el profetizar es una fuerza imperiosa de la que no se puede sustraer. Profetizar se ha convertido en «el verdadero pan» para Amós. Su paga es el dar testimonio.

La carta paulina a los Efesios destaca que el Plan de Dios sobre el mundo y sobre la Humanidad no es su destrucción ni la sustitución, sino la salvación. Es la elevación de todas las realidades terrenas hasta la cúspide de su plenitud. Es esto a lo que llama Pablo «recapitular todas las cosas en Cristo». Pablo también -como Amós- se siente llevado a «anunciar esta Buena Nueva de la esperanza en Cristo (¡ay de mí si no evangelizare!) Por una fuerza irresistible: la llamada de Dios a ser apóstol.

Marcos nos presenta a Jesús enviando a los doce a una misión. Los enviados son testigos de la Buena Nueva de Jesús. El hecho de que vayan de dos en dos así lo indica: el número «dos» señala al testigo (cfr. Dt. 19, 15). Que los envió «de dos en dos» significa que Su testimonio, que es «liberador» para los que lo escuchan (echar demonios, ungir enfermos), tiene que reunir estas condiciones: a) No presentarse espectacularmente: la sencillez y la humildad son condición necesaria para poder anunciar el Evangelio. b) No insistir en la aceptación cuando el oyente cierra su corazón: la aceptación del testimonio exige la libertad del destinatario. c) No exigir recompensa. El testimonio ha de ser desprendido, sacrificado. Somos testigos de Cristo. Esto quiere decir nuestro nombre de cristianos

Algunas preguntas para meditar durante la semana:

1. Cuando trabajo para la Parroquia, ¿soy una persona de equipo o tiendo ser individualista?

2. En cualquier trabajo de la Iglesia, ¿estoy pensando muchas veces en mi posición o prestigio, o en servir a los demás?

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