Acojamos el bien donde quiera que esté

Por Héctor de los Ríos |

Por P. Héctor De los Ríos L.

Vida Nueva

Domingo 26 del tiempo ordinario

Números 11, 25-29: «Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta...»
Salmo 19(18): «Los mandatos del Señor alegran el corazón»
Santiago 5,1-6: «No atesoren riquezas en la tierra...»

San Marcos 9,37-42.46-47: «El que no está contra ustedes, está a favor suyo»

Hoy como ayer, el escándalo de los pequeños y sencillos se repite a un nivel u otro. El cristiano, la Iglesia no pueden quedar indiferentes ante hechos y situaciones escandalosas que, a veces se dan en su propio interior. La actitud debe ser siempre de lucha por todos medios contra el escándalo.

En el texto de los Números Moisés es presentado como el jefe del pueblo, a quien ayuda el consejo de los setenta ancianos, institución tradicional en Israel (Ex 3, 16 ss.; Ez. 8, 1; 14, 1...).

Como su función va a ser servir al pueblo, Moisés les transmite al Espíritu de Dios, y con su fuerza comienzan a profetizar. Pero resulta que dos de estos ancianos, que no habían participado en la ceremonia y por tanto no se les había transmitido «oficialmente» el Espíritu, también profetizan en la fuerza del Espíritu. Esto hace surgir la acusación y suscita la respuesta de Moisés: «Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta y recibiera el Espíritu del Señor» (v. 29).

Ya en este relato aparece claro que el don del Espíritu de Dios no es posesión de unas personas, ni privilegio de una institución determinada. El Espíritu que Moisés posee y se da a los ancianos es un Espíritu para el servicio.

Siguiendo la línea de su carta, y adoptando un estilo profético-apocalíptico, Santiago parece responder al escándalo de las desigualdades sociales. Su acusación contra los ricos y los poseedores de bienes de este mundo es dura, sin mediocridades. Los que han puesto su afán en la riqueza, en el oro o la plata, deben saber que su riqueza está podrida y será destruida (w . 1-4), porque es un bien perecedero: «no atesoren riquezas en la tierra...».

En el Evangelio, Marcos nos presenta a Jesús actuando en la misma línea de Moisés, pero, claro está, superándolo. Las palabras puestas en boca de Juan, uno de los Doce, de colorido sectario y exclusivista, al suponer una actitud de rechazo a aquéllos que se sirven del nombre de Jesús para expulsar demonios sin pertenecer a su círculo, provocan la respuesta de Cristo: «no se lo impidan... El que no está contra ustedes, está a favor suyo» (v. 39; cfr. Núm 11, 25-29),. Jesús quiere afirmar claramente que el hacer el bien, o el poseer el Espíritu o el decir verdad no es privilegio de ningún grupo. Es más, todo aquél que da un vaso de agua, es decir, todo el que ayuda a otro hombre, sin discriminación ni particularismo... «no quedará sin recompensa».

A continuación Marcos parece cambiar de tema, y nos habla del escándalo como una de las mayores dificultades para entrar en el Reino (cfr. Lc. 17, 1). El escándalo a los pequeños o los débiles, es decir, a los sencillos, a las personas «normales» es de tal gravedad que cualquier castigo humano es preferible a cometerlo (w . 42-49). Todos los medios humanos son pocos para evitar el escándalo, cualquiera que sea. Ningún escándalo percibido como tal puede dejar indiferente al que lo comete, a la sociedad, y menos a la Iglesia...

Algunas preguntas para meditar en la semana:

1. Mis limitaciones morales, ¿me obligan a ser más humilde y comprensivo con las debilidades

2. Piensa cuidadosamente cuál es la situación de tu corazón con respecto al dinero.

3. ¿Estoy yo en situación de necesitar suprimir algo de mi estilo de vida? El amor de Dios ¿me incentiva a amar a quienes tienen ideas distintas de las mías?

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