Lo seguía por el camino

Por Héctor de los Ríos |

Vida Nueva

Por P. Héctor De los Rios L.

Domingo trigesimo del tiempo ordinario

Jeremías. 31, 7-9: «Seré un padre para Israel»
Salmo 126(125): «El Señor ha estado grande con nosotros»
Hebreos. 5,1-6: «Tú eres sacerdote eterno según el rito de Melquisedec»

San Marcos 10,46-52: «Hijo de David, ten compasión de mí»

Las palabras del profeta Jeremías se dirigen al pueblo de Israel en el exilio. Para esta gente, ser liberados por su Dios significaba la liberación del exilio y volver a su tierra. Por eso es que las palabras del profeta prevén esta liberación, y un futuro de felicidad, una vez que termine el exilio. Asimismo, también nos hace ver el motivo más profundo y espiritual de liberación que vendrá con Cristo y Su Reino: el histórico retorno a su tierra es un símbolo del Reino de Dios que vendrá?

Este texto trata del sacerdocio universal y definitivo de Cristo. Al mismo tiempo, define algunos puntos esenciales del sacerdocio católico, que es una identificación y continuación del de Cristo. Porlo tanto, aprendemos del texto que nadie puede ser sacerdote por iniciativa personal; se necesita una llamada de Dios, una vocación. Asimismo, los sacerdotes se supone que deben ofrecer el sacrificio de Jesús -la Misa- por los pecados del mundo y por el perdón de sus propios pecados. En este punto ellos son diferentes a Cristo: un sacerdote está rodeado de miserias y pecado, aunque por vocación sea un guía espiritual

El Evangelio de este domingo es el relato de un milagro hecho por Jesús. En su marcha hacia Jerusalén, acompañado de sus discípulos, Jesús llega a la última etapa, la que sube de Jericó a la ciudad santa. Ese viaje detallado, rico en experiencias, es la imagen de la vida cristiana. Caminar incesante hacia una meta, la muerte y la resurrección. Jesús encabeza el grupo, le dispensa su palabra y hace signos reveladores de sus propósitos. ¿Por qué precisamente la curación de un ciego en ese momento?

Contrasta la quietud forzada e impotente del ciego, cuyo nombre ha quedado en la memoria, Bartimeo, y el avanzar continuo de Jesús y los suyos. ¿Qué impide al ciego unirse a ese grupo que marcha hacia la luz y la vida? Su condición de invidente. Ella lo clava en un sitio, lo hace depender de los demás para saber qué pasa, y lo obliga a vivir pendiente de la limosna. Es la imagen del hombre en oscuridad y sin esperanza.

El ciego se llena de esperanza. Su mundo empieza a cambiar radicalmente. Tiró lejos el manto. Era signo de su dependencia. Le servía para recoger la limosna y guardarla. Ya no lo necesita. Empieza a presentir que es un hombre nuevo, libre y digno. Dio un salto. Ya no se siente clavado en el suelo, esclavizado en la quietud. Y se acercó a Jesús. Es la respuesta a la llamada. En ese encuentro de la voz que llama y del hombre que atento se acerca se realiza la fe. Jesús lo interroga: ¿Qué quieres que haga en tu favor? Se diría que la pregunta sobra. ¿Qué más puede desear un ciego que ver? Pero Jesús quiere escuchar la necesidad del hombre y sus anhelos vitales. Le dice: Anda. Tu fe te ha sanado. La primera orden es la de caminar. Es signo de autonomía, de vida, de futuro. El ciego ha sido transformado. Esa es la fuerza del verbo evangelizar. Tu fe: por ella has entrado al misterio de Dios. Ella te ha abierto al poder salvador de Dios. Has empezado un camino nuevo, camino que no tendrá regreso, definitivo, en marcha hacia la vida que es la salvación. Sanar y salvar están muy cerca en la palabra de Jesús.

Algunas preguntas para pensar durante la semana

1. ¿Cuáles son nuestras cegueras?

2. ¿Necesito que alguien me ayude? ¿Busco ayuda?

3. ¿A quién puedo ayudar yo para que recupere la vista, la esperanza y la confianza en el Señor y en los demás?

 

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