El peligro de crear un Dios a nuestra imagen y semejanza

P. Héctor De los Ríos L.

Vida Nueva

Reflexiona: La salvación prometida por Dios, aunque requiere una respuesta personal, se realiza en comunidad. Pues existe una relación total entre Dios y su pueblo, cuya característica fundamentales es la fe.

La primera lectura, en tono profético, describe la salvación obrada por Dios para todo el pueblo, “aquellos que están escritos en el libro”. La segunda lectura pone de manifiesto que el sacrificio de Cristo “hizo perfectos para siempre a los que ha santificado”. Aparece, sin duda, la dimensión comunitaria. Por su parte, en el Evangelio Jesús afirma que el Padre “enviará a sus ángeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales”. Con la palabra “congregar” hace referencia a reunir en una sola familia.

Vivimos en una época en la que prevalece una mentalidad egoísta y que repercute no sólo en las relaciones interpersonales, sino también en el ámbito religioso. Muchas personas buscan a un “Dios personal” que responda exclusivamente a sus intereses. Se podría decir que el hombre está creando un Dios a su imagen y semejanza, al que puede manipular, exigir, echarle la culpa de sus desgracias, o, dada la ocasión, “agradecer” por el “favor” recibido. Una “religión light” como ésta no requiere mayores compromisos, no tiene novedad ni cautiva, no impacta, no libera ni salva. Se presenta sí como un mercado potencial para los que, sin escrúpulos, se aprovechan de tantos incautos para obtener ventajas económicas.

Por el contrario, el testimonio individual y comunitario forma parte de nuestra misión de creyentes y seguidores de Cristo. No existe Cristo sin Iglesia ni Iglesia sin Cristo. Somos salvados en comunidad.

Ama: Gracias, Señor, porque me permites formar parte de tu Iglesia.

Actúa: “El anuncio y el testimonio del Evangelio se da desde el interior mismo de la Iglesia: no se puede anunciar a Cristo sin la Iglesia. Evangelizar nunca es un acto aislado, individual o privado” (Papa Francisco