Jesucristo, Rey del Universo

Por Héctor de los Ríos |

Vida Nueva

Por P. Héctor De los Rios L.

Domingo trigesimocuarto del tiempo ordinario

Compartimos el Reino de Cristo en la Iglesia
Daniel 7, 13-14: «Su reino no acabará»
Salmo 93(92): «El Señor reina, vestido de majestad»
Apocalipsis 1,5-8: «A Jesucristo, testigo fiel, la gloria y el poder por los siglos de los siglos»

San Juan 18,33-37: «Tú lo dices: Soy Rey»

Cristo, el Mesías, como Rey, era una visión profética usada a menudo por el Antiguo Testamento. Leemos una de estas profecías en este texto. Está centrada en el reino del poder del Mesías. Muchos en Israel, interpretando este poder como temporal, esperaban que el Mesías fuese un líder temporal, a pesar de que las profecías bíblicas en su conjunto apuntan a otra clase de poder: poder para salvar, para dominar sobre el pecado, para un seguimiento en forma de amor y discipulado.

En el otro extremo de los libros de la Biblia, el libro del Apocalipsis (el último libro del Nuevo Testamento) nuevamente introduce a Cristo como Rey, como hicieron los antiguos profetas. Pero este texto introduce a Cristo y su Reino en su verdadera naturaleza.

Poderoso y eterno, pero un poder para una liberación integral de las gentes por el camino del servicio, sufrimiento y amor, «haciéndonos una nación real de sacerdotes al servicio de su Dios y Padre».

El texto del Evangelio de hoy nos trae el famoso diálogo entre Jesús y Pilatos, durante el juicio de Jesús en la corte romana. Pilatos está intrigado por la reputación de Jesús como "Rey de los Judíos" y quiere una respuesta directa de Jesús sobre Su realeza. Y Jesús, que  durante toda su vida ha rechazado la noción de todo liderazgo temporal, que se ha alejado cuando las gentes querían hacerlo rey (después de la multiplicación de los panes), públicamente da testimonio frente a Pilatos de que El es realmente un rey.

Al hacer esto, no obstante, transmite la verdadera naturaleza de Su Reino. Esto es: Su reino, primeramente, no es seguir el camino de los reinos políticos, «no pertenece a este mundo». No en el sentido que la religión y la Iglesia de Jesús sólo conciernen a la vida futura y a la vida espiritual dentro del hombre. Sino en el sentido de que su poder no es político, y su meta no es organizar y llevar a las personas hacia su bien temporal.

El Reino de Jesús, cuyo sacramento es la Iglesia, testimonia la verdad, revelándola a todas las gentes. Verdad sobre Dios, sobre el hombre y su destino, sobre la forma de conseguir este destino de Salvación. Esta verdad del Reino de Cristo, encarnado en la Iglesia, es capaz de renovar personas, sociedades y culturas; las relaciones humanas en su  totalidad.

Esta verdad es inseparable de la gracia, la amorosa unión creada por Jesús entre Dios y nosotros, para introducir a todo hombre que lo acepta en Su Reino de santidad eterna, paz y felicidd.

Algunas preguntas para pensar durante la semana

1. ¿Cómo puedo yo formular el rol de la Iglesia en la sociedad?

2. ¿Cómo participa uno en el Reino de Cristo? CPC

 

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