La expereincia de de la misericordia

Por Héctor de los Ríos |

Vida Nueva

Por P. Héctor De los Rios L.

24 domingo del tiempo ordinario

Exodo. 32, 7-11.13-14: «Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto».
Salmo 51(50): « Por tu bondad, Señor, limpia mi pecado».
1Timoteo 1,12-17: «Doy gracias a aquél que me revistió de fortaleza»

San Lucas 15,11-32: «Este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida ».

La liturgia de la Palabra nos invita a entrar en el misterio de la misericordia divina. En la primera lectura Dios, compadecido de la miseria de su pueblo, esclavizado en Egipto, llamó a Moisés para que encabezara toda una acción liberadora. Dios hizo «maravillas» a favor de su pueblo. Lo alimentó y le dio agua en el desierto, le dio su Ley y lo acompañó con su presencia misteriosa a todo lo largo de su peregrinación... ¿Cuál fue la respuesta del pueblo? Aceptación, pero también rebeldía, infidelidad, desobediencia. Dios dice a Moisés que quiere acabar ese pueblo y hacer otro que sea dócil y fiel. Entonces interviene el pastor orante que es Moisés, el que ama al pueblo al que pertenece así sea pecador. Y obtiene que Dios cambie, que haga uso de su «misericordia», que perdone al pueblo y lo siga amando y acompañando hasta llegar al final prometido: la libertad en una tierra propia.

En la lectura de la carta a Timoteo S. Pablo recuerda en este texto su experiencia personal de la misericordia de Dios. Un Dios que olvidó completamente su pasado pecador, lo convirtió en discípulo y ministro de Cristo, concediéndole una medida desbordante de su gracia. Por eso Pablo está tan convencido que Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores. Era perseguidor encarnizado de la Iglesia cristiana naciente y llegó a ser apóstol decidido e infatigable. Es el amor divino que precede siempre el acontecer humano. Llegó el momento de su encuentro con ese amor en la persona de Cristo resucitado. Allí vivió Pablo la experiencia de la «misericordia» divina. Lo dice en una frase que da solidez a su vida: «se fio de mí, me hizo confianza». Quedaron atrás su infidelidad y su dureza. Para Dios ya no existen. Lo que existe es el hombre que él ama y a quien renueva su confianza, el hombre convertido.

El Evangelio nos muestra la compasión y misericordia de Dios con los pecadores. Se trata de Cristo que vino a buscar a los pecadores, y a aquéllos que se habían extraviado y que parecían perdidos. La explicación de Jesús está ilustrada con la parábola de la oveja perdida y la parábola de la moneda perdida. ¿Qué podemos aprender de ellas?

Primero: La religión no es sólo para la gente buena y santa, sino también para los pecadores. Algunas personas piensan que los sacerdotes y los buenos católicos no deberían alternar con gente viciosa, explotadores, gente que vive en pecado, y así. (En este Evangelio Jesús es criticado porque dialogaba con pecadores). Por el contrario, la preocupación de la Iglesia, como la de Jesús, son los alejados, no los ya convertidos.

Segundo: La conversión de un verdadero pecador es un milagro moral —así como sanar una enfermedad incurable es un milagro físico—. Sólo Dios puede hacer eso. Pero Dios habitualmente usa a otras personas y a la Iglesia como instrumentos. De esta manera Dios nos muestra su misericordia tanto con el pecador como con el apóstol.

Tercero: Por lo tanto, una conversión trae "alegría en el cielo", y nos debería traer alegría también a nosotros. A veces somos muy materialistas, y nos alegramos sólo con mejorías materiales o de la salud.

Algunas preguntas para pensar durante la semana:

1. ¿En qué ocasiones tiendo a pensar que la religión es sólo para los buenos?

2. ¿Estoy realmente preocupado con el mal moral, o sólo con el mal social y material?

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