Aguablanca se convierte en circo

Por Lorena Botero … |

Por Lorena Botero Carvajal

“La calle es una selva de cemento y de fieras salvajes como no”...Aguablanca podría ser el claro ejemplo de lo que intentó plasmar Héctor Lavoe en su canción de Juanito Alimaña, que gracias a la Fundación Circo para Todos, hoy sus muchachos son aplaudidos en escenarios de Paris, Bélgica, Dinamarca, Holanda y el mundo entero.

Triples saltos, volteretas, tijeretas, caídas libres desde el aire, acrobacias, pirámides, movimientos de break dance, trampolines, equilibrio en cuerda floja y danza aeróbica son algunas de las atracciones que le dan vida a la fundación circo para todos.

Es común ahora ver estas “piruetas osadas” en los semáforos de la sucursal del “cielo”, la onceava ciudad más violenta del planeta. Pero más osada resulta la idea de dedicarse a las artes circenses en un país donde el que nace sin oportunidades termina perjudicado y sentenciado de por vida a la exclusión de los derechos mínimos con los que debe contar cualquier ciudadano: derecho a la educación, a la salud, a vivir dignamente y por qué no, al amor.

Cristian Camilo Dajome, es un ejemplo de ciudad. ¿Su barrio? agua blanca. Donde viven cerca de 400.000 personas y el sol alcanza los 30 grados de temperatura. Un lugar donde se cometieron cerca del 40% de los homicidios del 2011, en Cali y donde en promedio mueren 2 colombianos por día. La violencia es la reina del territorio. Cada metro cuadrado tiene nombre propio y son las pandillas juveniles las que se encargan de custodiar sus calles. Todos los moradores, con certeza, empuñan un arma o un fusil. ¿Sus años? 24. ¿Sus amigos? Wilmer Carabalí y Francisco, los que desde pequeños aprendieron a sobrevivir en un mundo de fieras salvajes. Los tres, cautelosos como gatos, se custodiaban entre sí.

¿Su familia? Su madre trabajó durante un gran tiempo en el basurero de Navarro. Al parecer, su padre nunca respondió por él. Es uno de estos ejemplos claros donde se nace sin oportunidades, ni privilegios; ni en un hogar de ricos o congresistas que no saben leer.
¿Su formación? Bachillerato básico. ¿Sus gustos? El futbol, el deporte, la música, bailar y por supuesto, las artes circenses. Pero ¿cómo llegó Cristian a la Fundación Circo para todos?
 
Hace más o menos unos 20 años, Felicity Simpson (británica) y Héctor Fabio Cobo (vallecaucano), andaban por el mundo montados sobre unos sancos y un monociclo. Su arte les permitió sentir el alma invisible que se esconde detrás de Aguablanca y fue así como crearon la primera escuela profesional circense en el mundo con objetivo social y que mejor que los guerreros intrépidos que viven en una “selva de cemento” como diría Héctor Lavoe, para arriesgarse a saltar por los aires, a pararse en los hombros de su compañero y a caer desde lo alto, teniendo todo fríamente calculado. Hace 10 años, Cristian conoció a Héctor y se enamoro de lo que sería su proyecto de vida.

“Mi hermano me llevó una vez a Marcelino y ahí nos enseñaron algunas cositas. Hice un “fli-fla” y al otro día hice otro. Desde ahí me gusto”. Dice Cristian a quien le mataron su hermano años después.

Héctor Fabio Cobo construyó lo inimaginable y lo que sería su sueño personal: una fundación sin ánimo de lucro cuya misión es lograr la inserción socio-económica y cultural de niños talentosos pertenecientes a grupos de población vulnerable a través de las artes circenses. La fundación ofrecería productos y servicios artísticos que apoyarían la empleabilidad y generación de ingresos de dichos jóvenes, fomentando el desarrollo de un movimiento cultural circense a nivel nacional.

No solo se hizo realidad, sino que la fundación ha dado grandes triunfos: recientemente “Los Cobos”, como se hace llamar este grupo de 6 jóvenes caleños provenientes del oriente de la ciudad, pasaron a semifinales en el pasado concurso “Colombia tiene talento” y no solo descrestaron al jurado, sino a todos los capitalinos. Este logro es quizá uno de los más pequeños en comparación a los pasos agigantados que ha dado la fundación.

“Me metí al circo como un juego. Nunca lo vi como una proyección de vida”. Asegura Wilmer Carabalí, quien hoy en día es cantante y compositor de Urban.

Urban, es el nombre que lleva el grupo artístico formado y nacido en la fundación Circo para Todos. Es el grupo que ha recibido aplausos en el Circus Fest del Roundhouse –Londres, donde se presentaron por primera vez en 2010 y debido a su rotundo éxito fueron invitados a la misma versión del 2011. Han asistido también al Edinburgh Fringe Festival 2011, donde presentaron la versión "Intimo URBAN" y en el Glastonbury Festival 2010-2011 también fueron aclamados. Los asistentes por lo general se ponen de pie ante la imponencia de sus presentaciones y “Urban” es laureado por extensos aplausos prolongados en importantes escenarios de Hungría, Bélgica, Francia, Holanda, Brasil, Inglaterra, Dinamarca, Estados Unidos, Japón, Alemania y Australia, donde realizarán sus presentaciones a lo largo de un año.

En los años 90`s, Héctor Fabio junto con Felicity, logró materializar lo que serian los talleres comunitarios. Recibieron recursos internacionales y con ello, la potencializaciòn de su talento: los muchachos sacados del que es quizá el sector más violento y peligroso de Cali, comenzaban a volar. Contratos y ofertas internacionales abrían las puertas europeas para estos héroes.

“Me encanta volar. Vuelo a una altura de más de casi 8 metros. Nos hemos caído y nos hemos lesionado, pero hemos seguido adelante. Nosotros nos creemos un pájaro libre”. Afirma Cristian quien hace poco se vio obligado a dejar a su esposa y a su bebe de tan solo 2 años para cumplir con su contrato circense alrededor del mundo.

Pero como la vida nos trae sorpresas y muchas de ellas, son irónicas, el 14 de Diciembre de 2001 Héctor Fabio Cobo murió y ese mismo día se graduó la primera promoción de profesionales en artes circenses del Circo para Todos de Cali.

Pero como tigres enfurecidos, los artistas de circo para todos crearon lo que sería un éxito no solo en dimensiones nacionales, sino internacionales: “Urban”, sincroniza perfectamente circo, teatro y música, y Circolombia se ha encargado de exportar este maravillo arte a escenarios mundiales, pero tal vez lo que pocos saben y muchos desconocen es el trasfondo de su situación, lo que hay detrás de una imponente y perfecta presentación:

Sus protagonistas, y quienes le dan vida a Urban, optaron por una vía decente en medio de la pobreza y la miseria. Optaron por empuñar una bandera y no un fusil, arman coreografías esplendidas y no minas quiebra patas, sus acrobacias están cargadas de música y danza, y no de bombas, ni armas corto punzantes. La delincuencia común fácilmente, hubiera podido ser una salida y estos valientes héroes por el contrario, se disfrazan de gatos, emperatrices, raperos de la calle, calaveras y se pintan de animales salvajes.

“Nosotros vinimos a crear los personajes. Éramos nosotros quienes nos sentábamos a crear. Nos metimos en un rol de imaginación y quisimos plasmar lo que realmente somos nosotros: nuestra vida, nuestro pasado, nuestro mundo, nuestro talento y como logramos alcanzar las estrellas”.  

Tristemente, lo que se supone es deber del Estado, lo está llevando a cabo una fundación, por medio de una iniciativa muy válida de sueño de ciudad donde se rescata a ese ser que vive en la calle y que se pretende, pueda acceder a una vida medianamente decente a través de las artes circenses. Felicitaciones de antemano, a la linda labor que se ha realizado con las uñas y que hoy en día, enfrenta una aguda situación económica donde los bajos recursos han desplazado a varios profesores y alumnos. A la actualidad, son 85 los profesionales del circo, los cuales después de estudiar 4 años consecutivos recibieron su graduación y muchos de ellos, se encuentran en el extranjero. Otros 4.500 niños han pasado por la carpa circense y se han beneficiado. De nuevo, este tipo de iniciativas las debería acoger el Estado como propias y asumirlas como proyectos de ciudad donde la educación y el “camello” surjan como alternativa frente al conflicto armado y la delincuencia común. 

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