El hermano poliomielítico heredó un bosque de guaduas

Hay pocas soledades más absolutas que la que se puede encontrar en un pequeño bosque de guaduas. Éste puede estar en la mitad de un parque público o en su inhóspita casa de campo, perdida en medio de cordilleras elevadísimas y represas abandonadas. Para el caso se estudiará la segunda. Ya en este lugar, lejos de conocidos y revisores fiscales, puede uno preparase un termo con café y empacar en una bolsa de fique dos trozos de queso amarillo dietético, destinados a reponer las calorías empleadas en el mantra intestinal que se viene.

Así todo estará listo para irse de jeta al bosquecillo. Hay que tener mucho cuidado con el diminutivo, si el bosque no es lo suficientemente pequeño el efecto buscado no se verá en ninguna parte. Así que si su bosque de guaduas supera una determinada medida(1) habrá que cercar el área elegida con guaduas del mismo bosque y podar un espacio considerable alrededor, hasta que usted pueda confundir lo circundante con acacias o arbustos de mora. Pero, como se podría pensar, lo recomendable es que usted encuentre su pequeño bosque de guaduas de forma natural, dándose una vuelta en algún paseo de su empresa o explorando los límites de la propiedad recientemente adquirida/heredada (2).

Paso seguido podrá sembrar en su bosque de guaduas anturios y criar gatos de colores, que harán las veces de valiosas piezas de arte conceptual, destinadas a entretener a los paseantes que usted, tras un riguroso test escrito y brutales exámenes sicológicos, habrá seleccionado entre una multitud de aspirantes que quieren conocer su loft premoderno. A estos gatos habrá que alimentarlos con agua y jabón de rosas con PH neutro y para que su valor comercial aumente podrá usted adicionarles puntillas, taches y telas de la India en la piel y hasta llegar a embalsamarlos, si es que el trabajo requiere de absoluta quietud. Se recomienda que si usted decide compartir con otros la soledad de su pequeño bosque de guaduas procure no situarlo/descubrirlo/heredarlo en zonas muy concurridas por sus conciudadanos, ya que la peste a frituras, los bajos de algunos productores hip-hop dominicanos y las colillas de cigarrillos podrían echar a perder años de esmero de la Naturaleza, que ha puesto, sólo por una vez, los ojos en usted y en su pequeño cuerpo de carne, reacciones gástricas y pelo.

(1) Estudios realizados antes de la guerra campesina siamesa (Derivaciones geo-químicas sobre el cultivo de humanos en los bosques de guadua, editorial Magnética, Mallorca, Págs. 36-37, 1983), que podrán encontrase desmesurados por esto mismo, calculan que el espacio requerido bordea las tres hectáreas y que en caso de inconvenientes geográficos extremos jamás podrá exceder las tres y media, esto sólo si se tiene cierta predisposición a la agorafobia o si se sufre de estrabismo. Sin embargo, ancianos experimentados en la materia del Bajo Baudó aseguran que estas medidas están trastornadas debido a la sobreabundancia de la Mosca Zeta, cuya picada suele conducir a la estupidez y al astigmatismo, que, en los tiempos en que se llevaron a cabo las investigaciones, azotaba las tierras donde se hizo el trabajo de campo. Esta última fuente sitúa la medida en los 83,7 metros cuadrados y asevera que inexactitudes en el trazo de la cerca conducirían a peligrosos estados mentales de los que sólo quedaría recoger el cráneo agujerado del implicado, embadurnado de una melaza inmunda y plumas plateadas de un ave hasta ahora sin clasificar.

(2) Se estima que las mejores experiencias las obtienen quienes han frecuentado el terreno desde la niñez.

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