El perro Jonás

Por Redaccion. |

Jonás perdió su brazo el día que quiso conseguir trabajo. Tenía 27 años, dos carreras técnicas sin terminar y una tía enfermera que le daba techo pero no comida. Cuando vio que podía ganar su primer sueldo como ayudante en una empresa de trasteos se apuró a llegar primero a la entrevista para demostrar compromiso y puntualidad. Al ir subiendo las escaleras hacia el lugar de la entrevista sintió que uno de sus brazos se desprendía y robaba escalones abajo hasta ir a parar cerca de una señora que lo recogió algo prevenida y lo arrojó a la basura junto con una taza de café que no pudo beber más. Qué gran inconveniente –pensó Jonás- y mirando a la señora le pidió disculpas y continuó. Llegó al lugar indicado y empujó con el brazo restante la puerta. Le recibió una mujer roja que le hizo sentar. Le preguntó por sus habilidades como cargador y Jonás le refirió el incidente anteriormente ocurrido. <<Se ha caído por las escaleras –dijo- pero me las puedo arreglar con el que queda>>. La señora le miró detenidamente y le señaló su costado izquierdo sin decir nada. Jonás se miró y vio que del hombro le había brotado una pata de perro. <<Bueno, la cosa no es tan mala, ahora podré escarbar en la tierra con más facilidad>>

            <<Le doy el trabajo, pero debe usar un guante, no quiero que nuestros clientes piensen que contratamos perros>>, Jonás aceptó y fue empleado como mozo de carga. Ve entonces a un futuro compañero que manosea una secretaria. Piensa en como se haría eso con una pata de perro.

            Así salió a cumplir con su deber de hombre y no más fue la primera descarga, en la que fue obligado a llevar un nochero victoriano, para que se desencajara el segundo brazo. Jonás miró algo extrañado  y sin intriga, pero se alivió un poco al constatar que como en la anterior ocasión una pata de perro brotó de su hombro. Terrible fortuna. Aún así se sintió algo inválido ya que con el brazo había perdido el reloj y con éste su ubicación en el mundo. <<Si pudiera recuperar el reloj –pensó->> Pero debía darse prisa ya que por la acera de enfrente pasaba una horda de perros, que latían felices perdidos en la ciudad, a los cuales se unió mientras sus colegas continuaban descargando cajas y cajas, sin fin.

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