Enseñanzas del señor Connard: (No llegamos a la luna comiendo espárragos)

Por Redaccion. |

Caliescribe presenta estas narraciones de ficción como parte de su compromiso con la divulgación de la palabra escrita en todas las formas que ésta pueda tomar.

Por Alex Sterling

El señor Connard ha sido abandonado por su esposa. Se ha llevado a su hijo con ella. La mujer ahora vive con un ciencista llamado Carlos, paciente lector de Og Mandino y aficionado a los almuerzos en familia. El tipo, además de dogmatizarlos con sus aberradas creencias, ha fomentado en ellos el desprecio por la carne. El señor Connard no podía permitir esto, así que aprovechó el domingo que tenía junto a su hijo para educarlo correctamente. Aquí se sigue la forma en que el preocupadísimo padre ha hecho entrar en razón al muchacho:
- Recuerda, Pablo, el hombre es hombre en tanto piensa, y sólo se puede pensar si se es carnívoro, ya ves cómo funciona el cerebro, hay ciertas proteínas en medio de todo este pellejo, tenemos que tener la cabeza aceitada y funcionando, y la sangre es nuestro aceite, Pablo, y ha funcionado así por siglos. No hemos venido aquí a armar revoluciones, todos esos intentos, tan desesperados e inútiles, como asnos tratando de enhebrar una aguja, me hacen sudar las axilas (…)
(…) - Pero no somos cañoneros, debemos cazar nuestra propia carne, carne fresca, ya ves, el color rojo es buena señal, así se sabe que no es carroña ¿no querrás que tus compañeros piensen que eres un animal carroñero? Dime Pablo ¿No querrás que se diga de ti que eres una hiena? o una vaca tonta que se alimenta de maleza y frutos caídos.
- No, no querría eso.
- Ya vas entendiendo, así son las cosas, el hombre es hombre en tanto es un asesino.
- ¿Debo matar para ser hombre?
- No necesariamente, puedes dejar que otros lo hagan por ti, eso sí, el esfuerzo de quien se ha sacrificado no se puede despreciar, toda la carne debe ser devorada – El señor Connard sacó un trozo de carne de la olla y la sostuvo frente a Pablo – vamos, hijo, muerde.

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