Mercado de la ruina, en ruinas

Por Redaccion Cali… |

Por redacción Caliescribe

Video por Oscar López.

Para una economía personal en ruinas hay una mercado en ruinas que la sostiene. En la carrera novena A con calle sexta, en toda el portal a la Olla, hay un vestigio del universo económico del milenio pasado, cuando la obsolescencia programada todavía no era una política empresarial extendida entre los grandes fabricantes de tecnología. Los días en los que había servicio al cliente por ley y la gente reparaba lo que se dañaba, porque se trataba del televisor de la casa, no de un objeto reciclable, una pieza única que podía estar tanto tiempo en la sala que terminaba siendo un miembro de la familia. Ahora los medios nos hacen pensar en que es natural cambiar de celular cada dos años, o antes si se puede. Muchas veces el cambio no se debe a que el aparato anterior haya dejado de funcionar sino a que ya no es de última generación.

Para el resto de los mortales, los que no pueden cambiar de aparato cada vez que sale uno más bonito existe un lugar donde está en toda la esquina de la carrera 9a, con 16, justo al frente del boquete que deja entrara  a La Olla. Allí puede darle vida  a su celular desahuciado por otros doctores. Uno de los hombres más curiosos de este mercado es Camilo Pérez. Vivió en Popayán hasta que le da la gana de venirse a Cali a hacerse el judío. El plan parece perfecto: 18 maletas repletas de libros para venderlos en el centro. Era una práctica común en la época, de tal forma que no contaba con mayores dudas sobre su futuro. Para empezar estaba bien, pero luego fue cambiando de intereses, medida que su  ambición fue creciendo. Pensaba que nadie se hacía rico vendiendo libros así que se pasó al negocio de los segundazos. Ahora,

Su cercanía a la zona de compra y venta de chatarras hace imposible pensar que nunca se les haya ocurrido llevar todo esto y venderlo por kilo. Se entiende que le encuentran algún valor agregado o que es material imposible, o financieramente insostenible, de reciclar. Y así lo confirma Oscar, que parece no haber hecho caso de la edad y mantiene un entusiasmo áspero. Dice que no hay manera de encontrar en la ciudad un lugar para reparar un celular que sacó la mano. ¿A quién le importa? ¿Quién va a reparar un Nokia 1110? Pues sí hay quien. Camilo dice que vende hasta 10 mil pesos diarios sólo en esas cosas pequeñas, calculándole unos 500 pesos por pieza, que es a lo que las vende en promedio. Es motivo de orgullo que haya en la ciudad todo un mercado para ingenieros aficionados que se mandan el reto de reparar una pantalla led de 5 cm cuadrados de superficie. Sea por curiosidad metalmecánica o por simple pobreza el evento es plausible, eliminando la necesidad de crear nuevos aparatos para esta gente, que logra revivir un Frankenstein de silicio para darle al planeta unas horas más de vida. O lo que sea.

Mirando bien en las cajitas que conforman su muestrario hay:

- Una caja roja donde flotan en el tiempo partes de teclados para celulares noventeros.

- Una más grande al lado, que alberga cables y cargadores, de todas las pelambres, algunos roídos por ratas o bebés muelones, evidentemente inútiles.

- Pantallas de diferente clase, todas para celular.

- Partes internas indistinguibles a simple vista.

- Baterías y pilas Varta disfrazadas de baterías.

Nos queda claro rápidamente que Camilo es un outsider en la totalidad de la palabra. Es el único que está el otro lado de la carrera 10. O por lo menos el más frecuente y el único que ocupa la calle (literalmente la calle, no está sobre el andén). Al otro lado se encuentra lo mismo, pero en forma masiva. Venden desde tornillos hasta ventiladores, citófonos, impresoras. Hay un local especializados solo en ruedas pequeñas: para carrito de supermercado, para coche maternos, podadoras. Todo de segunda.

No es un mercado de pulgas convencional. No hay tantas cámaras y radios de un siglo de antigüedad como en el imaginario que alguien se puede hacer de un lugar así. Más de la mitad de la mercancia tiene abolladuras u óxido. Los precios son ridículos, denunciando así una ciudad paralela que, lejana a la opinión pública, se hace a tecnologías casi que construyéndolas pieza  a pieza, reparando electrodomésticos que se hubieran desechado en cualquier otro lugar. El mercado de las personas que están por debajo de los que se llama "línea de pobreza".

¿En qué estado se encuentra el poder adquisitivo de el porcentaje más populoso de la población? Vaya y responda a ver qué igual no pasa nada. Con el TLC sí que va a abundar la chatarra y estos buenos hombres se van a ver en dificultades a la hora de revender un cascaron de celular que fabricaron para desintegrase a los 5 años.

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