No hay donde hacer un festival

Por Redaccion Cali… |

La ciudad de Cali carece de un manejo adecuado de los espacios públicos espacios abiertos. Un lugar donde organizar festivales de gran escala es uno de los proyectos que nunca se definió.  

Por redacción ciudad

Las demoras consecuentes que soportaron los caleños en la depresión vial de la Avenida Colombia, habilitaron esta zona para pasar hacia el centro de la ciudad. El Paseo Bolívar vio en esos meses erosionarse caminos a través de su territorio, el cual generalmente es transitado solo por unos cuantos vagabundos.

Una de las Megaobras que se ejecutarán en la administración de Guerrero  es la de la adecuación de las márgenes del Río Cali. El término exacto que se utiliza es: alameda. Dicha recuperación no incluye un plan de integración del recorrido lineal que sigue el camino peatonal paralelo al río, el que se beneficiaría directamente de la megaobra, con el Paseo Bolívar y la plataforma peatonal  que va sobre el túnel. Si se trataba de crear un espacio con un radio amplio para los peatones, un centro extendido con zonas verdes y río, se debió haber incluido una reforma y reconstrucción de sentido con el espacio abierto más importante del centro de Cali.

En esta Megaobra se destinarán $19.152 millones, incluidos los más de 4.000 millones que deberá poner EMCALI en reposición de redes. Se está dejando por fuera la adecuación de un espacio que posiblemente solucionaría problemas primarios de espacio vital. Como no fue incluida en el paquete de megaobras y las que están no ha sido concluidas o enfrentan problemas legales, es poco probable que se intervenga en el corto plazo.

El problema de espacios amplios, plazas y panorámicas es grave en toda la zona histórica de la ciudad. Pero no solo por la ausencia de espacios libres donde perder la mirada y alejar de la claustrofobia, sino porque no hay un centro de eventos que pueda hacerse cargo de un evento importante, uno que convoque más de 400.00 personas.

Eventos multitudinarios, tipo rock al parque, no tiene cabida en la ciudad. El Petronio Álvarez se quedó pequeño en los Cristales y tuvo que pasar a la Plaza de Toros, la que finalmente se rebosó en dos ediciones, dando paso a una improvisada versión en el remodelado Pascual Guerrero, una que cambió toda la dinámica del evento. Me refiero al espacio para comidas y socialización que se formaba espontáneamente en el parqueadero de la Plaza de Toros. El estadio, además, por su estructura no permite una visión y movilidad horizontal, seccionando el evento, no solo en estratos (los que nacen del que solo con pase de prensa o de artista se pueda ingresar a la grama) sino geográficamente. No hay espacio para esparcir la mirada, ni para ubicar los tendidos de comidas al aire libre, que es como suele vivirse un festival.

La ciudadela Petronio Álvarez es un esfuerzo logístico de adaptación que reemplaza la ausencia de un esfuerzo político de infraestructura.  La Unidad Deportiva se acondicionó de manera, digamos transitoria, pero sin ningún tipo de porvenir en dicho espacio, dado a que esto ya tiene un uso determinado, más allá del folklor del Pacífico, y es el de complejo deportivo, campo de entrenamiento de miles de jóvenes, y cuyas instalaciones ya se hacen pequeñas para atender a los atletas. Su espacio, si bien calza perfecto, es prestado y una ciudad como la nuestra debería tener un espacio que pueda albergar a más de 100.000 personas, con zonas verdes, dedicado solamente a eventos culturales, con espacios demarcados para servicios sanitarios y comidas. Es solo la responsabilidad que impone el tamaño y la época. Hay que hacerlo.

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