Por una Feria de Cali incluyente

Por Redaccion Cali… |

Es costumbre para los que no gustan de la fiesta esterotípica abandonar la ciudad o hacer de cuenta que no pasa nada. Es ausencia de eventos extraordinarios de su gusto, la ciudad les muestra su cara más dura: la indiferencia sistemática que se ha impuesto sobre los gustos divergentes. Según Alberto varela, sociólogo, el fenómeno es defendido por la dirigencia a través de la tercerización de las responsabilidades: Pareciera que cada subgénero se tiene que encargar de financiar sus consumos culturales. La pregunta que se abre es: ¿Acaso no se financian con recursos públicos eventos, concursos y prácticas de naturaleza comercial? ¿No es una obligación del estado crear políticas inclusivas de participación?

El fenómeno de la salsa ha eclipsado manifestaciones como el movimiento rock, el hip-hop o la música tradiconal colombiana (la salsa no lo es). Si bien eventos como el Festival Mono Nuñez o los conciertos de mitad de año en Los Cristales atienden en parte los gustos de este importante sector de la población, ninguno de estas expresiones culturales están planilladas dentro de las actividades más populares de la Feria de Cali.   

O mejor, ¿una exhibición centáurica alcoholizada, testimonios de lo dotados que nacimos pal baile de la salsa (que no para hacerla), y carros viejos que no son tan raros pero que distraen? ¿Eso es todo? Otros géneros musicales, que cuentan con miles de adeptos en la ciudad, esperan por algún tipo de participación. Eventos deportivos extraoficiales, con la debida publicidad. Los geeks tampoco tienen su espacio. No hay nada parecido a un Campus Party, ni en diciembre ni en ninguno de los otros 11 meses. Doy por sentado que la feria se diversificará e incluirá en su agenda a los maltrechos ciudadanos que, aún pagando impuestos y aportando a la economía del municipio, deben financiar una serie de espectáculos que no les interesan, que incluso, les pueden llegar a incomodar. Debería financiarse ferias paralelas que den servicio a los que ven salvajismo y estética pueblerina, donde otros ven arte y glamour criollo.

Como se ve nada de experimentación, la falencia letal de la personalidad vallecaucana. Amamos las costumbres y nuestras costumbres, tal vez, ya se conviertan en barbarismos ante nuestra propia mirada. Las corridas tuvieron en la inasistencia un abucheo silencioso. Se da por sentado que nos civilicemos en por lo menos una década y la tauromaquia se convierta en motivo de asombro para nuestros descendientes: “¿En serio le hacían eso a los toros?”.

Ad portas del 2013, las comunidades culturales alternativas se están organizando. María Paula Farfán es una amante de la música electrónica que ha visto como los espacios donde puede dar rielda suelta a sus pasiones más genuinas son tan contados que pueden verse solo 3 en un semestre. No hay conciertos, no hay convocatorias y cuando quieren organizar una fiestas privada hay bastantes problemas para lograr los permisos.

La escena hip-hop tiene precencia en el distrito pero no en el resto de la ciudad. 

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