MIO ante el inicio de las ventanas rotas

Por Guillermo E. U… |

Por Guillermo E. Ulloa Tenorio

Economista de la Universidad Jesuita College of the Holy Cross en Estados Unidos, diplomado en alta dirección empresarial INALDE y Universidad de la Sabana. Gerente General INVICALI, INDUSTRIA DE LICORES DEL VALLE, Secretario General de la Alcaldía. Ha ocupado posiciones de alta gerencia en el sector privado financiero y comercial.


El transporte masivo en Cali, como solución de movilidad para el medio millón de usuarios diarios, se ha convertido en una verdadera odisea. A los inconvenientes de frecuencias, tiempos de espera y lentitud de recorridos se suma la incomodidad, cada vez más acentuada, por falta de autoridad.

Los accesos a las estaciones se encuentran invadidos por vendedores de frutas, chontaduros, biblias, aguas azucaradas, dulces y pasa bocas, sin control alguno de la Secretaria de Gobierno.

Una vez al interior de las estaciones la desidia del operador de las mismas se hace evidente. Los monitores informativos, determinantes para informar itinerarios y ayudar en seleccionar la mejor alternativa, en la mayoría de veces, desactualizados o por fuera del sistema, desinformando y obligando al usuario en abordar el primer bus disponible. Las puertas de acceso de las estaciones a los buses, en su mayoría, inoperantes por falta de mantenimiento. La solución temporal, a la espera de realizar el mantenimiento y reparación, dejándolas abiertas son invitación al desafío de los colados, mientras auxiliares de policía asignados a la seguridad, entretenidos chateando por celular.

Al interior del bus el civismo desvaneciéndose. Una vez iniciado el recorrido, se empiezan a escuchar las suplicas de los “vivos bobos”, nacionales y extranjeros, enunciando que por falta de oportunidad laboral, obligaciones o alguna desgracia familiar, se han visto obligados a recurrir a esta práctica. Recorren el apretujado corredor, solicitando “respetuosamente” donativo al pasajero. Al llegar a la siguiente estación sincronizadamente se bajan y son relevados por músicos callejeros, raperos, boleristas, vallenateros incomodando al usuario por el alto volumen de sus parlantes. A esta multiplicación se suman otros pedigüeños quienes abusando de su limitación física, imploran compasión. No obstante este tipo de conducta y comportamiento son prohibidos, no hay autoridad que las haga respetar.

A este panorama se suma la pericia, cada día más exigente, del conductor del articulado, quien desafía permanentemente la invasión del carril de uso exclusivo, ante la mirada impávida de la Secretaria de Transito Municipal. La Policía Nacional, tanto motocicletas como vehículos, ha optado por usar el corredor evitando el pesado tráfico urbano. Ambulancias, con sus sirenas alborotadas, han decidió que el carril también es para su uso. Los carretilleros recicladores del centro, con su voluminosa carga y la imposibilidad de recorrer estrechas vías, a quienes se suman algunos intrépidos y abusivos motociclistas, hacen uso del corredor como si ellos pertenecieran al sistema.

Los catedráticos norteamericanos James Q. Wilson y George Kelling desarrollaron la 'teoría de las ventanas rotas', misma que concluye que el delito es mayor en las zonas donde el descuido, la suciedad, el desorden, el maltrato y falta de autoridad son mayores.

“Si se rompe un vidrio de una ventana de un edificio y nadie lo repara, pronto estarán rotos todos los demás. Si una comunidad exhibe signos de deterioro y esto parece no importarle a nadie, entonces allí se generará el delito. Si se cometen 'pequeñas faltas' y las mismas no son sancionadas, entonces comenzarán faltas mayores y luego delitos cada vez más graves.”

No podemos dejar el MIO se convierta en ese edificio donde se rompieron todas las ventanas y esos mismos espacios abandonados por la gente sean progresivamente ocupados por los delincuentes.

Estamos iniciando el proceso de las ventanas rotas por falta de apropiación de las autoridades a lo que prometió ser una solución al transporte urbano caleño.

 

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