Carlos José Holguín.
que la democracia y la libertad de expresión habían finalmente regresado al Ecuador después de 10 años de gobierno prepotente y soberbio de Rafael Correa
Tenía la ilusión que el pasado domingo iba a poder decir, al igual que millones de ecuatorianos, que la democracia y la libertad de expresión habían finalmente regresado al Ecuador después de 10 años de gobierno prepotente y soberbio de Rafael Correa.
En el tristemente club del socialismo del siglo XXI que formara el entonces Presidente Hugo Chávez de Venezuela y del que cada día quedan menos socios, Correa hay que reconocerlo, era el más formado, el más estudiado y uno de los más caudillistas, la mezcla de estas habilidades entre otras le permitió perpetuarse en el poder por 10 años, luego obviamente de cambiar la constitución para establecer la reelección presidencial indefinida.
Por supuesto que el éxito de Correa no es gratuito ni mucho menos injustificado, pues supo aprovechar, probablemente como ningún otro de los países andinos, la bonanza petrolera y darle un desarrollo significativo en infraestructura y desarrollo al Ecuador y garantizarle una estabilidad política sin precedentes, 10 años un solo presidente, cuando la relación anterior era totalmente inversa, 8 presidentes en 10 años (1996 a 2006).
Todo ello es digno de reconocimiento, pero también es cierto que ello no se hubiera podido sin acabar con la libertad de expresión, el acoso duro y templado hacia los medios y periodistas que no le fueran adeptos, o que simplemente lo criticaran, la expedición de la Ley Mordaza que creo ni más ni menos una Superintendencia de Información y Comunicación encargada de auditar, vigilar, intervenir y controlar las actuaciones de los medios de comunicación, con posibilidad de imponer multas por contenidos que óigase bien “… desprestigien o reduzcan la credibilidad publica de un funcionario….”, y ni hablar de la condena de cárcel a Emilio Palacio, editorialista del Diario El Universo el más influyente de la costa ecuatoriana, lo cual lo tiene en el exilio desde hace cinco años.
Por supuesto que bajo estas circunstancias era casi un hecho la continuidad de Correa así fuera en cuerpo ajeno, pero el cuerpo que más lealtad y docilidad le garantizaba, el de Lenin Voltaire Moreno Garcés. Lo sorprendente es que casi no lo logran, ganan en segunda vuelta por una cuestionada y estrecha diferencia de 2.3% en medio de denuncias desde diferentes frentes sobre un posible fraude y con una presión interna para que se haga un reconteo de voto a voto pues la ONG CREO ha identificado 1.795 actas irregulares que equivaldrían a más de 593.000 votos, muchos más de los 200.000 de diferencia entre el candidato opositor Guillermo Lasso y Lenin Moreno.
ordenar un reconteo voto a voto y una rigorosa auditoria al proceso electoral que permita finalmente despejar toda suerte de dudas
Sería una absoluta torpeza incomprensible desde todo punto de vista, que el corolario final de Correa sea el de haberle metido mano a las elecciones presidenciales, seria borrar con el codo lo que hizo con la mano, devolverle estabilidad política e institucional a un país que lo requería a gritos, para al final por culpa de un fraude electoral dejarlo en la más absoluta polarización, división y por supuesta inestabilidad institucional sería absurdo. Correa debería sin más rodeos ni ambigüedades, menos aquella propia del socialismo del siglo XXI de echarle la culpa al imperio gringo con el cuento de unos hackers estadounidenses, ordenar un reconteo voto a voto y una rigorosa auditoria al proceso electoral que permita finalmente despejar toda suerte de dudas y no tirar por el caño lo que con tanto esfuerzo logró para su país.