Jean Nicolás Mejía H
Profesional Ciencias políticas – Pontificia Universidad Javeriana Bogotá. 28 años, Máster en cooperación internacional y organizaciones internacionales de la Universitat de Barcelona
Si alguna reflexión le ha dejado a Xi Jinping la pandemia derivada del coronavirus desatada a nivel global, es que el sistema autoritario del gobierno chino funciona, al menos más que las “democracias de occidente”.
Juan Linz, como bien se refleja en el libro Antropologías para el estudio de la enseñanza de la ciencia política V.II, emplea el término de “ autoritarismo”, para referirse a un tipo de sistema político, en donde más allá de ser una forma de gobierno dominante, es un sistema que se determina por “centralizar la diversidad” en un solo partido político, controlando todo el aparato estatal, y cooptado estructuras sociales, económicas e institucionales.
Es una definición bastante acertada si se refiere a la forma en la que el partido de Jinping ha logrado centralizar el poder, a tal punto que ha logrado usar las externalidades -como una pandemia global- a su favor para consolidar su poder y a su vez legitimar su sistema autoritario de gobierno.
Tan solo a mediados de 2020, la administración desde Beijing demostró ser más efectiva en el manejo de la pandemia que Europa y Estados Unidos, pues ha logrado convertirse en uno de los pocos países que ha logrado volver a normalizar su situación retomando una “normalidad” relativa abriendo restaurantes, permitiendo eventos como conciertos y promoviendo el turismo.
Prueba de su ímpetu, fue la única potencia económica que creció en el tercer cuarto del 2020 y se convirtió en el segundo país después de Rusia en proveer una vacuna efectiva contra el coronavirus, empezando de inmediato su exportación a regiones como África y Latinoamérica.
Pero todo esto no se pudo haber logrado sin poder ejercer una influencia a nivel estructural como propone Linz, tal y como la ejerce el partido comunista de gobierno. El manejo de la pandemia por parte del Partido de Xi se convirtió en la bandera de la propaganda que busca reforzar el apoyo general, y reprimiendo a todos aquellos que se atrevan a criticar al gobierno y su gestión.
Y aunque la propaganda es fuerte y directa -el gobierno chino controla los medios de opinión estatales y filtra y censura el internet y la información que consumen los ciudadanos chinos- hay una fracción social altamente preocupada por el rumbo que está tomando el gobierno, y sobre todo nerviosa y rebotada con todo lo que está pasando.
Esta molestia generalizada gira en primera medida en torno a las delicadas denuncias de campos de concentración del gobierno chino que buscan silenciar aquellas personas que se atreven a cuestionar al gobierno y más allá, a hacer denuncias. En segunda medida a las represiones contra las expresiones y reclamaciones por los derechos humanos y en tercera medida por la extrema censura y violencia estatal hacia la información independiente y cualquiera que se atreva a decir algo contrario al partido de gobierno.
Tan solo la BBC ha hecho contacto reciente con 22 personas que han salido exiliadas del gigante asiático por amenazas y hostigamiento basado en difamaciones, por atreverse a denunciar las graves violacione de derechos humanos, entre esas las violaciones sexuales a mujeres dentro de los campos de concentración -a su vez denunciados-, y la respuesta clara del gobierno, la expulsión de cualquier corresponsal extranjero que quiera hacer presencia en territorio chino.
El gobierno de Xi considera que es un método exitoso el que está empleando de manera general pero no por el manejo de la pandemia que ha permitido ese retorno relativo a la normalidad, sino por usar su poder e influencia estatal para reprimir cualquier crítica y proyectarse como el futuro del modelo político a nivel estatal e internacional.
El futuro de la estabilidad del sistema internacional es frágil cuando los países influyen de manera coercitiva políticamente y económicamente, como lo hace China a nivel local, regional e internacional. Depende del control internacional y de la mediación política de otros actores para armonizar estas situaciones.