
Carlos Armando Cuervo Jiménez
Emprendedor y empresario con formación en Ingeniería Industrial
En el año de 1993 murieron por causa de hechos violentos 1834 habitantes de Cali, en 1994 fueron 2239, en 1995 2064 y en 1996 1990 personas, tendencia que a través de los años empezó a disminuir pero muy lentamente, en una demostración de mucha insania y crueldad.
Actualmente en el 2020 y según lo publicó recientemente un diario local, 1003 caleños han fallecido, datos establecidos hasta el martes 7 pasado y faltando contabilizar días históricamente complicados como el 24, 25 y 31 de diciembre. Y la gran mayoría menores de 35 años.
Después de 27 años de juiciosa recopilación de datos estadísticos y de estudios sobre el tema esta endemia parece irresoluble.
Análisis del flagelo proponen crear compromisos entre los jóvenes en los barrios para que solucionen sus conflictos de manera pacífica, a través de la implementación de espacios con actividades culturales, deportivas, procurando desestimular la vinculación a las pandillas, como parte de un intento de la municipalidad para disminuir estos índices, pero aún con resultados agridulces.

Da la impresión que los programas que también incluyen activación laboral con proyectos de instrucción, son esfuerzos vanos ante la lentitud para disminuir los índices de manera drástica de este flagelo.
Mientras Bogotá y Medellín, han logrado menguar el volumen de muertes, Cali avanza rezagada, caracterizándose como una de las ciudades más violentas del país.
¿Qué motivara al caleño rumbero, dicharachero y jovial a resolver sus diferencias y disputas con reacciones tan extremas?
La capital del país con cinturones de miseria con mayor población si lo ha logrado y se mantiene hace años por debajo de nuestra ciudad.
¿Será que el clima ayuda?
Todo este conjunto de soluciones que a todas luces quedan cortas necesitan sin duda del apoyo de las nuevas tecnologías inscritas bajo el denominado Big Data a través de la analítica de datos.
Ahora no es tecnología de carácter económico en su implementación y se necesita del apoyo institucional de todos los comprometidos en estudiar y crear soluciones para domar la violencia en la ciudad, porque se deben mantener activas todas las otras estrategias implementadas para alejar a los muchachos de las acciones ilegales.
Así suene a ciencia ficción, con el juicioso manejo del análisis estadístico y las proyecciones que se identifican sobre los comportamientos de pandillas, redes de microtráfico y sitios denominados calientes, se iniciaría una disminución real de homicidios, dejando más capacidad de inteligencia para investigar y desactivar las llamadas oficinas de cobro, motivo adicional para mantener los altos índices de criminalidad.

Para apoyar todo estos análisis se requiere también de vigilancia electrónica a través de las cámaras de video, controladas por maquinas con software de reconocimiento facial, de comportamientos corporales y de gestos, como se hace en China y de análisis en tiempo real de todos estos eventos para así lanzar alertas tempranas y evitar la consumación de los hechos.
Pero en Cali hasta el sistema de cámaras se ha convertido en adorno. Y el problema real hay que decirlo, además de todos los anteriores, Cali es capital en Colombia del narcotráfico, del suroccidente colombiano y su pobreza, desempleo, miseria e informalidad.
Entonces se evidencia la necesidad de decisiones y de voluntad política para adicionar dinero a los presupuestos, garantizando inversiones juiciosas en este campo científico y claro dando instrucción a los gestores del gasto para que entiendan que es dinero muy bien invertido.
A ver si en el análisis en diciembre de 2021 podremos ver una disminución sensible de muertes violentas en Cali.
Para todos los que diariamente se quejan sobre la inseguridad en las calles, los invito a investigar sobre este tema y a presionar al concejo y al alcalde para que seriamente avancemos en la dirección tecnológica correcta y así de verdad a futuro disfrutemos de una ciudad pacífica y segura.