
Por Benjamín Barney Caldas
Arquitecto de la Universidad de los Andes con maestría en historia de la Universidad del Valle. Ha sido docente en Univalle y la San Buenaventura y la Javeriana de Cali, y continua siéndolo en el Taller Internacional de Cartagena, de los Andes, y en la Escuela de arquitectura y diseño, Isthmus, en Panamá. Miembro de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, la Sociedad de Mejoras Públicas de Cali y la Fundación Salmona. Escribe en Caliescribe.com desde 2011.

A diferencia de las plazas, espacios urbanos públicos y en las que importan son sus costados, con frecuencia uno más que los otros, en las manzanas, volúmenes casi siempre privados, lo que más importa son sus habituales cuatro esquinas, casi siempre enfrentadas a las otras tres de un cruce de calles. No son el centro de un volumen pero unen dos de sus costados incluyendo sus cubiertas, y en el espacio no en un solo plano; de ahí su gran importancia y el despropósito de no considerarlo así en las normas urbano arquitectónicas, y por tanto en su proyectación considerando su simetría, interacciones con los vecinos y unificación con la tradición local en tanto clima y relieve urbano y paisaje natural.
Usualmente se dan tres soluciones: un volumen ad hoc, generalmente cilíndrico, como en tantos edificios neoclásicos en Europa; una plazoleta generando una concavidad y dos esquinas que así pasan a ser secundarias, igual a cuando se la recorta a 45ª como en el Ensanche de Barcelona; o la imbricación por tramos intercalados de las dos fachadas. Y hay casos ejemplares como el Guggenheim de Nueva York en donde Wright sencillamente las desapareció, pero lo que es fatal es producir dos fachadas mal articuladas, especialmente si una es secundaria o mucho peor si es ciega: una “culata” como se las llama en Colombia, en donde sus ciudades están llenas de ellas, sobre todo en Cali; la ciudad de las culatas.

Curiosamente la esquina no es tema de los ejercicios de la carrera de arquitectura en las universidades, en las que se prefieren edificios aislados o entre medianeras…las que tampoco se consideran. El caso es que lo que les da animación y belleza a las esquinas es lo que pasa en sus primeros pisos, y casi siempre es el uso público de un espacio privado como en las tradicionales tiendas de esquina de las ciudades coloniales de Iberoamérica. O como los restaurantes que las están sustituyendo en San Antonio en Cali por ejemplo, en donde no todos han entendido la importancia de la esquina y los hay que tampoco han entendido lo de la buena mesa.
Dice el DEL que estas aristas son la parte exterior del lugar en que convergen dos lados de una cosa, especialmente las paredes de un edificio, y por eso las esquinas interiores ya son mucho más sencillas pues lo que debe haber entre ellas es continuidad o mucha diferencia, Y, precisamente, lo que genera las feas culatas es tratar las esquinas exteriores diferentemente, como si fueran interiores, aduciendo que no pueden tener aberturas o que van a ser tapadas por otro edificio, y ni siquiera las pintan del mismo color lo que en buena parte de los casos cambiaria sus aspecto de tales; sin embargo peor son las pintadas que se hacen en ellas.

En conclusión lo que hay que entender es que las esquinas son un asunto fundamentalmente espacial, incluyendo el xairo que es el encuentro oblicuo de dos superficies, y de ahí que sean preferidas para los usos públicos que demandan la confluencia de gentes de distintas direcciones, pero qué contradicción que hoy se ignore sistemáticamente su correcta arquitectura. Y por lo demás los buenos ejemplos modernos no abundan ya que ni siquiera se retoma la solución tradicional que consiste en hacer dos vanos en escuadra, como en cualquier vieja y entrañable tienda de esquina. En lugar de afrontar el reto se dan contra las paredes o se lo esquinea, se lo indispone, señala el DEL.