
Jean Nicolás Mejía
Profesional en Ciencias politicas Pontificia Universidad Javeriana Bogotá, 28 años, máster en cooperacion y organizacion internacional – Universidad de Barcelona
Las actuales elecciones para la presidencia de los Estados Unidos son históricas. No solo porque el contexto internacional es único: pandemia, incertidumbre mundial, inestabilidad de las economías occidentales y crisis de empleos, sino porque en pleno 2020 el viejo discurso populista de la amenaza comunista – socialista (que no es lo mismo) vuelve a ser determinante.
Esta reflexión se escribe con el triunfo de Biden e incertidumbre que ronda en la mente de los millones de norteamericanos que han votado en estas elecciones , pues el triunfo oficial con el escrutinio le ha permitido a los medios norteamericanos y mundiales declarar ganador al superar los 270 delegados del colegio electoral, Trump ha presentado , ha anunciado nuevas demandas y ha dicho, que es el ganador por mucho.
La primera reflexión- y tal vez una de las más interesantes, la internacionalización del discurso populista de los políticos de tendencia republicana, conservadora y de “derecha” latinoamericanos, sobre la “permanente y constante” amenaza comunista/ socialista que acecha a la democracia internacional. La segunda reflexión, habla de la internacionalización de los latinos, y de su clara y determinante influencia en procesos externos, como lo son las elecciones presidenciales del cargo con más poder político del mundo actual.
Latinoamérica históricamente ha sido una región convulsionada, heterogénea social y políticamente, en donde ha habido dictaduras fascistas, regímenes comunistas, y países con relativa estabilidad democrática. Si bien es un desacierto atribuir una sola tendencia política que cobije a toda la región, es posible identificar que históricamente algunos países tienden a tener gobiernos con inclinaciones de “derecha” o de “izquierda”.
Lo que sí se puede afirmar con seguridad, es que producto de estos procesos políticos, sociales y económicos heterogéneos, ha habido una migración importante de latinos a todo el mundo, siendo Estados Unidos uno de los principales destinos. El éxodo de cubanos escapando del régimen de Castro a mediados del siglo XX, centroamericanos huyendo de la violencia del narcotráfico en las décadas posteriores, son ejemplos claros. Ahora, las nuevas generaciones de votantes latinos en Estados Unidos son irremediablemente determinantes, y esto también es importante de cara a la reconfiguración social y política del país norteamericano.
Según el Centro de Investigación Pew, la mitad de los votantes latinos se concentran en dos de los estados más poblados del país. El 46% de estos votantes residen en California – aproximadamente 7,8 millones de votantes, mientras que, en Texas, 5,6 millones. Le siguen Florida con 3.1 millones Nueva York con 2 millones y Arizona con 1,2 millones. Todos estos estados tienen algo en común: son estados con muchos votos del colegio electoral. Por ello, no es extraño que en estos estados sea muy elaborado el discurso a la población latina, aunque hayan estados con votos tradicionales, como Texas – tradicionalmente republicano -, o California – tradicionalmente demócrata. Estados como Florida, Maine o Vermont – estados en donde la población latina no es significativamente amplia, pero si representa la mayoría elegible para votar- tienden a ser muy disputados en las elecciones.

Este año las elecciones estuvieron marcadas por discursos en donde la audiencia latina fue protagonista. Llama la atención la estrategia de Trump, en donde ha identificado una amenaza – como suelen ser los discursos populistas- proveniente de américa latina: el castrochavismo, el comunismo y el socialismo. ¿Qué tienen en común las anteriores amenazas? Nada: el castrochavismo no existe, es un neologismo inventado para rechazar algunos sistemas de integración y movimientos “bolivarianos”, el comunismo es un sistema político obsoleto en el sistema internacional actual, y el socialismo es una corriente político- económica e ideológica, que ha mutado tanto en el sistema, a tal punto que es difícilmente identificable como un sistema de gobierno real.
El tema del populismo en las orillas ideológicas es determinante a la hora de la proyección de objetivos políticos, pues lo que busca la configuración del discurso precisamente es una reacción de las masas, del electorado. Los populistas republicanos neoliberales contemporáneos suelen enmarcar las tendencias progresistas, democráticas participativas, comunistas y de “izquierda”, dentro de la palabra socialismo, para dar forma y cuerpo a una amenaza -generalmente externa- de la cual es imperativo protegerse. Este discurso es muy lejano al de Bush hijo, que a principios de la década de los 00’ identificaba como dicha amenaza, al terrorismo de oriente medio, y que lo llevó a su segundo mandato. Caso contrario el discurso populista configurado desde la otra orilla ideológica. La “izquierda”, demócratas, progresistas y movimientos por los derechos civiles, suelen configurar su discurso a través de la agitación de las masas, de la protesta social, pues el enemigo generalmente no suele ser un agente externo, sino el mismo estado o el gobierno de turno. Lo anterior desencadena un sinfín de consecuencias a nivel social, pues la agitación civil tiende a cuestionar la legitimidad de las instituciones -las que cuestionan- y ello desencadena rápidamente en externalidades, como el vandalismo.
Precisamente, mientras que Trump habló de la amenaza castro chavista y la instauración del “socialismo del siglo XXI” que invade Latinoamérica – a pesar de que las potencias de la región latina tienen una tendencia política de “derecha” neoliberal o republicana- (destaca en este contexto el caso colombiano, en donde este discurso ha calado profundamente, a pesar de que no ha habido gobiernos de “izquierda” en las últimas décadas), su contrincante, Biden ha abogado por identificar a las economías latinas – en particular a la colombiana- como un pilar fundamental de la política exterior norteamericana.
La importancia de entender que configurar un discurso tan fuerte para los latinos en una sociedad tan heterogénea como la norteamericana, golpeada socialmente y recientemente agitada, ávida de soluciones a los problemas tradicionalmente estructurales, muestra como los procesos migratorios empiezan a reconfigurar la percepción de la política internacional, y con ello, la configuración de las políticas nacionales e internacionales, así como la percepción de los políticos sobre el pueblo que gobiernan.
Esto da cabida a la llamada glocalización política, entendida como el proceso que relaciona lo global, con lo local. Escenarios en donde ocurren múltiples interconexiones, en donde se puede entender cómo la globalización, se localiza. Es un concepto derivado del “dochakuka” japonés, para referirse a la localización de lo global.

Un ejemplo de glocalización comercial, es como Coca Cola adapta sus productos a los diferentes mercados globales. Lo mismo sucede con el discurso político: la globalización de las amenazas locales – o regionales – propias de américa latina, ahora parecen ser “la creciente preocupación del gobierno norteamericano”. Trump ha amenazado a la población norteamericana afirmando que, si gana Biden, EE. UU. será como Venezuela. Es el mismo discurso usado por el partido del Centro Democrático en Colombia, para fomentar los votos de su candidato y actual presidente, Iván Duque. Por supuesto que es un discurso de campaña, pues es inconcebible política, económica y socialmente que EE. UU. atraviese un proceso como el de Venezuela, a la vez que es también imposible que suceda en el país cafetero.
La conclusión es entonces, por una parte, es que las migraciones están modificando las estructuras políticas tradicionales, y con ellas como se configuran sus discursos ideológicos. Los políticos empiezan a entender que la diversificación cultural y social juega un papel imprescindible en los procesos democráticos y en la estabilidad relativa de los gobiernos. Seguramente en la sede republicana de gobierno, Bush padre jamás hubiera aprobado en los 90´ que luego de la dura campaña xenófoba de Trump en 2016 contra los mexicanos, hoy este haya configurado un discurso exclusivo para este electorado, con el fin de sumar sus votos.
Por otra parte, se aprecia la reconfiguración de la política internacional. Así como los procesos migratorios están influyendo en la política de EEUU, no tardará mucho en replicarse en todo el sistema: el gran hermetismo que han tratado de tener los europeos para que nadie se entrometa en sus asuntos, empieza a derrumbarse, con la influencia musulmana de oriente que crece cada vez más en el continente, la influencia económica de las potencias asiáticas en los mercados occidentales, y la diversificación cultural global que terminará por derrumbar las barreras locales establecidas.
*Profesional en Ciencias politicas Pontificia Universidad Javeriana Bogotá
28 años, máster en cooperacion y organizacion internacional – Universidad de Barcelona