Luis Eduardo Echeverri Franky
Ingeniero Civil, miembro de una generación que ama el deporte
El argentino, Marquinhos y Bernat marcaron los tantos de la inapelable goleada de los de Tuchel frente al RB Leipzig (0-3)
Cada vez que el balón se acercaba a los pies de Neymar, el Leipzig parecía sufrir y sobre el delantero brasileño se dibujaba un aura de majestuosidad nunca vista antes de esta fase final de Lisboa…. Y Neymar continúa con la doble aspiración que da sentido a su carrera: ser el mejor futbolista del mundo y conducir al PSG hacia el título de campeón de Europa.
Nada se explica sin Neymar, pero no todo se explica sólo con él. El PSG, tantas veces una mera acumulación de estrellas, es ahora un equipo, cincelado a conciencia por Thomas Tuchel. El brasileño decide, también lo hace otras noches Mbappé, pero por detrás de ellos hay una construcción con sentido que permite brillar a los actores secundarios. Ningún ejemplo como el de Di María, autor anoche de un gol y dos asistencias. O Marquinhos y Bernat, quienes con sus tantos contribuyeron a desplegar la alfombra roja que conduce al PSG a una final para la que espera rival: el Bayern o el Lyon.
Ha habido que esperar tres largos años para contemplar en un partido decisivo de Champions lo que soñó Nasser Al-Khelaifi cuando en el verano de 2017 se atrevió a reventar el mercado mundial. Gastó el jeque cerca de 400 millones de euros para disfrutar de noches como las de ayer, en las que Neymar y Mbappé reclamaran juntos la cima del fútbol. Las lesiones del brasileño marcaron las eliminaciones del PSG los dos cursos anteriores, la del francés casi le cuesta el susto ante el Atalanta la semana pasada. Con ambos sanos, el conjunto parisino exhibió al fin el enorme potencial que corresponde a la inversión realizada en estos años de ineficaz megalomanía.
El gol que inauguró la semifinal, sin embargo, tuvo un trazo diferente al esperado, con dos actores secundarios en los pinceles. Di María convirtió una falta lateral en veneno puro y Marquinhos se elevó con potencia y jerarquía en el área para armar un cabezazo inapelable.
Además de la ventaja, el PSG encontró en ese gol la oportunidad de terminar de acogotar a un Leipzig, pero no fue capaz de hacerlo. Sin embargo, sólo cuando el balón llegaba hasta Neymar lograban los de Tuchel acelerar las jugadas e intimidar así a su enérgico rival, limitado a algún contragolpe, como uno muy peligroso en el que Poulsen envió fuera un centro de Laimer. El brasileño, por su parte, sumó su segundo poste convirtiendo en una falta lejanísima en un disparo sorpresivo. Sólo el gol se le iba a resistir anoche, como en cuartos contra el Atalanta. La lírica invita a presagiar que se los reserva para la final.
Todo iba a acabar cayendo por su propio peso justo antes y justo después del descanso. Todavía en la primera mitad, un grave error de Gulacsi en la salida de balón permitió una jugada rápida en la que Di María cantó gol tras recibir una asistencia de tacón de Neymar. Y diez minutos después de la pausa, un tropezón de Mukiele permitió un centro del argentino para el cabezazo de pillo de Bernat.
El PSG comenzó a pensar en la final del sábado. En el día en el que quizá todo cobre sentido, en el que por fin Neymar pueda saborear el doble destino prometido.