Jesús, puerta y pastor de las ovejas

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Rios L.
 

VIDA NUEVA

 

Evangelio:  san Juan. 10, 1-10: «Va delante de ellas, y las ovejas lo siguen»

Cuantas veces nos reunimos para celebrar la Eucaristía, lo hacemos destacando la realidad de Cristo Resucitado; presente en nosotros por la Palabra y por el Sacramento del Pan. Pero en los días de Pascua lo destacamos con mayor acento. ¡Cristo ha resucitado y es el fundamento de nuestra fe! En el Domingo 4o de Pascua conmemoramos a Cristo como Buen Pastor, después de haber pasado tres Domingos celebrando la presencia viva de Jesús resucitado.

Y en este Domingo desde hace muchos años celebramos en toda la Iglesia la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones consagradas: al sacerdocio, a la vida religiosa, a la dedicación misionera. - Nosotros queremos hacernos eco de estas celebraciones, como miembros que somos de la Iglesia universal.

La Vida cristiana es un camino

La vida cristiana es una marcha que empieza en nuestro bautismo, incluso en nuestro ingreso al mundo al nacer. Tiene un destino, un punto final. Para una marcha se necesita un camino conocido y seguro y Jesús nos ha dicho Yo soy el camino. Necesitamos un guía que conozca el camino y la meta hacia donde nos dirigimos y Jesús nos dice; Yo soy el Pastor.

Es necesario que tengamos la seguridad de que ese pastor es auténtico, en quien podemos confiar plenamente y él mismo se califica como el buen Pastor. La palabra que trae el texto es el «hermoso» Pastor. Esa palabra «hermoso» (καλός) no tiene un significado meramente estético, de belleza física, sino el sentido de verdadero, genuino, legítimo. Una relación honda hay entre lo bueno y lo bello: «La belleza es la imagen del bien».

«Discípulos - misioneros»

Esta Palabra nos invita a plantearnos el sentido verdadero de nuestra vida cristiana. La Iglesia nos insiste en que en ella todos somos discípulos y misioneros. La imagen de la puerta y del Pastor nos ayuda a comprender nuestra vocación de discípulos. Jesús entra a nuestra vida, nos llama por el nombre. Acontece sacramentalmente en nuestro bautismo. Y allí comienza nuestra marcha a través del mundo con un destino final que es el mismo Dios. Jesús encabeza esa marcha. Pero es preciso entrar en relación con él y los hermanos, con el mundo y con su historia. Es una relación de mutuo conocimiento. Conocer la voz de Jesús, como él conoce la nuestra. Hacerle confianza como a aquel que conoce el camino, que es él mismo el camino, que no nos deja extraviar. Alimentarnos de él, de su Palabra, de su Cuerpo eucarístico.

Amar fraternalmente a todos aquellos que comparten el camino con nosotros, la Iglesia, e incluso toda la humanidad. Ser testigos de que algo grande acontece en el mundo cuando seguimos a Jesús. Es nuestra manera principal de ser misioneros. Que prediquen al Señor no sólo nuestras palabras sino nuestras obras y nuestra vida toda. Si así aconteciera qué distinta sería nuestra vida y la del mundo.

Nuestro compromiso hoy

Como Jesús, los pastores y evangelizadores de la Iglesia deben ser seguidos como verdadera y confiables «puerta de las ovejas». Pero también como Jesús, deben «ganarse» esta confianza, entregando sus vidas por las ovejas, por el servicio y la misericordia.

Por lo tanto, como cristianos y evangelizadores, preocupados por la promoción del Reino de Dios (Reino de vida), debemos trabajar por todo lo que lleva a la vida en el pueblo (espiritual, intelectual, ética, cultural, etc.) y debemos oponernos a todo lo que destruye o disminuye la vida del pueblo (pecado, corrupción, violencia, represión, miseria, hambre, etc.)

Señor y hermano nuestro, Jesús, Tú eres el Buen Pastor que cuidas con mimo de tus ovejas. Llámanos por nuestro propio nombre, guíanos en los andares de nuestra vida, acompáñanos y protégenos cuando caminamos por esta «cañada oscura» de la pandemia, cuídanos, cuida a nuestras Familias, en estos los avatares de nuestro caminar con miedo y angustiados, a causa de la nefasta acción del coronavirus.

Y repara nuestras fuerzas para enfrentar lo que viene; que recuperemos nuestra vida en la mesa de tu Palabra y de tu Pan. Te contemplamos como puerta, como espacio de libertad en que podemos entrar y salir, sentirnos a gusto.  - Te damos gracias por llamarnos por nuestro nombre, de modo tan único, por conocerte, por tenerte en nuestra vida y poder seguirte.  Amén.

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