El que el que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

VIDA NUEVA

En la primero y segunda lecturas de este domingo (XXII del T.O. 3 de septiembre),  aparecen un par de cuestiones que llaman la atención, por paradójicas, en nuestra realidad actual. La primera, en el libro de Jeremías, “un sí pero no,… sí”:  Jeremías se sabe seducido por Dios y a la vez se incomoda. Obrar desde el “engaño” de Dios ha significado mofa y burla para él, “sí pero no”. Sin embargo, la fuerza de Dios, el amor, todo lo puede. Jeremías, acepta su realidad, a pesar de las burlas, de las dificultades personales: Pero había en mi corazón algo así como fuego ardiente… Yo intentaba sofocarlo, y no podía (Jr 20, 9)

La fuerza del amor, la fuerza de la confianza, la fe. La realidad de Dios se da en el día a día y es razón de contradicciones en nuestra comprensión de Su voluntad. La presencia y acción de Dios en la vida del ser humano depende del vacío de intereses, seguridades, miedos, que dominan y esclavizan. Destacar estos dos términos a reflexionar: amor y confianza.

La segunda cuestión, en la carta a los Romanos. No os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la renovación de vuestra mente (Rm 12, 2). Renovar la mente… no acomodarse. Dejar de pensar desde los baremos e intereses muy humanos que se sustentan en el tener, poder, cantidad, fuerza. Pensar, inspirados por la Palabra de Dios, desde categorías más próximas a las de Dios-Padre que su Hijo nos muestra. No acomodarse, abiertos a la propia realidad que cada día puede sorprender.

Todo lo externo a uno es pregunta, es diálogo, la pregunta y la respuesta es camino, es avanzar. Pensar desde la mentalidad divina es aproximarse a Dios. Aproximarse a Dios se hace patente cuanto más próximos nos sabemos de los demás. No acomodarse, no conformarse… compartir, agradecer, amar.

LECTURAS:

Lectura del libro de Jeremías 20, 7-9:42”Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; has sido más fuerte que yo y me has podido”...

Salmo 62, R/. Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 12, 1:”Os exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, o, agradable a Dios…”

Lectura del santo evangelio según san Mateo 16, 21-2:”...Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.”

Reflexión del Evangelio de hoy

Anuncio

Primer anuncio de Jesús a sus discípulos de lo que se avecina y que no es fácil de aceptar. Realmente los discípulos no habían entendido lo que significaba Jesús. Su encuentro con el Maestro de Nazaret no había supuesto una renovación de su mente, seguían pensando como los hombres. La realidad del Hijo de Dios no es seguridad, es compromiso, responsabilidad, posibilidad… pero desde otras claves, que no son más extrañas y difíciles, sino más humanas. La realidad humana se da y crece entre los demás, con los demás. Yo sé quién soy, los otros me llaman, me permiten tomar conciencia de mi identidad.

Claves más humanas y, por tanto, humanizadoras, son aquellas que tienen en cuenta a los otros, al Otro. Tener en cuenta a los demás sólo se hace realidad en proporción a la capacidad de olvidarse de uno mismo, de vaciarse para dejar espacio a los otros, al Otro. Jesús, da muestras con su comportamiento, de quiénes son los más  importantes  y como acoger y acompañar, parece ser que esta opción y este compromiso solidario no es bien visto por el sistema, por el “status quo” de su tiempo. Había que eliminarlo… ¿Dónde podía descansar la seguridad que buscaban sus discípulos? ¡Esto es un fracaso!

Tentación

El mismo que había confesado “Tú eres el Hijo de Dios”, ante el anuncio de lo que podía suceder en Jerusalén, es el que grita: ¡Dios te libre, Señor! No te sucederá tal cosa. (Mt 16,22) Esta exclamación de Pedro, provoca la reacción de Jesús: ¡Aléjate, Satanas! Quieres hacerme caer. Piensas como los hombres no como Dios (Mt 16, 23). El enemigo está en casa… La verdadera tentación no viene de fuera, sino de dentro. 

Al comienzo de su vida pública, en el desierto, Jesús de Nazaret se enfrenta con distintas posibilidades de llevar a cabo el Plan de Dios. Jesús es tentado… tiene que elegir. En el hecho de elegir interviene la libertad, la responsabilidad. Significa ser conscientes de lo que nos motiva, sobre qué edificamos la vida. Es hacer viva la experiencia de la fidelidad, fidelidad a uno mismo, a los demás, a Dios. Y el valor no está en el hecho de la fidelidad en sí,  sino en la razón, el motivo, que la hace posible. Ese motivo es el mismo Dios y los demás, mirados, entendidos, con y desde el amor y la confianza. Fidelidad a uno mismo desde la propia aceptación con la mirada vuelta al Señor.  ¿Qué esperas de mí, Señor?

Llamada

Quien quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue son su cruz y me siga. (Mt 16,24) Negarse uno mismo, no es renunciar a lo que somos, no es sacrificar la propia vida… Es alcanzar la lucidez de lo que significa Dios en nosotros. Y cargar con la cruz, no se limita a aceptar nuestros defectos y limitaciones, sino, más bien aceptar las consecuencias de nuestra fidelidad, la respuesta que podamos provocar en los demás…

La identidad de cada ser humano es importante, somos obra de Dios irrepetible, cada uno es una “palabra” de Dios, participantes, pertenecientes, creadores, definidores de la obra de Dios. Y si la identidad es importante, la misión es necesaria, ambas se complementan, se precisan. Identidad y misión, realidad consciente que nos pone en camino, y si es el camino del Señor, nos aleja de la acomodación, nos invita a ir siempre más allá, por ejemplo: A vosotros os digo: Amad a vuestro enemigos, tratad bien a los que os odian; bendecid al os que os maldicen… (Lc 6, 27-28).

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