Fiesta de pentecostés: venida del Espíritu Santo

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

Vida nueva

La Iglesia es el Pueblo de Dios en camino. El día de Pentecostés inició su peregrinación por los caminos de la historia iluminada por la gracia y la luz del Espíritu Santo, movida por su fuerza amorosa, conducida por la Palabra Salvadora, alimentada con la gracia de los Sacramentos, fortalecida en su fe y revestida con la alegría de los Dones con los que el Espíritu la impulsa para que haga “camino sinodal” con la humanidad sedienta de verdad y de vida.

Hoy en la fiesta de PENTECOSTES, alabando al Señor y abriremos las puertas del corazón para hacer de nuestra Iglesia un nuevo Cenáculo en el que Dios realice su obra, colme con su gracia a los creyentes y los mueva a vivir la alegría de la fe como testimonio de esperanza para el mundo. Hoy pidamos los Dones del Espíritu Santo para toda la Iglesia.

LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO

1. DON DE SABIDURÍA

Dios de amor, regálanos la Sabiduría, la que acompaña con su gracia a quienes nos han enseñado a vivir, haz que aprendamos a saborear los secretos de tu amor y a vivir en santidad, para ser consuelo y alegría del mundo.

2. DON DE CONSEJO

.Danos, Dios de amor, el don del consejo, así sabremos mostrar

el camino del bien a nuestros hermanos, podremos aprender a

dejarnos conducir por el camino del amor de Dios y ser fuente

de consuelo y de paz para el mundo, recibiendo el testimonio

de la fe de quienes nos preceden en la historia.

3. DON DE CIENCIA

Danos, Dios de amor, el don de la Ciencia, para que ilustrados

en los valores de la fe verdadera, sepamos guardar en el

corazón tus enseñanzas que superan todo saber e iluminar la

humanidad con la verdadera ciencia, la que consuela y

fortalece, la que sirve abriendo los caminos de la esperanza.

Se prosigue cantando: Ven. Ven Espíritu Divino, ven, ven.

4. DON DE FORTALEZA

Danos, Dios de amor, la fuerza que de ti procede para vencer

las acechanzas del mal, para caminar por tus senadas, para

vivir en tu amor, fortalecidos por tu gracia, capaces de dar

aliento y paz a los que sufren, capaces de levantar a los que el

dolor y la enfermedad han doblegado.

5. DON DE ENTENDIMIENTO

Danos, Dios de amor, la capacidad de entender el amor con el

que nos regalas paz y esperanza, que nuestra inteligencia,

iluminada por el esplendor de la verdad, construya la vida y

transforme el mundo con la presencia del fuego santo que

consuela y da sentido a la existencia.

6. DON DE PIEDAD

Danos, Dios de amor, la piedad verdadera, el amor profundo y

humilde, la capacidad de glorificarte con nuestra vida, infunde

en el alma de tu Iglesia el anhelo de santidad y de gracia, la

fuerza y la alegría para llevar consuelo y bondad a quienes te

buscan con sincero corazón y todo lo esperan de Ti.

7. DON DE TEMOR DE DIOS

Danos, Dios de amor, la gracia de tu santo temor, el propósito

de nunca ofenderte, la voluntad de seguir tus mandamientos,

el firme deseo de ser fieles a tu voluntad, fieles a tu amor

providente y generoso, a tu vida que es consuelo y paz.

«Recibid el Espíritu Santo»

Hoy, en el día de Pentecostés se realiza el cumplimiento de la promesa que Cristo había hecho a los Apóstoles. En la tarde del día de Pascua sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,22). La venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés renueva y lleva a plenitud ese don de un modo solemne y con manifestaciones externas. Así culmina el misterio pascual.

El Espíritu que Jesús comunica, crea en el discípulo una nueva condición humana, y produce unidad. Cuando el orgullo del hombre le lleva a desafiar a Dios construyendo la torre de Babel, Dios confunde sus lenguas y no pueden entenderse. En Pentecostés sucede lo contrario: por gracia del Espíritu Santo, los Apóstoles son entendidos por gentes de las más diversas procedencias y lenguas.

El Espíritu Santo es el Maestro interior que guía al discípulo hacia la verdad, que le mueve a obrar el bien, que lo consuela en el dolor, que lo transforma interiormente, dándole una fuerza, una capacidad nuevas.


El primer día de Pentecostés de la era cristiana, los Apóstoles estaban reunidos en compañía de María, y estaban en oración. El recogimiento, la actitud orante es imprescindible para recibir el Espíritu. «De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban. Vieron aparecer unas lenguas, como llamaradas, que se repartían, posándose encima de cada uno»

Todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y se pusieron a predicar valientemente. Aquellos hombres atemorizados habían sido transformados en valientes predicadores que no temían la cárcel, ni la tortura, ni el martirio. No es extraño; la fuerza del Espíritu estaba en ellos.

El Espíritu Santo, Tercera Persona de la Santísima Trinidad, es el alma de mi alma, la vida de mi vida, el ser de mi ser; es mi santificador, el huésped de mi interior más profundo. Para llegar a la madurez en la vida de fe es preciso que la relación con Él sea cada vez más consciente, más personal. En esta celebración de Pentecostés abramos las puertas de nuestro interior de par en par.

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