“ ¡La gloria del Señor amanece sobre ti! ”

Por Héctor de los Ríos |
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P. Héctor De los Ríos L.

VIDA NUEVA

Seguimos en pleno ciclo de Adviento y de Navidad, ciclo que concluye con la fiesta del Bautismo del Señor. Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Epifanía. Esta estrella, que guió a los magos hasta Cristo, es signo de que la salvación no es sólo para los judíos, sino también para todos los seres humanos. En la adoración de los magos se cumple la profecía de Isaías, que escucharemos en la primera lectura: “la gloria del Señor”, que amanece sobre Jerusalén, es también para que todos los pueblos caminen a su luz. Esta luz, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9), es Cristo, el Señor.

Hemos celebrado el adviento, hemos celebrado la fiesta de Navidad y ahora celebramos la Epifanía. Todo es lo mismo: adviento, o sea, venida; navidad, o sea, aparición; epifanía, o sea, manifestación. El Señor Jesús viene para manifestarnos quién es el Padre, para darnos a conocer con mayor seguridad que este Dios clemente y misericordioso del que hablaba Israel es un Dios cercano, que nos ama como no se puede amar más. La lógica respuesta a este anuncio es ponernos en camino, como los magos, para encontrar al Señor Jesús y para darlo a conocer a todas las personas con las que nos encontremos.

LECTURAS:

Lectura del libro de Isaías 60, 1-6

“¡Levántate y resplandece, Jerusalén, porque llega tu luz;
la gloria del Señor amanece sobre ti! Las tinieblas cubren la tierra,…”

Salmo 71, R/. “Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra”.

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 3, 2-3a. 5-6

“…que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo, y partícipes de la misma promesa en Jesucristo, por el Evangelio”.

Lectura del santo evangelio según san Mateo 2, 1-12

«¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo».

Reflexión del Evangelio de hoy

Mateo comienza y termina su evangelio calificando a Jesús de “rey de los judíos”. Se trata de un rey que nace y muere rompiendo todos los esquemas de las realezas mundanas: nace en un pesebre y muere en una cruz. En el momento de nacer Jesús, unos magos van en busca del “rey de los judíos”. Y en el momento de morir, Pilato ordena poner sobre la cruz un cartel con esa inscripción: “este es el rey de los judíos”. Si estamos hablando de un rey, se comprende que los magos le buscaran en la ciudad de los grandes palacios, o sea en Jerusalén. Se equivocaron de camino y de lugar, porque el rey que había nacido era tan extraño y tan nuevo que sólo podía nacer entre los pobres. Tan extraño y tan nuevo que muere como un malhechor, solidarizándose así con todos los despreciados y marginados de este mundo. En el texto del evangelio de hoy, el evangelista no se refiere a ninguna realeza que no sea la de Jesús. Son las tradiciones populares que han venido después, poniendo mucha imaginación al asunto, las que hablan de reyes. El evangelista sólo conoce a un rey, que es Jesús. Por eso los magos se postran ante él y le adoran.

La fiesta de la Epifanía es un símbolo de la universalidad del Evangelio. Epifanía quiere decir manifestación. Si el Señor no se manifestase, su Encarnación no habría llegado a los hombres. Hasta tal punto está relacionada la Encarnación con la Epifanía o manifestación, que durante tres siglos la Iglesia estuvo celebrando en la noche del cinco al seis de enero el Nacimiento en Belén y la manifestación a los magos. A partir del siglo IV se desdoblaron las fiestas y la primera se trasladó al 25 de diciembre. Pues bien, la manifestación de Dios en Jesús tiene un alcance universal, está destinada a todos los seres humanos. En este sentido resulta interesante que la tradición haya interpretado que estos magos (probablemente unos astrónomos) procedían de los tres continentes entonces conocidos: África, Asía y Europa. El mago negro aparece siempre. En el reino de Jesucristo no hay distinción por la raza o por el origen, no hay diferencias nacionales, ni sociales, ni raciales. Todos somos hijos del mismo Padre. Jesucristo une a todos los pueblos y a todas las personas, sin perder la riqueza de su variedad.

Los Magos son una retroproyección de algo que sólo ocurrirá después de la resurrección de Cristo, a saber, que el evangelio será acogido por los no judíos, en línea con la última recomendación de Jesús a sus discípulos: “id al mundo entero, anunciad el evangelio a todas las gentes, no sólo en Jerusalén, sino también hasta los confines de la tierra”. Los Magos son aquellos que vienen de los confines de la tierra a adorar al niño, los magos son los extraños al pueblo judío, los que no son de la raza del niño, los alejados. También para ellos ha nacido el hijo de María. Y también a ellos debe llegar la buena noticia del Evangelio.

El Evangelio es para todos los seres humanos, tiene un alcance universal, porque Cristo es lo que, sin saberlo, todos buscamos, ya que él “es principio y modelo de esa humanidad renovada a la que todos aspiran, llena de amor fraterno, de sinceridad y de paz” (Vaticano II). Desde esta perspectiva, los magos que buscan a Cristo representan a la humanidad en búsqueda de paz, verdad y justicia. Representan el anhelo profundo del espíritu humano, la marcha de las religiones, de la ciencia y de la razón humana al encuentro de Cristo.

El evangelista termina su relato notando que, una vez que los magos se han encontrado con Cristo, “regresaron a su país por otro camino”. Lectura espiritual: si tú te has encontrado con Cristo, volverás a tu casa, a tu trabajo, a tus ocupaciones, pero ya no será lo mismo. Volverás de otra manera, por otro camino, con un corazón y un espíritu nuevo.

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